Magnus Carlsen, el odio a perder
Competidor feroz, el noruego disfruta revisando c¨®mo ha logrado doblegar la resistencia de sus rivales
Estrellar su chaqueta con rabia contra el suelo o desairar a aficionados y periodistas tras una derrota. Magnus Carlsen ha hecho eso varias veces. Pero pierde muy pocas partidas, lo que explica el gran problema de su padre, Henrik: ¡°Es muy dif¨ªcil motivarlo. Le digo que, si bien m¨¢s arriba del n¨²mero uno no hay nada, por debajo hace mucho fr¨ªo¡±. Si no fuera campe¨®n, el noruego ganar¨ªa mucho menos dinero y dejar¨ªa de anunciar marcas de lujo, como Porsche o la ropa G-Star.
¡°Ser campe¨®n del mundo se ha convertido en una parte de mi identidad, de modo que hablamos de algo muy serio. En realidad, lo que me importa no es el t¨ªtulo, sino que lo tenga otro¡±, dice Carlsen en el ¨²ltimo n¨²mero de la revista Time. Lo que tiene mucho que ver con lo dijo a EL PA?S hace dos a?os en Nueva York, al d¨ªa siguiente de renovar el t¨ªtulo con muchos apuros (en el desempate de partidas r¨¢pidas) frente al ruso Sergu¨¦i Kariakin: ¡°Reconozco que mi principal problema es el control de mis emociones; debo trabajar seriamente en la preparaci¨®n psicol¨®gica¡±.
Esa sorprendente sinceridad es habitual en Carlsen, un feroz competidor y ganador que no siente l¨¢stima por sus v¨ªctimas ¡ªlo ha dicho varias veces¡ª y que obtiene su mayor placer cuando visualiza c¨®mo ha logrado doblegar la resistencia de su rival, a veces tras siete horas de suplicio. Un psiquiatra que conozca en detalle la vida de Carlsen quiz¨¢ vincule ese placer con el acoso que el peque?o Magnus sufri¨® en el colegio cuando sus compa?eros vieron que era raro y superdotado. Sus padres lo hab¨ªan visto mucho antes, a los cuatro o cinco a?os; ninguna de sus biograf¨ªas omite que a esa edad recitaba de memoria todos los pa¨ªses del mundo y los municipios de Noruega, o que resolv¨ªa rompecabezas muy complicados.
La adolescencia de Carlsen es similar a la de Caruana en cuanto a que ambos se aburr¨ªan en clase y en que viajar mucho fue una de las terapias. Pero con una diferencia muy importante: tras un a?o sab¨¢tico cuando ¨¦l ten¨ªa 13, dedicado a recorrer Europa jugando torneos y visitando sitios culturalmente interesantes, Magnus volvi¨® al colegio y termin¨® la ense?anza secundaria, con un plan especial para grandes deportistas.
Mientras tanto, Carlsen fue dejando marcas de precocidad extrema: gran maestro a los 13 a?os, n¨²mero uno por primera vez a los 18, campe¨®n del mundo a los 22¡ lo que a su vez gener¨® otra haza?a: convertir el ajedrez en un deporte muy popular en Noruega, donde era casi desconocido. Uno de muchos ejemplos: la direcci¨®n de uno de los bancos m¨¢s importantes del pa¨ªs orden¨® bloquear en todas las sucursales las p¨¢ginas de Internet que retransmit¨ªan en directo sus partidas del Mundial contra Anand en Chennai (India), tras comprobar un alarmante baj¨®n en la productividad de los empleados.
Todo indica que la decisi¨®n de ir al colegio hasta los 16 a?os es clave para que Carlsen no sea un enfermo mental evidente, como otro campe¨®n tan genial como ¨¦l, el estadounidense Bobby Fischer (1943-2008). El psiquiatra island¨¦s Kari Stefansson, que trat¨® mucho a Fischer en los ¨²ltimos a?os de su vida, lo explica as¨ª: ¡°Las personas normales pensamos casi siempre dentro de una caja, con unos l¨ªmites. Los genios salen a menudo de esa caja, y entonces producen genialidades. Pero a veces no saben volver, y a eso lo llamamos locura¡±. Varios psiquiatras consultados por este peri¨®dico coinciden en que la escasa educaci¨®n de Fischer contribuy¨® a que desarrollara enfermedades mentales. De momento, Carlsen siempre ha vuelto dentro de la caja, y no se ven riesgos de que deje de hacerlo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.