El mexicano que conquist¨® Am¨¦rica en bicicleta
Carlos Santamar¨ªa, un estudiante mexicano, pedale¨® m¨¢s de 22.709 kil¨®metros por el continente americano para conquistar un r¨¦cord Guiness
Carlos Santamar¨ªa solo quer¨ªa pedalear. Quer¨ªa cruzar pa¨ªses sobre su bicicleta. Disfrutaba de recorrer su pa¨ªs en dos ruedas. Un d¨ªa se sinti¨® ¨¢vido de conquistar un r¨¦cord mundial como si decidiera irse de vacaciones. El chico mexicano quer¨ªa atravesar Am¨¦rica, de punta a punta, en menos de 125 d¨ªas sin ser un atleta de alto rendimiento. A ¨¦l le bastaron 117 d¨ªas y cinco horas para lograrlo.?
Santamar¨ªa narra su peripecia continental en su libro La ruta que cambi¨® mi vida (Diana/ Grupo Planeta, 2017). Su camino inici¨® en Prudhoe Bay en Alaska y culmin¨®, fatigado, en Ushuaia, Argentina. Fueron 22.709 kil¨®metros de resistencia y soledad en el camino.?
Carlos pas¨® m¨¢s de cinco meses en la misma postura: encorvado para pedalear. Lo hac¨ªa con una de esas bicicletas de velocidades, solo que a la suya tuvo que adaptarle unas peque?as maletas para trasladar sus provisiones. Su dieta empez¨® con crema de avellana, agua y comida r¨¢pida. Despu¨¦s tuvo que aventurarse a la comida local, aunque en su trayecto por Sudam¨¦rica recorr¨ªa cientos de kil¨®metros con el est¨®mago vac¨ªo.
Su idea era tener el dinero suficiente para solventar sus gastos por m¨¢s de cinco meses y un equipo de apoyo que le acompa?ara. Prob¨® suerte con una televisora que les propuso hacer todo un espect¨¢culo, pero el apoyo no era suficiente. As¨ª que el plan de Carlos cambi¨®. Sus ¨²nicos compa?eros de viaje ser¨ªan su hermana y su cu?ado, quienes lo escoltar¨ªan durante su viaje desde una camioneta con alimento, ropa y una casa para acampar. ¡°Gastamos, aproximadamente, unos 500.000 pesos (27.000 d¨®lares). Todo fue de donaciones. Yo fui cajero en una tienda y ?nunca hab¨ªa juntado una cantidad as¨ª!¡±, admite Santamar¨ªa en entrevista con este diario.
El estudiante de ingenier¨ªa f¨ªsica, enfrent¨® el mismo destino que los deportistas de M¨¦xico: la carencia de fondos. Intent¨® en el instituto del deporte en su natal San Luis Potos¨ª para que le dejaran entrenar en sus instalaciones un a?o antes de hacer su traves¨ªa continental. El director del centro estatal rechaz¨® su plan para conquistar Am¨¦rica. Despu¨¦s de que Carlos Santamar¨ªa concret¨® la haza?a y escribi¨® su libro, fue a una librer¨ªa a conseguirlo. All¨ª se encontr¨® con aquel hombre que le coart¨® ejercitarse. Cuando lo vio ya no era funcionario, sino un empleado. ¡°Me reconoci¨® y vi su cara. ?C¨®mo dan vueltas las cosas!¡±.
La historia de Carlos Santamar¨ªa deja ver a toda esa legi¨®n de viajeros por el mundo que buscan cruzar pa¨ªses como una forma para madurar y recibir los golpes de una naturaleza que no distingue la marca de la ropa deportiva ni el modelo de GPS.
El chico de San Luis Potos¨ª rod¨® en los extremos de temperatura. Desde el hielo y lluvia en Canad¨¢ hasta el desierto de Atacama en Chile. A Carlos le toc¨® huir, en la noche, de un oso que buscaba comida en su casa de campa?a. Al sur de Am¨¦rica, en las ¨¢ridas dunas, llev¨® al l¨ªmite su velocidad para tratar de que no le alcanzaran los bandidos. Hizo todo lo posible para pedalear con tremendos c¨®licos estomacales tras mezclar p¨ªldoras para dormir, un tamal colombiano de carne de cerdo y jugo de uva. Una mezcolanza que le provoc¨® diarrea.
Carlos Santamar¨ªa reconoce que el lugar m¨¢s hostil fue su propio pa¨ªs, M¨¦xico. Ah¨ª fue cuando se confront¨®, sin quererlo, con una camioneta blanca con hombres armados. En el camino, su hermana y cu?ado,? se encontraron con algunos polic¨ªas que les extorsionaron. ¡°Si hubiera sido maduro, creo que no hubiera hecho el reto. Valor¨¦ m¨¢s a mi familia al darme cuenta de la locura que est¨¢bamos haciendo¡±.
Santamar¨ªa termin¨® su viaje con un bronceado que no se le quit¨® durante tres meses y una barba rala. El ciclista lleg¨® a su hogar apaleado por la exigencia a su cuerpo, las felicitaciones que recibi¨® por Facebook eran un peque?o b¨¢lsamo.
¡°Rechac¨¦ subirme a una bicicleta despu¨¦s del viaje. Le ten¨ªa odio. Me afectaba psicol¨®gicamente. No me volv¨ª a subir a una en tres meses. De hecho ya no tengo bici¡±, menciona el chico que narra segmentos de su historia como si contara una noche de juerga. Y de alguna forma lo es, la m¨¢s larga y con la mayor resaca que haya tenido.
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