Si Messi ha visto el partido del City...
Si el argentino se pone en la piel de Mahrez, Gabriel Jes¨²s o Sterling, recordar¨¢ c¨®mo era el f¨²tbol cuando un equipo entero se preocupaba de nutrirlo de balones cerca del ¨¢rea
El Bar?a de Quique Seti¨¦n es, principalmente, un equipo apocado. Y, sin embargo, tampoco deber¨ªa ser este el aspecto m¨¢s preocupante a ojos de sus dirigentes, socios y aficionados. A fin de cuentas, el temor durante la lucha y el miedo ante las amenazas son sentimientos asumibles, perfectamente l¨ªcitos, incluso me atrever¨ªa a decir que recomendables. En reconocer la propia cobard¨ªa y enfrentarla suele residir el secreto del ¨¦xito pero para ello se necesita de cierto m¨¦todo, de un planteamiento sobre el que sostener la pelea, de un plan que te respalde. En N¨¢poles, como tantas otras veces durante los ¨²ltimos meses, el Bar?a fue un equipo que se limit¨® a dejar correr el tiempo pas¨¢ndose la pelota sin mayor intenci¨®n que disimular sus propios temores, como si por jugar con las manos en los bolsillos fueran a pensar sus rivales que oculta una pistola. Es el tipo de trucos que solo funcionan una vez en la vida y ni siquiera creo que haya un solo italiano que no haya visto, todav¨ªa, la primera parte de El Padrino.
El cruyffismo, del que hace tanta gala hace Seti¨¦n en rueda de prensa, se demuestra andando, como el movimiento: no basta con afear los planteamientos conservadores de Bordal¨¢s o tatuarse el nombre de Johan en la frente. Partidos como el del pasado martes no hacen m¨¢s que cargar de razones a quienes llevan a?os tratando de ridiculizar la filosof¨ªa del holand¨¦s, a todos aquellos que aprovechan la m¨ªnima ocasi¨®n para convertir lo anecd¨®tico en sustancial. El Bar?a de Seti¨¦n acumula posesi¨®n y pases como materias computables, tapas de yogur que luego se pueden cambiar por goles en una oferta que solo existe en las cabezas de algunos. Lo que siempre han sido herramientas para lograr un fin hoy son utilizadas como armas arrojadizas o escudos de contenci¨®n, razones para sostener un hipot¨¦tico regreso a las esencias que, repito, solo existe en las cabezas o los deseos de algunos. Cualquier aficionado que haya visto al Manchester City en el Santiago Bernab¨¦u entiende la diferencia b¨¢sica entre prometer y proponer, que es lo que separa a un adorador de Cruyff de sus verdaderos herederos.
Cabe suponer, por cierto, que Leo Messi ni siquiera se molestar¨ªa en ver el partido de ayer. En varias ocasiones ha declarado que no disfruta demasiado del f¨²tbol por televisi¨®n, m¨¢s all¨¢ de alg¨²n cl¨¢sico de Rosario, lo que deber¨ªa servir para tranquilizar a los seguidores del Bar?a. Porque si el argentino se acomoda frente a la pantalla y se pone en la piel de Mahrez, Gabriel Jes¨²s o Sterling, recordar¨¢ c¨®mo era el f¨²tbol cuando un equipo entero se preocupaba de nutrirlo de balones cerca del ¨¢rea, o en situaciones de superioridad. Y est¨¢ muy bien que todo el mundo se pregunte qu¨¦ ser¨¢ del Bar?a cuando ya no est¨¦ Messi pero la pregunta trascendental, la que nadie parece dispuesto a hacerse y mucho menos a contestar, incluyendo al propio implicado es: ?qu¨¦ ha sido de Messi en sus ¨²ltimos a?os en el Bar?a? La contestar¨ªa yo mismo si no fuera, al igual que el Bar?a de Seti¨¦n, un objeto volante no identificado que se diluye entre lo nost¨¢lgico y lo cobarde.
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