Los vagos ¨¦ramos nosotros
Ahora se juegan de 10 a 20 partidos m¨¢s por a?o que en mi ¨¦poca y las pretemporadas las hacen en para¨ªsos de 40 grados a la sombra
Di¨¢logo de sordos. Algunos futbolistas viven en una realidad paralela y hay una raz¨®n: ninguna de las personas que les rodean tiene sentido cr¨ªtico. Elogiar asegura mejor el puesto de trabajo que reprobar. No quiero dejar pasar el episodio que protagoniz¨® Coutinho, que ha tenido un mal a?o. Valverde le tuvo paciencia, sus compa?eros lo respaldaron y la afici¨®n le pit¨® un poco, no mucho. As¨ª es la vida. En cuartos de Champions marc¨® un buen gol al Manchester y decidi¨® vengarse de la gente con un gesto lamentable. Pareci¨® preguntarle a la multitud: ¡°?Y ahora qu¨¦ me cuentan?¡±. Si la afici¨®n supiera contestar le hubiera dicho, primero: ¡°No me jodas la alegr¨ªa del gol con esta reacci¨®n infantil¡± (cuesta imaginarse a una hinchada hablando educadamente). Y segundo: ¡°Si nadie te cuenta la verdad, cu¨¦ntatela t¨² mismo, que ya tienes edad¡±. L¨¢stima que la hinchada, como el entorno del jugador, no sepa hablar.
Medio centro, jugador entero. El medio centro. He aqu¨ª un hombre de pie en un vital cruce de caminos, a veces sembrando y a veces podando. Las tareas que se le asignan tienen una prioridad: no puede darse el lujo de pensar en s¨ª mismo. Necesita orden posicional y criterio colectivo. Se suele valorar su despliegue y velocidad, cosas superficiales para la funci¨®n. Guardiola, adem¨¢s de lento, era fr¨¢gil; Fernando Redondo usaba los brazos como remos para defenderse de su falta de velocidad; Xabi Alonso ten¨ªa el culo gordo para decirlo con palabras de un directivo; a Busquets nadie lo confundir¨ªa con un jugador veloz¡ Todos, maravillosos especialistas para distribuir juego en fase ofensiva y para cerrar el tr¨¢nsito cuando se trata de defender. Como lo que es excepcional para una generaci¨®n es rutinario para la siguiente, lleg¨® Rodri, que en el Atl¨¦tico de Madrid parece traer todo lo admirable de los mejores de siempre.
Correr, pensar, jugar¡ Sterling pas¨® de jugar a la pelota a jugar al f¨²tbol con apenas cuatro conceptos b¨¢sicos que le agreg¨® a sus portentosas condiciones naturales. Tener un lugar de partida, saber d¨®nde debe arriesgar, entender que los compa?eros est¨¢n para apoyarse y descubrir que la porter¨ªa tiene rincones. Su musculatura de velocista no le cabe en el cuerpo y sobresale en unos gl¨²teos como piedras que son un turbo acelerando, un freno parando y un eficaz sistema de contrapesos equilibrando. Hubo un tiempo que corr¨ªa m¨¢s r¨¢pido que su pensamiento. O corr¨ªa o pensaba. Ahora puede hacer las dos cosas juntas, incluso mascar chicle al mismo tiempo, sin confundirse. Guardiola le llen¨® el f¨²tbol de referencia y con eso logr¨® que un futbolista desconcertante pusiera orden a sus virtudes. Como los jugadores devuelven la confianza con intereses, Sterling le dice gracias a Guardiola llevando al City un poco m¨¢s lejos cada d¨ªa.
Antes s¨ª que¡ El mejor ejemplo de la tramposa fascinaci¨®n que provoca la nostalgia no es opinable, sino medible. En estos tiempos de madridismo errante, cuando se me acerca alguien de cierta edad, es para decirme cosas tan discutibles como la siguiente: ¡°Ustedes s¨ª que se dejaban el alma en el campo y no como estos vagos¡±. Lo cierto es que nosotros corr¨ªamos entre ocho y nueve kil¨®metros por partido, y estos vagos 10 con picos que superan los 12. M¨¢s a favor de los vagos: juegan de 10 a 20 partidos m¨¢s que nosotros por a?o y las pretemporadas las hacen en para¨ªsos de 40 grados a la sombra, jugando contra equipos de primer nivel con los que est¨¢ prohibido perder por una cuesti¨®n de imagen. De manera que, en este punto, tampoco tenemos que dejarnos enga?ar por la nostalgia porque, seg¨²n los datos y aunque sienta decirlo, los aut¨¦nticos vagos ¨¦ramos los que nos dej¨¢bamos el alma.
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