La carrera del fin del mundo
Kilian Jornet gana la dur¨ªsima marat¨®n de monta?a de Zegama por novena vez en sus diez participaciones
¡°?Y encima sonr¨ªen!¡±, se asombra un espectador, que lleva horas sentado en una ladera empinada, mientras disfruta del sol. Los atletas ascienden hacia la ermita de Sancti Spiritu -?a qui¨¦n se le ocurri¨® levantarla all¨ª?- despu¨¦s de 19,6 kil¨®metros, algunos casi a gatas por la pendiente; los m¨¢s fuertes, erguidos, pero sufriendo, y todav¨ªa tienen ganas de sonre¨ªr y chocar las manos en medio de la multitud que les espera, les aplaude, les jalea, y se abre a su paso, camino de la cima del Aizkorri, a 1.523 metros. Hace mucho que han dejado de escuchar el Titans de Vangelis que les despidi¨® en la salida de Zegama, a las nueve de la ma?ana, ya con casi 20 grados de temperatura.
Son unos bestias con ganas de marcha, de probarse en una de las carreras del Golden Trail World Series. Se exprimen hombres y mujeres. Hace calor, mucho, cuando, bien despiertos, los corredores que van a tomar parte en la marat¨®n de monta?a, que acumula un desnivel cuesta arriba de 5.472 metros, esperan el disparo que indica el comienzo del infierno. All¨ª, en la plaza del pueblo, en pleno Goierri guipuzcoano, un angosto valle entre monta?as, al que se llega por una carretera estrecha, cortada por la Ertzaintza desde las seis de la ma?ana, porque no hay lugar para m¨¢s veh¨ªculos, o m¨¢s gente. Medio millar de participantes, y entre ellos la estrella que brilla en cada edici¨®n en la que toma parte, el catal¨¢n Kilian Jornet (Sabadell, 1987), hijo de un guarda de monta?a en los Pirineos y una profesora de deportes de monta?a, y que se enamor¨® de Zegama a primera vista, cuando corri¨®, gan¨® y se qued¨® prendado por el ambiente, ¡°pero tambi¨¦n por el barro y la lluvia¡±, ausentes esta vez.
Todos miran a Jornet, ganador de ocho ediciones, como miraban hace 101 a?os a la reina Alejandra asomada a su balc¨®n del palacio de Windsor en 1908, cuando la marat¨®n de 42 kil¨®metros se alarg¨® 195 metros para que pudiera comenzar a los pies de su graciosa Majestad, aquel d¨ªa que Dorando Pietri lleg¨® al estadio ol¨ªmpico agotado y desorientado.
Jornet no es como Pietri, ni los 195 metros de m¨¢s le suponen un trastorno. Su resistencia f¨ªsica est¨¢ a salvo de cualquier comparaci¨®n. Vive en Noruega, se entrena cuatro horas al d¨ªa, todos los d¨ªas del a?o. El hombre que ascendi¨® el Everest cuando no hab¨ªa atascos, en 26 horas y media, dos veces en una semana en 2017, es una estrella de los deportes de resistencia. Es la estrella, y como tal es tratado en Zegama. Todos le conocen, le veneran.
Sonr¨ªe Jornet, camiseta blanca ligera, pantal¨®n negro, zapatillas anaranjadas, gorra celeste y cuerpo enjuto, mientras suena la m¨²sica de Vangelis y ¨¦l, en primera fila, con 500 atletas m¨¢s detr¨¢s, se dispone a sufrir y a disfrutar. Como Kilian, muchos se enchufar¨¢n despu¨¦s a Strava, la red social que recoge sus datos de la carrera, pero, en la salida no piensan en eso. Justo les da tiempo a poner en marcha el crono al escuchar el disparo. Enseguida se coloca en cabeza Jornet. Para cuando el primer atleta, un alem¨¢n, se retira en el primer kil¨®metro, ya tiene despejado el horizonte, junto a Andy Wacker, el estadounidense que tuitea una buc¨®lica imagen del cartel de entrada a Zegama entre flores y hierba.
Juntos llegan a Sancti Spiritu, y sonr¨ªen, pero a partir de all¨ª, el catal¨¢n camina, corre y gatea solo por las descarnadas crestas de Aizkorri, un zigzag entre rocas, en la carrera del fin del mundo. El sol pega fuerte. ¡°Ha sido dur¨ªsimo¡±, reconoce Kilian. ¡°Es lo ¨²nico que hubiera cambiado, pero nada m¨¢s, porque esta carrera es ¨²nica, y la hace ¨²nica la gente que nos anima, as¨ª que da lo mismo ser primero que d¨¦cimo. El ambiente es brutal¡±.
Pero, por si acaso, ¨¦l es primero. Sin r¨¦cord, por el calor, pero por debajo de las cuatro horas ¨C3h 52¡¯47¡±¨C. Solo cuatro atletas consiguieron superar esa barrera. La novena vez en diez participaciones, y al llegar, recibido otra vez por Titans?atronando por la megafon¨ªa, saluda, se da la vuelta, y se pega 195 metros, los que como vuelta de honor, antes de que lleguen el polaco Bartlomiej Przedwojeswski y el franc¨¦s Thibaut Aronian, que acompa?ar¨¢n en el podio al pr¨ªncipe de Zegama. Tres cuartos de hora despu¨¦s llega a la meta la noruega Eli Anne Dvergsdal ¨C4h36¡¯05¡±¨C, la primera mujer, destrozada por el calor. Cuando las asistencias le acercan una botella de agua, se la arroja por la cabeza. Ella tambi¨¦n sonr¨ªe. Hasta el corredor que tuvo que ser evacuado en helic¨®ptero desde la Cueva de San Adri¨¢n, por una lesi¨®n de tobillo, lo hace.
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