Williams desarbola el ¡®big data¡¯
Hac¨ªa 770 d¨ªas que Williams no marcaba en San Mam¨¦s, sequ¨ªa que desafiaba las leyes de la l¨®gica para un delantero que juega siempre
Fuera de las cotidianas habilidades de Leo Messi, apenas queda sitio para lo sobrenatural en el f¨²tbol. Ahora no eres nadie si no hablas de big data. Siempre hay una estad¨ªstica que pretende explicar lo que pasa en los partidos, en medio del masivo entusiasmo por las normas que impone la tecnolog¨ªa, en un proceso que muchas veces ataca la adorable ingenuidad del f¨²tbol. Estamos en un tiempo donde conviene gritar los goles con mucho cuidado, y no como los grit¨® I?aki Williams despu¨¦s de sus dos prodigios frente al Sevilla, golazos trascendentales para el Athletic. Ni con el big datam¨¢s sofisticado se pod¨ªa sospechar no s¨®lo la magnitud de los goles, sino la probabilidad de un tanto de Williams en San Mam¨¦s.
Hac¨ªa 770 d¨ªas que Williams no marcaba en el estadio del Athletic, sequ¨ªa que desafiaba las leyes de la l¨®gica para un delantero que juega siempre. No exist¨ªa un problema de cantidad. Por problem¨¢tico que le resultara marcar, la simple viruta estad¨ªstica ¡ªun rebote, un rechace, un error del portero, un simple buen tiro¡ª ten¨ªa que haber aliviado los n¨²meros del joven delantero del Athletic. Sin embargo, un aspecto crucial del f¨²tbol es su descaro para regatear a la l¨®gica. El sentido com¨²n invitaba a pensar que Williams marcar¨ªa goles con alguna frecuencia, pero al f¨²tbol no le cuesta desde?ar la sensatez. Carg¨® sobre I?aki Williams un peso insoportable, la fama de impreciso ante el gol, etiqueta terrible que se instal¨® en los aficionados, la prensa y el mundillo del f¨²tbol en general.
Es muy dif¨ªcil jugar en esas condiciones, contra el peor de los t¨®picos: el que se apoya en los malos n¨²meros. Los de Williams en San Mam¨¦s eran nefastos. Dos a?os sin marcar es un milagro al rev¨¦s, una maldici¨®n en toda regla. La eficacia de Aduriz, un implacable del ¨¢rea, maquill¨® durante a?os una sequ¨ªa que en los ¨²ltimos meses ha adquirido un car¨¢cter angustioso. La hinchada del Athletic rogaba por el m¨¢s improbable de los milagros, la aparici¨®n del hasta ahora inexistente jugador capaz de marcar los goles que Aduriz ¡ª38 a?os en febrero¡ª ya no puede anotar, alguien al que agarrarse en estos tiempos de inquietud, con el equipo asustado por los resultados y el peso de la historia en un club que jam¨¢s ha descendido.
Quiz¨¢ nunca se ha encontrado el Athletic con un horizonte m¨¢s angustioso. Ni en el primer equipo, ni en la cantera, ni el entorno tradicional del club se adivina una peque?a garant¨ªa de gol, a la espera de resolver el debate sobre el eventual regreso de Fernando Llorente, seis a?os y medio despu¨¦s de su traum¨¢tica salida. Se mantiene la divisi¨®n social, no cauterizada todav¨ªa, a pesar de la grave situaci¨®n del equipo. Las condiciones objetivas del Athletic ¡ªsin Aduriz, sin gol y la amenaza latente del descenso¡ª trasladaban una responsabilidad sobrehumana a Williams, el delantero superado por el enigma de San Mam¨¦s.
No hab¨ªa estad¨ªstica que anticipara la posibilidad del ¨¦xito, salvo la extra?a capacidad que tiene el f¨²tbol para desmentirse en un instante. En dos jugadas que nunca olvidar¨¢ la hinchada del Athletic, I?aki Williams acab¨® de un plumazo con su maldici¨®n, tanto por la belleza en las definiciones como por la seguridad en todos los recursos previos a los goles. Pocas veces se ha visto un momento de liberaci¨®n m¨¢s majestuoso en un campo de f¨²tbol. De repente, el inseguro delantero se transform¨® en un grandioso atacante. Desde ahora, ser¨¢ imposible explicar a Williams sin esos goles y sus consecuencias, para ¨¦l y para el Athletic, cuya hinchada anhelaba un momento sobrenatural, algo m¨¢gico en medio del drama. Se lo ofreci¨® I?aki Williams.
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