Nanga Parbat, la obsesi¨®n con la ¡®monta?a asesina¡¯
La reciente muerte de dos alpinistas en la cumbre m¨¢s mortal tras el Annapurna acent¨²a la ag¨®nica lucha con esta cima desde hace m¨¢s de un siglo
Conquistar una monta?a, derribarla, someterla, tumbarla¡ este fue el discurso que llev¨® al ser humano hasta la cima de las monta?as m¨¢s imponentes del planeta. El planteamiento, de corte b¨¦lico y nacionalista, contempl¨® la conquista de los 14 ochomiles como un asunto de Estado: no se trataba de escalar, sino de plantarse en la cima y hacer propaganda. Era una obsesi¨®n que, en el caso de Alemania, result¨® enfermiza. Fue con el Nanga Parbat (8.125 metros), pero pudo haber sido con otra cima. El caso es que Inglaterra acechaba ya el Everest, el K2 era un atrevimiento y el Kangchenjunga era demasiado dif¨ªcil. Aislado del resto de cumbres, el macizo del Nanga Parbat resulta colosal a la vista y el acceso es menos complejo que el que exigen el resto de ochomiles. Adem¨¢s, contempla la pared m¨¢s alta del planeta, en su vertiente Rupal: un abismo de 4.500 metros. Por eso fue escogida por Alemania y su fijaci¨®n dur¨® d¨¦cadas, dej¨® un pu?ado de ¨¦xitos y un imponente reguero de cad¨¢veres diseminados por las laderas de la Monta?a desnuda, como se conoce en Pakist¨¢n. Tambi¨¦n dej¨® relatos extraordinarios y frases terribles, como esta de Reinhold Messner: ¡°Buscando a mi hermano [entre los restos de una avalancha, en 1970] conoc¨ª la locura¡±.
Las obsesiones colectivas o individuales explican casi todos los avances del ser humano, tambi¨¦n en materia de alpinismo. Hay obsesiones m¨¢s leg¨ªtimas y puras que otras, pero en los asuntos de monta?a la muerte puede acabar juzgando el l¨ªmite de cualquier obsesi¨®n. Todav¨ªa hoy existen mil maneras de entender (compartir es otra cosa) por qu¨¦ un alpinista arriesga su vida para escalar una monta?a. Los alemanes, igual que los franceses, los italianos o los norteamericanos, deseaban conquistar una de la 14 monta?as m¨¢s elevadas del planeta, as¨ª que se giraron hacia el Nanga Parbat, curiosamente el primer ochomil examinado y atacado: fue en 1895, a instancias de Albert Mummery, desaparecido en el intento. Este episodio disuadi¨® a los m¨¢s osados, pero en 1932 una expedici¨®n alemana dirigida por Willy Merkl se plant¨® en unos verdes prados a los pies de la vertiente Rakhiot: planteada como una expedici¨®n de reconocimiento, el equipo alcanz¨® casi los 7.000 metros de altitud y entendi¨® que la ruta a la cima pasaba por all¨ª. Dos a?os despu¨¦s, Merkl regres¨®, esta vez absolutamente respaldado por el r¨¦gimen nazi: aqu¨ª arranca la leyenda negra del Nanga Parbat.
A principios de julio de 1934, 16 hombres acampaban a 7.800 metros, bajo un sol espl¨¦ndido. Al d¨ªa siguiente, pensaban, alcanzar¨ªan la cima. Pero esa misma noche, una tremenda tormenta se desat¨® en la monta?a, atrapando al grupo a unos 7.400 metros. Lo que sigue fue una huida escalofriante de la muerte¡ hacia la muerte. El propio Merkl, dos alpinistas alemanes y seis porteadores de la etnia sherpa de Nepal fallecieron de hipotermia y agotamiento en lo que se retrat¨® como una de las mayores agon¨ªas de la historia del alpinismo, categor¨ªa que hubo que revisar a la baja cuando, en 1937, una avalancha seg¨® en un instante la vida de los 16 monta?eros (siete alemanes y nueve sherpas) que descansaban en el campo cuatro.
Entonces, ya se conoc¨ªa dicha cima como la monta?a del destino de los alemanes. O como la monta?a asesina. En 1953, un total de 31 personas hab¨ªa fallecido tratando de conquistarla. Pero los alemanes segu¨ªan empe?ados en lograrlo tras el par¨¦ntesis de la Segunda Guerra Mundial. El doctor Karl-Maria Herrligkoffer, de casi nula experiencia alpin¨ªstica aunque enamorado del recuerdo de su hermanastro mayor, Willy Merkl, recogi¨® el testigo. Con un fanatismo y unas maneras de corte militar, Herrligkoffer logr¨® reunir a un potente equipo germano-austriaco cuya estrella era Hermann Buhl, nacido en Austria. Pero Buhl no obedec¨ªa a nadie en la monta?a: as¨ª, lanz¨® un solitario ataque a cima ayudado por un f¨¢rmaco estimulante conocido como Pervitin y desarrollado por la Luftwaffe para mantener despiertos y alerta a sus pilotos. Alcanz¨® la cima y regres¨® hasta el ¨²ltimo campo de altura tras 40 horas, para asegurar que hab¨ªa sido el mejor d¨ªa de su vida, y esto pese a que pas¨® toda la noche de pie en una repisa min¨²scula, sin el piolet ni uno de sus crampones, aferrado a sus bastones de esqu¨ª en una mano mientras con la otra se sujetaba a un saliente de roca. Tambi¨¦n tom¨® Padutin, para evitar congelaciones. Ir¨®nicamente, la monta?a de los alemanes, fue conquistada finalmente por un austriaco¡
Pero la obsesi¨®n de Herrligkoffer no acab¨® aqu¨ª: dirigi¨® con ¨¦xito la primera ascensi¨®n del Nanga por la vertiente Diamir y su obsesi¨®n se gir¨® hacia la vertiente Rupal. Aqu¨ª arranca tambi¨¦n la obsesi¨®n de Reinhold Messner con esta monta?a: ¨¦l y su hermano G¨¹nther so?aban desde ni?os con dicha pared, el mayor reto asumible por un alpinista. A expensas de Herrligkoffer, Reinhold hizo lo que le vino en gana una vez en la monta?a y decidi¨® atacar en solitario la parte final hasta la cima. Su hermano y otro compa?ero deb¨ªan colocar cuerda fija en el corredor final para asegurarse una c¨®moda retirada. Pero G¨¹nther desobedeci¨® a su vez y sali¨®, horas despu¨¦s, tras la estela de su hermano. Sin saberlo, sell¨® su destino. Agotados, alcanzaron la cima, pero no pod¨ªan bajar por donde hab¨ªan subido. Desesperado y con G¨¹nther al borde del colapso, Reinhold decidi¨® descender por la vertiente opuesta de la monta?a, la Diamir, a ciegas.
Reinhold asegurar¨ªa despu¨¦s que una figura, una alucinaci¨®n, gui¨® sus pasos. Juntos, tras dos vivacs, alcanzaron el pie de la monta?a y cuando parec¨ªan a salvo, un alud sepult¨® a G¨¹nther, algo m¨¢s retrasado en la marcha. Messner escarb¨®, grit¨® y gimi¨® en la nieve todo un d¨ªa, neg¨¢ndose a dejar de buscar. No sab¨ªa si segu¨ªa vivo cuando unos pastores lo encontraron, descalzo y con los dedos de los pies devastados por las congelaciones. Herrligkoffer le acus¨® de haber abandonado a su hermano en la cumbre. Reinhold regres¨® muchas veces al pie de la monta?a para dar con los restos y salvar su honor. En 1978 escal¨® en solitario y sin expedici¨®n de apoyo el Nanga Parbat, abriendo una v¨ªa nueva, pero solo descans¨® cuando en 2005 se hallaron en el glaciar inferior de la monta?a parte de los restos de G¨¹nther.
El Nanga Parbat tambi¨¦n atrap¨® y solt¨® al norteamericano Steve House. En 2005, Vince Anderson y ¨¦l abrieron una l¨ªnea directa por la vertiente Rupal y descendieron atravesando la monta?a. House prepar¨® esa expedici¨®n durante 15 a?os y al pisar la cima supo que ser¨ªa la mejor cosa ¡°que har¨ªa en la vida¡±. Seg¨²n sus palabras, ¡°compart¨ª con Vince la robusta motivaci¨®n de los obsesionados¡¡±.
Despu¨¦s de todo esto, s¨®lo faltaba escalar en invierno el Nanga Parbat: en 2016 Simone Moro, Ali Sapdara y Alex Txikon lograron la primera invernal. En 2018, la francesa R¨¦vol y el polaco Mackiewicz repitieron la gesta. Mackiewicz falleci¨® durante el descenso: era su s¨¦ptima expedici¨®n a la monta?a. Daniele Nardi, obsesionado con una primera invernal abriendo una nueva ruta por el espol¨®n Mummery, falleci¨® hace escasos d¨ªas junto a Tom Ballard, en su quinta tentativa, elevando la cifra de muertos totales hasta los 85. Solo el Annapurna es m¨¢s mortal en la relaci¨®n entre ascensiones y v¨ªctimas. Steve House crey¨® que tampoco escapar¨ªa: ¡°Una monta?a me absorbi¨® a?os atr¨¢s. Ahora espero emerger¡±.
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