Descolonizaci¨®n y guerra cultural
La puesta al d¨ªa de los museos es un fen¨®meno internacional que pasa por enriquecer el contexto de sus colecciones desde un rigor hist¨®rico ajeno a toda contienda ideol¨®gica
Pocos instrumentos ha habido tan poderosos para crear imaginarios nacionales como las instituciones culturales. Por eso, la propuesta lanzada hace unas semanas por el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, para iniciar un proceso de descolonizaci¨®n en los museos espa?oles no solo es sensata y necesaria, sino que recoge un movimiento internacional basado en el rigor historiogr¨¢fico en el que trabajan desde hace a?os instituciones de todo el mundo, como el Metropolitan de Nueva York, el Louvre de Par¨ªs o el Rijksmuseum de ?msterdam. A diferencia de lo que exclaman quienes se lanzaron en tromba contra la propuesta del ministro, utilizando en muchos casos argumentos trasnochados en defensa del imperio espa?ol, descolonizar un museo no significa entregar tesoros a todo el que los reclame, sino mirar al pasado desde el presente para, sin anacronismos, introducir en la narrativa de las exposiciones una visi¨®n m¨¢s rigurosa de la historia.
En su debe hay que indicar, sin embargo, que Urtasun hizo un anuncio todav¨ªa no sustentado en pol¨ªticas concretas, lo que gener¨® un debate que, sin duda, hubiese estado mejor orientado de haberse basado en actuaciones precisas. Su comparaci¨®n con B¨¦lgica tambi¨¦n fue desafortunada: las potencias coloniales saquearon ?frica ¡ªun informe encargado por el presidente franc¨¦s, Emma?nuel Macron, calcula que el 90% de los bienes culturales del continente fueron expoliados¡ª y, por eso, muchos museos europeos han comenzado un largo e incierto proceso de devoluci¨®n, como ha hecho Alemania con los bronces de Benin.
El problema en Espa?a no es tanto de restituci¨®n como de narraci¨®n, pero convertir la descolonizaci¨®n en parte de una guerra cultural, como ha pretendido la derecha, supone un profundo error basado en argumentos m¨¢s propios de la ret¨®rica franquista de la Hispanidad que de la historiograf¨ªa contempor¨¢nea.
Introducir elementos hasta ahora desde?ados, como la esclavitud ¡ªno hay que olvidar que Cuba, cuando todav¨ªa era parte de Espa?a, fue el ¨²ltimo territorio de Europa en abolirla, en 1886¡ª o la visi¨®n ind¨ªgena de la conquista de Am¨¦rica, suponen pasos imprescindibles. No se trata de un asunto de v¨ªctimas o villanos, ni tiene nada que ver con la leyenda negra: se trata de abrir un debate desde la historia para situar a los museos espa?oles en el siglo XXI. Muchos, de hecho, ya lo est¨¢n llevando a cabo sin necesidad de intervenciones ministeriales, como ha hecho el Prado con varias exposiciones, el cambio de cartelas en sus salas o la exhibici¨®n en la colecci¨®n permanente de m¨¢s obras de mujeres. Ahora hay que esperar a que la propuesta del ministro se transforme en medidas concretas que no deber¨ªan ser juzgadas desde emociones pseudopatri¨®ticas ni delirios revisionistas, sino desde una mirada contempor¨¢nea, informada y cient¨ªfica.
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