En el Samb¨®dromo, Kipchoge se consagra como el mejor maratoniano
El keniano destroza a la concurrencia con 10 kil¨®metros entre el 30 y el 40 a ritmo de r¨¦cord del mundo
Al Samb¨®dromo de R¨ªo, inmenso estadio de danza a cielo abierto casi desierto bajo la lluvia de invierno, llega un argentino corriendo de lado y un norteamericano resbala en un charco ante una l¨ªnea bajo una pancarta, se queda tendido medio segundo y se levanta con clase y estilo despu¨¦s de hacer dos flexiones. Cruza la l¨ªnea andando y saluda. Es Meb Keflezighi. En la pancarta un reloj se?ala 2h 16m 46s. Cuando el argentino, que se llama Federico Bruno y sufre calambres que le obligan a tan peculiar final, cruza bajo la pancarta, el reloj se?ala 2h 40m 05. Ha terminado su marat¨®n. Han terminado los Juegos.
El marat¨®n ol¨ªmpico, 42,195 kil¨®metros por las calles abandonadas de R¨ªo, por sus playas embarradas por la lluvia, es la prueba que define los Juegos, la que mide mejor que ninguna la resistencia y el car¨¢cter de los atletas, y su talento inmenso. Es la prueba de Abebe Bikila nocturno y descalzo en Roma bajo el arco de Constantino, cuya historia todos han o¨ªdo contar a sus padres; la carrera de Sam Wanjiru, el keniano de 21 a?os que desafi¨® toda la l¨®gica, la contaminaci¨®n y la humedad de Pek¨ªn y se lanz¨® solo contra todos y triunf¨® en su locura batiendo un r¨¦cord ol¨ªmpico que a¨²n perdura. Es un s¨ªmbolo que atrapa Eliud Kipchoge, quiz¨¢s el mejor maratoniano de todos los tiempos, aunque no haya logrado a¨²n batir el r¨¦cord del mundo, aunque sus carreras parezcan cuerdas y l¨®gicas. Aunque corra calzado y con una gorra blanca encajada en la cabeza que lanza al p¨²blico en el kil¨®metro 32, cuando decide que ha llegado su momento. ¡°Iba todo un poco lento, por eso aceler¨¦. Hab¨ªa venido a por el oro¡±, dijo luego Kipchoge, de 31 a?os.
Por el medio marat¨®n hab¨ªan pasado los atletas en 65m 55s, a un ritmo de 2h 12m. La segunda parte la corri¨®, sin gorra, lanzado, minando la resistencia del norteamericano Rupp y del et¨ªope Lelisa, los ¨²ltimos que resistieron su marcha, en 62m 49s, ritmo de 2h 6m, gracias a 10 kil¨®metros, del 30 al 40, en 29m 9s. Gan¨® con 2h 8m 44s. Era el octavo marat¨®n de su vida. De los otros siete, hab¨ªa ganado seis y terminado segundo el s¨¦ptimo.
Kipchoge siempre ha corrido as¨ª, llevando la contraria al sentido com¨²n, m¨¢s r¨¢pido al final que el principio. Lo hizo ya en 2003, cuando era el joven de 18 a?os que derrot¨® a los intocables El Guerruj y Bekele en el choque de los 5.000m del Mundial de Par¨ªs. Lo repiti¨® en un marat¨®n de Berl¨ªn en el que no bati¨® el r¨¦cord del mundo (los 2h 2m 57s de su compatriota Dennis Kimetto) porque se le salieron las plantillas de las zapatillas, y en el ¨²ltimo de Londres, hace unos meses, en su segunda victoria en la capital brit¨¢nica, donde acab¨® en 2h 3m 5s, la segunda mejor marca de la historia, a 8s del r¨¦cord del mundo.
Corrieron dos espa?oles, que intentaron hacer una carrera inteligente, al ritmo que les marc¨® el ¨²ltimo test de lactatos y que les dictaba una marca no inferior a 2h 15m. Las circunstancias, sin embargo fueron m¨¢s fuertes que la ciencia y la inteligencia. Carles Castillejo, despu¨¦s de sufrir ¡°un baj¨®n inexplicable¡±, acab¨® en 2h 18m 34s, 49?, la ¨²ltima carrera profesional de su vida. A Jes¨²s Espa?a le derrot¨® la humedad. Lleg¨® deshidratado pero orgulloso por no haberse rendido a pesar de ¡°haber pinchado¡±. Fue 65? en 2h 20m 8s.
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