Un equipo de chiflados
El zarpazo inesperado es, despu¨¦s de su defensa casi perfecta, la segunda especialidad del Atl¨¦tico. El Bayern perdi¨® ese detalle de vista por un segundo.
El Bayern sali¨® dispuesto a escribir su victoria con frases r¨¢pidas. Cada vez que alcanzaba el final de una l¨ªnea, se o¨ªa un "uyy" en la grada, y vuelta a empezar. Llen¨® varios folios con el peligro que llevaba al ¨¢rea de Oblak. Su f¨²tbol transcurr¨ªa entre onomatopeyas que remit¨ªan a las peleas de Batman: pow, zlopp, crash, ouch, aieee, ughh. Si su rival fuese otro, los alemanes se habr¨ªan retirado al descanso con tres goles de ventaja, y pensando en aprovechar la final de Mil¨¢n para comprarse un traje, un pa?uelo y unos buenos zapatos. Pero el Atl¨¦tico es un equipo de chiflados. Lo aguantan todo. No se desmoronan. En el sof¨¢ de casa, al alcanzar el minuto 90, alguien coment¨®, como si supiese de qu¨¦ hablaba, que el equipo de Simeone hab¨ªa le¨ªdo bien la Odisea de Homero. "Estas cosas se notan", a?adi¨®.
Hacerle un gol a este Atl¨¦tico exige a sus enemigos algo que va m¨¢s all¨¢ del f¨²tbol. Hay que alinear fil¨®sofos, matem¨¢ticos, arquitectos, poetas, artificieros, zahor¨ªs. Puede que eso no baste para doblegar la complejidad rojiblanca. Por fuera, con esa camiseta a rayas, escasamente elegante, pasa por una escuadra normal, sin secretos, capaz de presentarse en octavos de final y salir a emborracharse despu¨¦s de su eliminaci¨®n. Por dentro, es un conjunto infernal. Existe un instante, cuando te enfrentas a ¨¦l, que empiezas a escuchar voces dentro de tu cabeza. "No se puede", te dicen, "r¨ªndete". Su juego es oscuro e impenetrable; huye de los adjetivos en favor de los verbos. Es un hierro caliente, y los jugadores se agarran a ¨¦l.
No puede decirse que sus futbolistas vayan hacia la victoria directamente. Parece que primero tuviesen siempre que arreglar un par de asuntos m¨¢s importantes. Eso le hace creer a algunos rivales que pueden aprovechar su desidia ofensiva para atacarlos sin cuartel. En un descuido, sin embargo, se palpan el costado, como si nada, y descubren que est¨¢n sangrando, y que seguramente van a morir.
El Bayern ten¨ªa la final en bandeja cuando M¨¹ller, que es el t¨ªpico M¨¹ller, agarr¨® el bal¨®n para tirar el penalti. Qui¨¦n iba a decirle que ah¨ª, ante Oblak, se acabar¨ªa todo. Fall¨®, se fueron al descanso con la eliminatoria empatada, y a la vuelta Griezmann encontr¨® la puerta de servicio abierta y se cit¨® con Neuer. Tuvieron tiempo de fumar un cigarro a medias, en la ventana, y preguntarse por sus madres, pero el delantero prefiri¨® marcar r¨¢pido. Me acord¨¦ de Moreno Mansilla, cuando dec¨ªa que uno se gana la vida con la segunda cosa que mejor sabe hacer. El zarpazo inesperado es, despu¨¦s de su defensa casi perfecta, la segunda especialidad del Atl¨¦tico. El Bayern perdi¨® ese detalle de vista por un segundo. Jug¨® avasalladoramente, sin mirar contra qui¨¦n, lo que es admirable, aunque letal. A m¨ª hasta me hizo pensar en Manuel Fraga aquel d¨ªa que, en plena campa?a electoral, entr¨® en unos grandes almacenes a buscar votantes y, en un exceso de modales, salud¨® efusivamente a un maniqu¨ª. Ese segundo ef¨ªmero en el que los alemanes perdieron de vista el nombre del contrincante, al Atl¨¦tico le lleg¨® y le sobr¨®. Esta vez, ni mala suerte tuvo.
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