El iceberg del Valencia
El desorden que casi empuja al equipo a Segunda es un desorden nuevo, que ahora lo lanza a por el liderato
Todo lo que hay que hacer algunos d¨ªas es rehacerse, y para logarlo antes hay que estar deshecho, como el Valencia. La temporada pasada sobrevivi¨® a un naufragio inclemente, despu¨¦s de incurrir en algo parecido a un suicidio fallido. Hacer las cosas perfectamente mal demanda una torpeza exagerada, que en el fondo equivale a cierta maestr¨ªa. Eso es lo que le falt¨® al club, y por tal raz¨®n esquiv¨® el descenso, con el que hab¨ªa coqueteado durante varias jornadas. Los grandes errores no est¨¢n al alcance de cualquiera, supongo. ¡°No sabes estropear nada¡±, me reproch¨® desenga?ado un amigo con el que una vez intent¨¦ boicotear un examen de f¨ªsica inundando el instituto, pero en el segundo decisivo, mientras ¨¦l vigilaba, fui incapaz de aflojar una tuber¨ªa.
Estos d¨ªas cabizbajos que atraviesa el Madrid, que tanto nos hacen llorar por las noches al apagar la luz, o los del Atl¨¦tico, no parecen nada comparados con los que vivi¨® el Valencia en 2016. Y, sin embargo, este equipo hoy est¨¢ segundo, con una plantilla muy parecida a la de su suicidio imperfecto. ?C¨®mo se repone uno de algo as¨ª? Me temo que se ha producido eso que se llama giro de 180 grados, que todos alg¨²n d¨ªa so?amos con dar a nuestras existencias y que, si supi¨¦semos c¨®mo, ser¨ªa facil¨ªsimo. Pero la acci¨®n de rehacerse remite a un misterio inaccesible.
Digamos que todo lo que se puede contar de un iceberg es a veces su superficie. El resto son suposiciones que se esconden, y justamente la parte oculta es la que contiene las explicaciones. Quiz¨¢s el Valencia sea la demostraci¨®n de que se puede alcanzar ese punto en el que el pasado ya no nos dice nada acerca de nosotros mismos y podemos seguir adelante. Mi abuela me contaba la historia de una mujer que, tras arduos preparativos, se dispon¨ªa a casarse con el hombre de su vida. El d¨ªa de la boda llegaba a la iglesia en taxi, y cuando estaba a punto de bajarse, le dec¨ªa al taxista que acelerase, y desaparec¨ªa para siempre. Ah¨ª se acababa el cuento. Yo dec¨ªa que no pod¨ªa acabar as¨ª, sin saber qu¨¦ era de los protagonistas. Idiota de m¨ª. Un mundo sin icebergs, en el que todo estuviese claro, ser¨ªa aburrid¨ªsimo.
Hay equipos que llevan en su interior la capacidad de fracasar y tener ¨¦xito. Peque?as decisiones, y las formas de pensar que se adoptan en determinado momento, hacen que al final el equipo tome un rumbo u otro. En Mientras embalo mi biblioteca, de Alberto Manguel, el escritor saca a relucir una vieja idea de Jean Cocteau seg¨²n la cual un solo diccionario basta para contener una biblioteca universal, puesto que cada obra maestra de la literatura ¡°no es m¨¢s que un diccionario desordenado¡±. El entrenador del Valencia ha sido capaz de agitar el equipo de tal modo que el desorden que casi lo empuja a segunda divisi¨®n se convierta en un desorden nuevo, que ahora lo lanza en busca del liderato. Asumir seg¨²n qu¨¦ actitud, y creer en ella, lo cambia todo, como cuando aquel se?or, en la antigua Roma, aseguraba que ning¨²n hombre es feliz, a menos que crea serlo.
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