El baloncesto imita al f¨²tbol

Con el madridismo en plena depresi¨®n despu¨¦s de lo ocurrido en el Bernab¨¦u, su secci¨®n de baloncesto no acudi¨® al rescate an¨ªmico . Todo lo contrario. En un partido cuyo desarrollo record¨® mucho la secuencia de hechos acontecidos 24 horas antes, el Madrid tir¨® por la borda ventaja y esfuerzo para terminar condenado al enfrentamiento del que hu¨ªa como la peste: frente al Barcelona y con la desventaja de campo. Con s¨®lo ver la cara de los jugadores blancos al final del encuentro se pod¨ªa adivinar que ellos son los primeros que saben que la Final a Cuatro, tan accesible en caso de victoria, se hab¨ªa vuelto un Everest deportivo.

Veinte minutos antes, nada hac¨ªa presagiar este desenlace. Todo lo contrario. Sin hacer nada del otro mundo, refugiado en una gran defensa que enmascar¨® bastante sus problemas ofensivos, el Madrid navegaba pl¨¢cidamente hacia la victoria. Hasta el p¨²blico asist¨ªa con menos tensi¨®n de la esperada y pon¨ªa una oreja a las noticias que llegaban desde Barcelona. El Maccabi confirmaba lo expuesto en los an¨¢lisis previos y que apuntaba hacia una idea: en casa son temibles, lejos de Tel Aviv resultan mucho menos peligrosos. Sus diez puntos en el primer cuarto y los once en el segundo convirtieron el descanso en un remanso de paz (31-21). Si con una buena defensa y la confirmaci¨®n de que el tiro de distancia de Sergio Llull ha dado un salto de calidad hab¨ªa bastado, no hab¨ªa grandes motivos para la alarma. Visto lo que vino despu¨¦s, ?vaya si los hab¨ªa! Es lo que pasa cuando uno se deja llevar s¨®lo por el marcador.

Porque incluso dominando como dominaba, algunos defectos apuntaban a que en cuanto el Maccabi dejara de comportarse err¨¢ticamente, aquello iba a dejar de ser un paseo. La considerable endeblez madridista debajo de los aros era el m¨¢s evidente y lo peor es que no tiene remedio. Una de las cosas que se adujo para explicar la paliza dada por el Bar?a en la final de Copa fue la diferencia de poder¨ªo f¨ªsico. El problema se agrava cuando se observa que esta diferencia no se da ¨²nicamente con el favorito a ganar esta Euroliga. El Madrid no tiene cuerpo ni m¨²sculo para la pelea en la que se ha convertido el baloncesto y tampoco contundencia en sus hombres altos. Pensar que Tomic va a terminar sac¨¢ndote las casta?as del fuego es mucho pensar. Ante el baj¨®n dado por Lavrinovic y un Felipe Reyes que no se encuentra ni m¨ªnimamente c¨®modo desde que lleg¨® Messina, el Madrid termin¨® siendo apabullado. No es la primera vez que le ocurre, pero en esta ocasi¨®n las consecuencias son tr¨¢gicas.

Poco a poco y seg¨²n avanzaba el tercer cuarto, el Maccabi se fue creciendo al mismo ritmo que al Madrid se le empez¨® a agarrotar el brazo y la mente. Tomic intentaba dar equilibrio al juego exterior-interior, pero su ligereza y, por qu¨¦ no decirlo, el poco respeto que le tienen los ¨¢rbitros, lo hac¨ªa muy dif¨ªcil. Por fuera las cosas no iban mejor. Los atl¨¦ticos jugadores israel¨ªes iban subiendo la intensidad de su defensa (se sab¨ªan hasta el efecto Llull) y, cuando atacaban, lo que no consegu¨ªan a la primera lo lograban despu¨¦s de cargar con acierto la canasta contraria. A falta de tres minutos, partido nuevo (57-57). A uno para terminar, y por primera vez en el partido, se pusieron por delante (61-62). Con 39 segundos por jugar, la cosa estaba negr¨ªsima (61-64). Hansen meti¨® un triple al l¨ªmite de la posesi¨®n pero Anderson tuvo tiempo para buscar una falta y mandar a galeras al Madrid.

Total, que la cosa se ha puesto entre mal y peor para los blancos. Ni siquiera en el grupo donde resultaba m¨¢s accesible lograr la primera plaza (no hab¨ªa ning¨²n coco tipo CSKA, Bar?a u Olimpiakos) han sido capaces de conseguirlo. Quiz¨¢s esta plantilla, a pesar del esfuerzo de todos, no d¨¦ para m¨¢s.

?Vaya semanita!, debi¨® pensar m¨¢s de un madridista.