El ombligo de Espa?a
En apenas 24 horas y contra todo pron¨®stico, nuestra selecci¨®n ha pasado de la ilusi¨®n habitual ante las grandes citas al estupor propio de los m¨¢s terribles desenlaces
Ya veremos qu¨¦ sucede cuando comience a rodar la pelota pero el primer gran espect¨¢culo del Mundial 2018 nos lo ha ofrecido Espa?a, casi apetece sentirse orgulloso. En apenas 24 horas y contra todo pron¨®stico, nuestra selecci¨®n ha pasado de la ilusi¨®n habitual ante las grandes citas al estupor propio de los m¨¢s terribles desenlaces, como esas bodas en las que el padre de la novia cae fulminado de camino al restaurante y los invitados se miran los unos a los otros con ojos de rapante, convencidos de que el pobre hombre disfrutaba de muy buena salud. No se recuerda un estropicio semejante en la historia de los mundiales, de ah¨ª que el mundo entero se maraville hoy ante la capacidad autodestructiva de una selecci¨®n dise?ada para dominarlos a todos pero convertida en Gollum a unas pocas horas de afrontar su destino.
El despido de Lopetegui, tan procedente como desaconsejable, tambi¨¦n podr¨ªa ser visto como una invitaci¨®n al optimismo, al menos en peque?as dosis. De un plumazo, Espa?a se ha desprendido del pesado cartel de favorito, toda una garant¨ªa de naufragio, y no somos pocos los que a esta hora nos conformar¨ªamos con regresar de Rusia con la convocatoria intacta, sin dejar atr¨¢s a ning¨²n otro miembro de la expedici¨®n original. Son objetivos modestos, como los del Deportivo de La Coru?a al comenzar el curso liguero, pero amparados en una certeza normativa que evita cualquier posibilidad de descenso. Ante semejante anomal¨ªa, resulta aceptable que nuestros futbolistas salten al campo sin mayores obligaciones que las m¨ªnimas exigibles a cualquier deportista: compromiso, un cierto compa?erismo y juego limpio. No parece gran cosa pero es mucho m¨¢s de lo que nos han ofrecido las partes implicadas en el conflicto.
¡°Mal el Madrid, peor Lopetegui¡±, escribi¨® S¨¢mano en estas mismas p¨¢ginas nada m¨¢s conocerse el acuerdo entre el seleccionador y el primer club del pa¨ªs. La deslealtad del t¨¦cnico resulta tan flagrante que no merece mayores adjetivos pero sorprende el escaso sonrojo que ha provocado entre sus aficionados la maniobra del Real Madrid. Por supuesto que est¨¢ en su derecho de velar por los propios intereses, solo faltar¨ªa, pero chirr¨ªa el poco tacto demostrado al negociar la incorporaci¨®n del t¨¦cnico sin informar previamente a la RFEF. Se trata de un simple gesto de cortes¨ªa que marca una gran diferencia: la que va del relato a la realidad, la que invita a preguntarse por qu¨¦ recibe a ciertos rivales ti?endo el Bernab¨¦u de rojo y gualda cuando no se debe a m¨¢s colores que los suyos.
Los apelativos grandilocuentes, y el aficionado del Real Madrid ha presumido hasta la extenuaci¨®n de ser el ombligo de Espa?a, tienen la virtud de disolverse como azucarillos ante los hechos y este paso en falso marcar¨¢ un nuevo horizonte en la percepci¨®n global del club blanco. Le puede suceder algo similar a lo vivido por Norberto Conde tras su fichaje por Hurac¨¢n, donde la fama de goleador insaciable le jug¨® una mala pasada. Un d¨ªa, analizando la actuaci¨®n de cada jugador tras un p¨¦simo partido, se le acerc¨® el entrenador y le dijo: ¡°Beto, a vos te llamaban el Goloso del ?rea. ?Qu¨¦ te pasa en Hurac¨¢n? ?te agarr¨® la diabetes?¡±. No parece el tipo de mancha que se limpia con coplillas de Manolo Escobar o pitando a Gerard Piqu¨¦.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.