¡®Marco¡¯: el arte de Eduard Fern¨¢ndez para dar vida al eterno mentiroso

Hay un momento jocoso en esta pel¨ªcula cuando aparece en una secuencia Javier Cercas siendo entrevistado. Hab¨ªa escrito El impostor, libro en el que narraba la alucinante y tragic¨®mica historia de Enric Marco, alguien que durante muchos a?os fue orgulloso y muy locuaz presidente de la asociaci¨®n Amical de Mauthausen, al tiempo que contaba con ardorosa dial¨¦ctica en todos los foros medi¨¢ticos su larga y feroz experiencia en un campo de concentraci¨®n nazi. El escenario no pod¨ªa ser m¨¢s sombr¨ªo, habitado por infinitas v¨ªctimas que ser¨ªan exterminadas, y los que sobrevivieron pasar¨ªan el resto de su existencia con heridas permanentes en su alma. Un historiador descubr¨ªa la pavorosa verdad sobre este impostor mitol¨®gico. Jam¨¢s hab¨ªa estado internado en aquel centro del espanto. Aunque s¨ª hab¨ªa visitado una vez Alemania. En un intercambio de trabajo entre la Alemania de Hitler y la Espa?a franquista. Esa sostenida mentira, aunque monstruosa por su contenido, no hab¨ªa sido la ¨²nica en su vida. Tambi¨¦n ocultaba a su esposa y a su hija que hab¨ªa tenido otra familia. Qu¨¦ enfermiza la pasi¨®n de este se?or por inventarse trascendentes trolas.

?Y para qu¨¦? Para sentir el reconocimiento y la admiraci¨®n de los dem¨¢s, ser una persona importante, sentir el protagonismo absoluto, esas cositas tan exaltantes creadas por la mentira permanente. El desenmascarado Marco, en otro momento grotesco, justifica su impostura, pregunt¨¢ndose con gesto risue?o: ¡°Pero, ?existe alguien que no haya mentido en su vida?¡±. Ser¨ªa reconfortante pensar de ese se?or que era un profesional del cinismo, pero su patolog¨ªa es m¨¢s grave. Puedes entender lo de inventarse unas vivencias para que el mundo te glorifique, aunque no a costa de la barbarie suprema que encarnan los centros de exterminio.

Todo esto lo describen de forma atractiva y perturbadora, como antes lo hab¨ªan hecho en Loreak, Handia y La trinchera infinita, tres se?ores guipuzcoanos apellidados Gara?o, Arregi y Goenaga. Adem¨¢s de inteligentes, sensibles y discretos, no deben de tener problemas de ego, algo que s¨ª le ocurre a la bober¨ªa pretenciosa, ya que intercambian su trabajo en direcci¨®n y guion de forma mod¨¦lica, sin tirarse el rollo. A m¨ª siempre me dejan inquieto con lo que han contado y la forma en que lo hacen. Tambi¨¦n emocionado en otros momentos.

En Marco no me provocan ese sentimiento, pero s¨ª estupefacci¨®n e hilaridad ante las estratagemas de su protagonista para alimentar su farsa. Es especialmente pat¨¦tico cuando intenta defenderse del progresivo acorralamiento. No solo miente a los dem¨¢s, tambi¨¦n lo hace consigo mismo, buscando coartadas y justificaciones, manteniendo su teatro hasta el ¨²ltimo aliento. Y no debi¨® de tener posteriores problemas de conciencia ni buscar justificaciones de sus desenmascaramientos ya que vivi¨® hasta los 102 a?os. O sea, que su derrumbe debi¨® de ser relativo. No debi¨® de poseer sentimiento de culpa.

Y existe algo memorable y excepcional en esta inquietante pel¨ªcula. Es la admirable interpretaci¨®n de Eduard Fern¨¢ndez. Trabaja con la mirada, los movimientos, una gestualidad solapada, pero sobre todo con la voz. C¨®mo la utiliza para explicar los matices de su delirante personaje. Se exalta, se queja, se solapa, se autocompadece, se hace el humilde, tiembla, intenta ser did¨¢ctico, se acojona, expresa con soltura sus humanistas ambiciones. Te deja at¨®nito con su desverg¨¹enza, su autojustificaci¨®n o tal vez su locura. Casi todo me parece de verdad en esta pel¨ªcula sobre la mentira. Me sobran los flashbacks. Nunca acabo de creerme a los mismos int¨¦rpretes aparentando 30 o 40 a?os menos. Aquel lastre de la extraordinaria El irland¨¦s.