Despu¨¦s de Simeone... Simeone
Incurrir en la frivolidad o la temeridad de cuestionar al entrenador significa exponer el Atl¨¦tico al l¨ªmite del abismo
La mejor soluci¨®n a Simeone es Simeone, porque incurrir en la frivolidad o la temeridad de cuestionarlo significa exponer el Atl¨¦tico de Madrid al l¨ªmite del abismo. O de terminarlo por empujar, no ya por la reputaci¨®n que le ha devuelto al equipo nuestro gur¨² sino porque este club mercurial no puede consentirse un proyecto que se atreva a explorar el m¨¢s all¨¢ del simeonismo.
El Atl¨¦tico de Madrid tiene como principio y fin a Simeone. No es una estructura s¨®lida en la que pueda sustituirse al entrenador como a un funcionario, sino que es el entrenador el que sujeta la estructura, lleg¨¢ndole a proporcionar hitos inconcebibles y una ficticia rutina de la victoria. El Qarabag nos ha removido los fantasmas y los intestinos. Nos ha tra¨ªdo la maldici¨®n de Timisoara en la vigilia de los Difuntos, pero resultar¨ªa irresponsable organizarle una cacerolada al entrenador. Es m¨¢s sensato preguntarse si el Atleti ha conocido su verdadero tama?o. Y si todas las proezas acumuladas en este quinquenio acaso no demuestran la desproporcionada relaci¨®n entre los medios y los resultados. Simeone ha logrado hacernos vivir muy por encima de nuestras posibilidades. Y ha incorporado a las limitaciones de nuestro f¨²tbol y de nuestra plantilla todos los recursos extrafutbol¨ªsiticos que pudieran imaginarse: la psicolog¨ªa de equipo y de masas, la motivaci¨®n, la sugesti¨®n, la magia, la tensi¨®n, la superstici¨®n, la constancia, el miedo, la fe, la esperanza, el mesianismo.
?Se han agotado las p¨®cimas, se han extinguido las homil¨ªas? La crisis del Atl¨¦tico puede explicarse con argumentos prosaicos. Carecemos de gol. No hemos podido fichar en verano. Griezmann y Koke juegan al bal¨®n prisionero. Y nuestros veteranos anteponen la raza a los reflejos.
Parece un diagn¨®stico sensato, pero la idiosincrasia del Atl¨¦tico de Madrid en los tiempos de Simeone subordina el f¨²tbol mismo al estado de ¨¢nimo. Por eso el fichaje de Costa no obedece a una raz¨®n pragm¨¢tica ni t¨¢ctica, sino a una intenci¨®n religiosa: recurrir al inicio del ciclo triunfal. Y someter al futbolista a un ba?o de l¨ªquido amni¨®tico para hacernos resucitar. La ¨²nica certeza del Atl¨¦tico de Madrid es Simeone, m¨¢s todav¨ªa despu¨¦s de haberse perpetrado el ¨¦xodo al erial del Wanda. No puede desarraigarse un equipo, una religi¨®n, sin exponerlo a una crisis de identidad, sobre todo cuando la identidad del Atl¨¦tico tiene m¨¢s peso que su propio f¨²tbol. La desubicaci¨®n del campo es la alegor¨ªa de nuestra crisis, la expresi¨®n desasosegante de un equipo que juega siempre fuera de casa y cuya hinchada trata de familiarizarse con el autoenga?o de la tierra prometida. Los t¨ªtulos de estos a?os son de verdad. Y conviene ir a visitarlos, pero jalonan un milagro cuya cotidianidad ha dependido ¡ªy depender¨¢n¡ª de la magia de Simeone. Nos hemos descubierto vulnerables. Nos hemos quedado sin la sombra que hac¨ªa tan grande al mago de Oz, pero la ¨²nica alternativa a Simeone se llama Simeone.
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