La absurda ejemplaridad
Sorprende una censura de tal magnitud. Siempre he desconfiado de la inflexibilidad de las personas y de los organismos que con actuaciones dr¨¢sticas pretenden demostrar al mundo su pulcritud
Como a tantas personas del mundo del tenis, la noticia de la expulsi¨®n del ¨¢rbitro Dami¨¢n Steiner por parte de la ATP me caus¨® gran asombro. Dejar a una persona sin su puesto de trabajo deber¨ªa responder siempre a causas graves e irreversibles. Y esto es lo que pens¨¦ que hab¨ªa ocurrido: que el argentino, tan correcto y valorado por los tenistas, como por sus compa?eros de profesi¨®n, sorprendentemente, deb¨ªa haber cometido alguna tropel¨ªa importante.
Sin embargo, si lo que ha trascendido es verdad, su error consisti¨® en no pedir permiso para conceder unas entrevistas y comentar que le parecer¨ªan bien ciertos cambios en el circuito, como que el coaching estuviera permitido o que no hubiera Let, dos puntos de vista, por otra parte, bastante compartidos en el mundo de tenis.
Parece ser que tambi¨¦n incurri¨® en una falta garrafal al comentar que pens¨® que Federer ganar¨ªa la final de Wimbledon de este a?o, que ¨¦l mismo arbitr¨®, cuando el suizo tuvo dos bolas de partido en el quinto set. Ni que hubiera desvelado un secreto de estado.
Steiner ¡°viol¨® directamente el protocolo est¨¢ndar¡±, seg¨²n dictaba el documento que public¨® la ATP. Me dar¨ªa risa escribirlo si no fuera porque esgrimiendo este argumento dicha asociaci¨®n ha despedido al juez argentino. ?Tan dif¨ªcil es entender que una persona pueda cometer una equivocaci¨®n? ?De verdad es aceptable que, despu¨¦s de m¨¢s de 15 a?os de probada profesionalidad, tales entrevistas a los medios de su pa¨ªs y, sobre todo, tales contenidos sean motivo de tal sanci¨®n?
En Argentina, pa¨ªs conocido por su gran pasi¨®n por el tenis aunque, a¨²n m¨¢s, por el f¨²tbol, est¨¢n orgullosos de que Dami¨¢n haya sido el primer argentino en arbitrar una final masculina de Grand Slam, de que posea la chapa de oro de la ITF, distinci¨®n m¨¢xima, y de que est¨¦ tan bien considerado en el circuito profesional. A su regreso a su pa¨ªs, despu¨¦s de la final del major brit¨¢nico, la prensa especializada quiso saber algunas de sus impresiones. Tanto si ¨¦l fue consciente de su error como si no, la medida que se ha tomado es inexplicable.
Ayer lo defendieron p¨²blicamente John Isner, Carlos Berlocq y Boris Becker, quienes calificaron la decisi¨®n de absurda, manifestaron que es un ¨¢rbitro fant¨¢stico y querido por los jugadores, y desearon que se reconsidere la decisi¨®n.
Realmente, sorprende una censura de tal magnitud bien entrado el siglo XXI. Y sorprende much¨ªsimo m¨¢s que tal desproporci¨®n venga de la mano del mismo organismo que no solo no recrimina ni sanciona las declaraciones groseras de un tenista hacia otros, sino que m¨¢s bien lo alienta a que ¡°no cambie nunca¡±.
No concibo esta supuesta ejemplaridad, esta decisi¨®n tan tajante como carente de la m¨¢s m¨ªnima compasi¨®n. La ATP deber¨ªa encontrar m¨¢s satisfacci¨®n en reconocer una trayectoria intachable hasta ahora y en aconsejar y reconducir la actuaci¨®n de Dami¨¢n si se ha saltado el protocolo, que en mostrar lo implacables y estrictos que son todos ellos al aplicar tal medida. Siempre he desconfiado de la inflexibilidad de las personas y de los organismos que con actuaciones dr¨¢sticas pretenden demostrar al mundo su pulcritud.
Aunque, bien pensado, nada deber¨ªa sorprendernos tanto. Demasiada gente est¨¢ dispuesta a no dejar pasar ni una y a sancionar el fallo del otro, en vez de reconocer y enmendar el propio. Esto ¨²ltimo ser¨ªa, desde luego, lo ¨²nico ejemplar de verdad.
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