Una exposici¨®n de Cartier-Bresson para viajar por el siglo XX, de la Espa?a de la Rep¨²blica al Nueva York de los setenta
El centro KBr de Barcelona conmemora los 20 a?os del fallecimiento del fot¨®grafo franc¨¦s con 240 im¨¢genes que recorren su trayectoria
Si los feligreses de la fotograf¨ªa tuvieran que elegir un dios, muy probablemente este ser¨ªa Henri Cartier-Bresson, por la calidad y variedad de su trabajo y por su dilatada carrera. El franc¨¦s Cartier-Bresson (Chanteloup-en-Brie, 1908-Montjustin, 2004) fue, como se le ha llamado, ¡°el ojo del siglo XX¡±. Por el objetivo de su c¨¢mara Leica de 35 mil¨ªmetros pas¨® desde la Espa?a de los a?os treinta al Mayo del 68 en Par¨ªs, y en ese camino, guerras, revoluciones, ca¨ªdas de tiranos, ascensos de otros, los artistas, los intelectuales y la gente en la calle. Cuando se han cumplido 20 a?os de su fallecimiento, el pasado 3 de agosto, el centro de fotograf¨ªa KBr de Barcelona lo recuerda con una exposici¨®n que orbita su trayectoria. Son 240 im¨¢genes, copias originales, porque Cartier-Bresson dej¨® estipulado que no se hicieran otras nuevas tras su fallecimiento.
La muestra, titulada Henri Cartier-Bresson Watch! watch! watch!, por una de sus frases (¡°Soy un hombre visual. Observo, observo y observo¡±), podr¨¢ disfrutarse hasta el 26 de enero de 2025. Est¨¢ organizada por la Fundaci¨®n Mapfre y el Bucerius Kunst Forum, museo de arte de Hamburgo, de donde ha venido, en colaboraci¨®n con la Fundaci¨®n Henri Cartier-Bresson de Par¨ªs.
Hechas las presentaciones, toca explicar por qu¨¦ la obra de quien se defin¨ªa como artesano, no como artista, es indisoluble de su gran ojo para captar ¡°el instante decisivo¡±, del que es su paradigma la conocida imagen de 1932 llamada Detr¨¢s de la estaci¨®n Saint-Lazare. En ella, un hombre, en realidad una sombra, salta sobre una zona inundada en la que se refleja en el agua. La expresi¨®n se origin¨® cuando public¨® su primer libro, de 1952, Images ¨¤ la Sauvette (Im¨¢genes a hurtadillas), con una preciosa cubierta dise?ada por Matisse, que en EE UU se titul¨® The Decisive Moment. Es la publicaci¨®n que lo lanz¨® a la fama, aunque llevaba ya dos d¨¦cadas de trabajo. Aqu¨ª una definici¨®n suya de lo que hac¨ªa: ¡°Una fotograf¨ªa es el reconocimiento simult¨¢neo, en una fracci¨®n de segundo, del significado de un hecho y de una organizaci¨®n rigurosa de las formas percibidas visualmente que expresan ese hecho¡±.
La copia que abre la exposici¨®n es un autorretrato sui g¨¦neris, de 1933, en el que se ve un saco de dormir extendido del que asoma su pie derecho. No le gustaba que le fotografiasen, como mostr¨® a?os despu¨¦s en una rueda de prensa en Nueva York, en la que, como recordaba el fot¨®grafo y te¨®rico Manuel Falces, se dio la vuelta para que no le retratasen. En la muestra hay alguna imagen m¨¢s de ¨¦l con su c¨¢mara colgando del cuello, con la que se mov¨ªa, como dir¨ªa Truman Capote, ¡°como una lib¨¦lula excitada¡±.
Sus comienzos en la imagen fueron a trav¨¦s del surrealismo, vanguardia con la que contact¨® en los caf¨¦s de Par¨ªs, donde conoci¨® a Andr¨¦ Breton, Max Ernst o Salvador Dal¨ª. Son fotos de motivos cotidianos que convert¨ªa en composiciones geom¨¦tricas. Tras un viaje a ?frica, decide dedicarse a la fotograf¨ªa. Su amigo Robert Capa le anim¨® a probar con el fotoperiodismo, que ¨¦l convertir¨ªa en una labor humanista.
Su primer encargo le lleg¨® para cubrir las elecciones generales de 1933 en Espa?a. Simpatizante de la Rep¨²blica, est¨¢n sus cl¨¢sicas fotos, las de prostitutas y ni?os en Alicante, por ejemplo. En noviembre de ese a?o se celebr¨® en el Ateneo madrile?o su primera exposici¨®n en suelo espa?ol (sesenta a?os despu¨¦s, cuando vino por una muestra en el Museo Reina Sof¨ªa, le robaron una c¨¢mara y la cartera en el Retiro). Tambi¨¦n estuvo en M¨¦xico casi un a?o, donde aprendi¨® a chapurrear espa?ol.
Henri era de una adinerada familia de empresarios textiles, pero dado que en su juventud se aline¨® con el Partido Comunista de Francia, sinti¨® pudor de clase y empez¨® firmando sus fotos ocultando su apellido compuesto, como Henri Cartier o H. Cartier. Con el tiempo ser¨ªa el primer fot¨®grafo en ser conocido por sus iniciales, HCB. Su posici¨®n econ¨®mica le hab¨ªa posibilitado probar en lo que le gustaba, la pintura, con clases en estudios de artistas, para poder desligarse del futuro que le esperaba, ocuparse de los negocios familiares.
En mayo de 1937, hizo un reportaje para el diario comunista Ce Soir sobre la coronaci¨®n del rey ingl¨¦s Jorge VI en Londres. Cartier-Bresson evit¨® las im¨¢genes que se pod¨ªan prever, las de la realeza, y prefiri¨® una visi¨®n original y divertida, centrada en el p¨²blico, en sus gestos y en los artilugios ¨®pticos con los que intentaba ver la ceremonia.
Llamado a filas durante la II Guerra Mundial, fue hecho prisionero por los alemanes a finales de junio de 1940 y enviado a un campo de prisioneros, un calvario de tres a?os hasta que al tercer intent¨® logr¨® escapar en julio de 1943 para unirse a la Resistencia. Cuando se le preguntaba, despu¨¦s de haber estado por todo el mundo, por su su viaje favorito, contestaba: ¡°Mis tres fugas del campamento de prisioneros de guerra¡±.
De esos a?os es una de sus series m¨¢s conocidas, la que tom¨® en un campo de desplazados en Dessau (Alemania) de una mujer descubierta como denunciante por una mujer a la que hab¨ªa denunciado. Tambi¨¦n retrat¨® la liberaci¨®n de Par¨ªs, unas im¨¢genes de las que no recuper¨® los negativos hasta 25 a?os despu¨¦s, en una caja de galletas en casa de su madre tras su fallecimiento.
Fue despu¨¦s del conflicto b¨¦lico cuando, convencido por Robert Capa, se uni¨® a la fundaci¨®n en 1947 de la agencia Magnum, una cooperativa para que los fot¨®grafos pudieran producir sus propios trabajos y defender sus derechos como autores. La convertir¨ªan en referencia mundial del reportaje fotogr¨¢fico. Ambos, junto a George Rodger, David Chim Seymour y William Vandivert pusieron 400 d¨®lares cada uno y se repartieron el mundo. Cartier-Bresson decidi¨® que quer¨ªa fotografiar Asia, lo que le posibilit¨® retratar en enero de 1948 a Mahatma Gandhi horas antes de su asesinato, as¨ª como la ceremonia de incineraci¨®n. Tambi¨¦n de ese a?o es su reportaje sobre la guerra civil en China, de la que surgir¨ªa la Rep¨²blica Popular, con sus instant¨¢neas del caos de la desintegraci¨®n del anterior r¨¦gimen.
Despu¨¦s llegaron sus reportajes sobre la Uni¨®n Sovi¨¦tica, criticado este por mostrar una mirada complaciente con el monstruo del comunismo; el Berl¨ªn Este un a?o despu¨¦s de la construcci¨®n del Muro, o la Cuba de Fidel Castro. Cartier-Bresson hac¨ªa gala en muchas ocasiones de su sentido del humor fotogr¨¢fico, como en la imagen de una joven cubana sentada en la calle con un rifle en su regazo delante de un escaparate que anunciaba el D¨ªa de los enamorados. Con los a?os adopt¨® un sano escepticismo sobre su cometido: ¡°No tengo ni un mensaje, ni una misi¨®n, [...] tengo un punto de vista¡±. No obstante, el ser humano fue siempre el centro de su fotograf¨ªa.
Colaborador de las revistas m¨¢s importantes, se desplaz¨® de un extremo a otro del mundo en un frenes¨ª profesional: la segregaci¨®n racial en EE UU, con retratos de los l¨ªderes de la comunidad negra, como Malcolm X en un restaurante de Harlem en 1961, o Martin Luther King; la Italia neorrealista y las barricadas del Mayo del 68. Cierra este viaje por su siglo XX las fotos de la primera manifestaci¨®n feminista de Nueva York, en 1971. Una vez m¨¢s desvi¨® la mirada para retratar a tres tipos con gafas de pasta, encorbatados y cara de no entender nada de lo que ve¨ªan.
Poco despu¨¦s se distanci¨® de Magnum, entre otras razones, porque las revistas hab¨ªan impuesto el uso del color, que ¨¦l hac¨ªa por pura obligaci¨®n. As¨ª que se retir¨® para volver a sus inicios, los del dibujo y la pintura.
El final de esta magn¨ªfica exposici¨®n es una galer¨ªa de sus retratos de la intelectualidad: como el c¨¦lebre que hizo de Sartre, fumando este en pipa en el Pont des Arts de Par¨ªs; el de Giacometti protegi¨¦ndose de la lluvia con una gabardina, como si fuera una de sus figuras; Coco Chanel fumando desafiante, Arthur Miller... Es el inmenso legado de quien describ¨ªa la fotograf¨ªa como ¡°un beso muy c¨¢lido¡±.
Babelia
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