La marcha imperial a la espa?ola conquista Berl¨ªn

Camina veloz ?lvaro Mart¨ªn solo y tan poderoso que solo falta que suene la Marcha Imperial de John Williams para que la escena alcance el cl¨ªmax ¨¦pico que merece. Y puede que hasta sonara en su cabeza, tan imparable camina hacia el oro, y su gloria. Llega solo y campe¨®n ?lvaro Mart¨ªn, extreme?o de Llerena, de 24 a?os, y el grito que suelta cuando su pecho toca la cinta que marca la meta es m¨¢s que un estertor de gozo y fiereza al final desatados, es la materializaci¨®n f¨ªsica, ondas sonoras disparatadas, brutales, no de una victoria, sino de la lucha por conseguirla.

Le persigue y no le alcanza Diego Garc¨ªa, de Madrid capital, y su sonrisa siempre de oreja a oreja, y sus ojos claros que brillan sinceros, y no los pierde, la sonrisa, la mirada viva, enga?osamente infantil, ni cuando sufre ni cuando ataca ni cuando busca sin piedad acabar con la resistencia del rival, y derrotarlo. Tiene 22 a?os. Camina imparable hacia una medalla de plata que le colma.

Mar¨ªa P¨¦rez llega tambi¨¦n sola, silenciosa, invisible como un avi¨®n esp¨ªa, menuda, at¨®mica. Sus pasos son ligeros y veloc¨ªsimos. Vista y no vista y ya est¨¢, lejos, inalcanzable, due?a de una energ¨ªa inagotable, y de una medalla de oro. Es la mujer de Orce. Tiene 22 a?os. Es una guerrera, como dice su entrenador, que la ense?a a frenarse, a pelear con estrategia, o, como ella dice, a lograr que la disciplina del combate derrotara a la psicolog¨ªa que le pide ataque constante sin decir basta. Da un golpe. El golpe definitivo, y triunfa.

Los tres chavales nacidos cuando el siglo XX acababa y empiezan ahora a descubrir la dureza de la vida son los due?os del centro del Berl¨ªn Oeste, de su Iglesia del Recuerdo a¨²n marcada por las bombas de la Segunda Guerra Mundial. Son lo due?os de los Europeos. Han sido capaces de elevar la marcha, el sector que hist¨®ricamente m¨¢s triunfos ha dado al atletismo espa?ol, a una altura que no conoc¨ªa. ?lvaro Mart¨ªn y Diego Garc¨ªa han conseguido el primer 1-2, oro-plata, de la historia en un palmar¨¦s europeo que incluye nombres tan sonoros como los de los campeones Josep Mar¨ªn, Mari Cruz D¨ªaz, Paquillo Fern¨¢ndez, Miguel ?ngel L¨®pez y Jordi Llopart y los medallistas de plata y bronce Dani Plaza, Chuso Garc¨ªa Bragado, Miguel ?ngel Prieto, Valent¨ª Massana, Juanma Molina y Julia Takacs. Y ning¨²n otro pa¨ªs lo hab¨ªa conseguido antes en los 20 kil¨®metros.

Y tampoco ninguna espa?ola hab¨ªa ganado antes los 20 kil¨®metros como lo hace Mar¨ªa P¨¦rez, que logra domesticar su ansia y atacar en el momento preciso, despu¨¦s de dejar que se hunda, como sab¨ªa que har¨ªa, la lituana ?ivile Vaiciukeviciute, a quien conoce muy bien aunque no recuerde c¨®mo se pronuncia su apellido, como casi nadie. Su mirada est¨¢ fija en la rival que cree m¨¢s peligrosa, la veterana italiana Antonella Palmisano, que fue bronce en los Mundiales de Londres hace un a?o. Palmisano pica, ataca y muere bajo la feroz resistencia de Mar¨ªa P¨¦rez, la mirada fija en su decisi¨®n inamovible de ganar. Y cuando llega el momento, invisiblemente, con suavidad de seda, ataca duro y gana, Mar¨ªa P¨¦rez.

La joven de Orce, Granada, a una hora de Guadix, donde se entrena con Daniel Jacinto Garz¨®n, no quiso hablar con la prensa el d¨ªa anterior a la carrera. No lo hac¨ªa, quer¨ªa explicar, porque entonces dir¨ªa cualquier cosa como ¡°voy a por la medalla¡± o ¡°quiero ganar¡±, que le comprometer¨ªa moralmente, y entonces se acostar¨ªa y empezar¨ªa a darle vueltas en su cabeza a la frase y a porqu¨¦ la hab¨ªa dicho, y no dormir¨ªa bien y se ten¨ªa que levantar a las cinco de la ma?ana porque la competici¨®n estaba anunciada a las nueve. No habla y duerme bien y madruga, pero la competici¨®n se retrasa dos horas porque un vecino ha olido a gas en una calle del circuito de un kil¨®metro y se despeja la zona hasta que los bomberos no comprueban que es una falsa alarma, que ni huele a gas ni hay fuga ni hay peligro. Al final salen las mujeres junto a los hombres, a las 10.55, carrera mixta y confusa que permite a unos y otras participar de extras en las haza?as de unas y otros. Y que le permiten aprovecharse de los hombres en unos 5.000 ¨²ltimos metros fren¨¦ticos, marchados a un ritmo de 4m 12s el kil¨®metro, y en ellos ve a hombres rezagados a los que alcanza y supera y va a por otro. Est¨¢n en su diana. Todos caen devorados.

La can¨ªcula se ha alejado temporalmente de Berl¨ªn, y las nubes a veces sueltan lluvia que refresca y despierta la memoria de ?lvaro Mart¨ªn y su primer Europeo, hace cuatro a?os en Z¨²rich, cuando gan¨® su compa?ero Miguel ?ngel L¨®pez. No huele a lluvia, huele a recuerdos y sue?os, y al deseo de imitar al mejor. Cuatro a?os m¨¢s tarde, le toca a ¨¦l, a ?lvaro Mart¨ªn, la victoria. Miguel ?ngel L¨®pez derrot¨® junto a la catedral con las vidrieras m¨ªsticas de Chagall a dos rusos, Ivanov y Strelkov. Derrotado por la lucha antidopaje el imperio marchador del Este, solo un compatriota suyo que ha superado las normas estrictas de participaci¨®n, compite en Berl¨ªn. Es Vasiliy Mizinov. Es el m¨¢s duro de los rivales. El que ataca el primero y hace la selecci¨®n definitiva. En el grupo de cabeza quedan tres. Mart¨ªn, Garc¨ªa, que no deja ni un ¨¢tomo de aire entre su marcaje y el rival, y Mizinov. A dos kil¨®metros del final, ni muy pronto para sus fuerzas, ni muy tarde, da el hachazo definitivo el extreme?o. El madrile?o tarda un poco m¨¢s, pero tambi¨¦n se va. Y la plata es suya. Y poco despu¨¦s llega Mar¨ªa P¨¦rez. Sola como los campeones de verdad. Y la Marcha Imperial deber¨ªa sonar.