En Medell¨ªn, el ciclismo europeo se cruza con la Colombia verdadera
La hermosa victoria de Jungels en Medell¨ªn, aplaudida por los j¨®venes del club de Saldarriaga, y su experiencia de vida tan diferente
Hace calor de verdad en Medell¨ªn, calor Tour de Francia los d¨ªas de calor, y desde las amplias avenidas por las que los ciclistas dan vueltas alrededor del estadio las laderas de los montes que envuelven la ciudad y la convierten en una olla est¨¢n veladas por una capa de calima h¨²meda. Debajo late la vida a mil pulsaciones por minuto. Abajo, junto al estadio, la carrera, que es la cuarta etapa del Tour Colombia, la gana un europeo magn¨ªfico y bien alimentado, rubio, lustroso, un estilista fortach¨®n con el maillot tricolor de campe¨®n de Luxemburgo llamado Bob Jungels, que ataca en el ¨²ltimo kil¨®metro y espectacularmente derrota al pelot¨®n lanzado, ¨¦l solo, como hace 10 meses hab¨ªa hecho en la Lieja.
Es la peque?a venganza de la vieja Europa, que recuerda a la Colombia colonizadora del ciclismo que todav¨ªa existe, aunque para conseguir derrotarles en su casa, los europeos como Jungels se han pasado m¨¢s de dos semanas aclimat¨¢ndose a la altura y se han aprovechado de que Medell¨ªn no pasa de 1.700 metros, que otra cosa ser¨¢ las dos etapas que quedan, la temida de La Uni¨®n del s¨¢bado y el ascenso a Palmas el domingo. Colombia espera para entonces a Dani Mart¨ªnez, a Superm¨¢n L¨®pez, a Egan, a Rigo, a Nairo.
La victoria de Jungels es hermosa, es ciclismo, y emociona a los espectadores, y todos, vi¨¦ndolo, quieren ser Jungels un minuto de su vida, y tambi¨¦n le aplauden los chavales que tambi¨¦n quieren ser Jungels, pero toda la vida, no un minuto, y quieren ser tambi¨¦n Egan y Nairo, y han llegado en bicicleta a admirarlo todo. Algunos han bajado de las comunas, los barrios duros de las laderas empinadas, como lleg¨® hace a?os Sergio Higuita, que ya empieza a triunfar en Europa; otros de los pueblos de alrededor. Todos los j¨®venes cargan con una experiencia que muy dif¨ªcilmente han vivido los j¨®venes ciclistas europeos. Uno de ellos, cuentan, cuando ten¨ªa 20 d¨ªas por poco se asfixia con la sangre de su madre, de cuyo seno estaba mamando cuando ella fue asesinada junto a su marido por los paramilitares en El Pe?ol, cerca de Guatap¨¦.
?l es uno de los juveniles que entrenan y forman Fernando Saldarriaga y Amparo Gaviria en la pista del aeroparque de Medell¨ªn entre el ruido de aviones que despegan y aterrizan, veh¨ªculos en los que muchos no han montado nunca, y preguntan, ingenuos, ?c¨®mo se sube a un avi¨®n? A todos la violencia, el conflicto, el narco, la pobreza generada por todo ello, les ha marcado la vida para siempre. Para ellos, el ciclismo es la liberaci¨®n, la posibilidad de romper el ciclo de una vida maldita. Ser¨¢n m¨¢s duros, m¨¢s perseverantes, m¨¢s pacientes, m¨¢s generosos en la carretera que nadie. Y son m¨¢s sabios.
Antes de correr en el Euskadi, un paso previo de su destino en el EF, Higuita, de la comuna noroccidental, se hizo en el Club Nueva Generaci¨®n que lleva el padre de Luis Fernando Saldarriaga; ahora ayuda en todo lo que puede, se cuida de que los que menos tengan reciban algo para vivir, se emociona cuando ve a alguno de ellos, como a Jhon Stiven, que va para campe¨®n y abogado y habla de la vida dura en la Comuna 13, de donde sali¨® tambi¨¦n el futbolista Quintero, el ¨ªdolo de River. Stiven habla de las fronteras invisibles en la Comuna entre el poder del Estado real y el del Estado paralelo de los combos, pistolas y violencia, de la vida de su madre, que limpia las casas de los que pueden y ella sola les crio a ¨¦l y a su hermana, que ya se ha graduado. ¡°Mi padre anda por la Comuna pero pasa de nosotros. Nos ve y como si no nos conociera. Yo estoy peleando para lograr una beca y estudiar Derecho¡±, dice. ¡°Pero antes quiero ser campe¨®n ciclista. Me gustar¨ªa ser como Egan, que sube y contrarrelojea, pero admiro a Nairo m¨¢s que a nadie¡±.
Daniel Felipe Gonz¨¢lez viv¨ªa en Marsella, Risaralda, nacido en una tierra de caf¨¦ que compone de lejos una estampa buc¨®lica y bella. Su abuelo se arruin¨® y tuvo que vender la finca de la vereda El Rayo cuando Starbucks hundi¨® el mercado del caf¨¦, que lleg¨® a valer tan poco como 400 pesos el kilo (ni 20 c¨¦ntimos de euro). Despu¨¦s de vivir un tiempo en Pereira lleg¨® a Medell¨ªn con una mochila y una mano delante y otra detr¨¢s. Va para ciclista a lo Valverde o a lo Contador, de chispa y ataque, y tambi¨¦n estudia Antropolog¨ªa y Arqueolog¨ªa en la Universidad de Medell¨ªn.
Y tambi¨¦n est¨¢n dos mujeres j¨®venes, Carolina y Mariana. Y Carolina lleg¨® de Venezuela, de la isla Margarita, y sus ojos se llenan del azul del mar hermoso y brillan cuando lo dice, y la nostalgia es inevitable. Su madre trabaja tres d¨ªas a la semana en un restaurante; su padre a¨²n no tiene pasaporte colombiano y no puede trabajar, y ella estudia y ser¨¢ ciclista. Y alg¨²n d¨ªa ganar¨¢ una carrera y emocionar¨¢ a los que la vean. Y todos querr¨¢n ser como ella al menos un minuto de su vida.
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