Con 19 grandes, Djokovic redobla su amenaza
El n¨²mero uno remonta a Tsitsipas tras m¨¢s de cuatro horas (6-7(6), 2-6, 6-3, 6-2 y 6-4) y festeja su segundo t¨ªtulo en Par¨ªs, el segundo ¡®major¡¯ del a?o, para situarse a solo uno de Nadal y Federer
Brazos en cruz y dedo ¨ªndice al cielo, el ilusionista de las mil y una vidas atrapa la recompensa que redondea un plan perfecto. Pese a que Stefanos Tsitsipas se ha revuelto como una mangosta, Novak Djokovic cierra con una volea, celebra la remontada (6-7(6), 2-6, 6-3, 6-2 y 6-4) y saborea su segundo trofeo en Par¨ªs, donde el debate hist¨®rico entre ¨¦l, Rafael Nadal y Roger Federer ¡ª55 de los 64 ¨²ltimos grandes entre los tres¡ª vive un episodio que lo pone todo patas arriba. El serbio, 34 a?os, eleva su segundo major de la temporada y colecciona ya 19, de modo que figura a un solo pelda?o del suizo y el espa?ol, con el litigio masculino m¨¢s comprimido que nunca.
Han transcurrido 4h 11m de final, la cuarta m¨¢s extensa en el Bois de Boulogne, que no presenciaba una a cinco sets desde 2004; entonces, Gast¨®n Gaudio bati¨® a Guillermo Coria. Le flanquean Bj?rn Borg y Jim Courier, departe en franc¨¦s y los libros le se?alan como el primer tenista en la Era Abierta (desde 1968) que logra reunir los cuatro grandes al menos dos veces; previos al profesionalismo relucen los australianos Rod Laver y Roy Emerson, pero Djokovic, 84 t¨ªtulos, vuela hacia otra dimensi¨®n diferente. Abraza la Copa de los Mosqueteros con mimo mientras Tsitsipas, bravo en la batalla y hundido en el parlamento, le reconoce y dice que volver¨¢. Lo har¨¢.
Pese al cosquilleo l¨®gico que produce pisar por primera vez la final de un grande, doble falta como punto de partida, el griego (22 a?os) aguanta perfectamente el tipo durante todo el primer parcial. A diferencia de la mayor¨ªa de sus compa?eros de generaci¨®n y de las nuevas hornadas de j¨®venes, respeta, pero no teme. No puede, no debe. Es el ¨²nico camino. No le intimida la alargad¨ªsima sombra de los tres gigantes, a los que ha tumbado ¡ªen m¨¢s de una ocasi¨®n a todos ellos¡ª ofreciendo serios indicios de que un d¨ªa u otro puede dar el gran golpe.
Volte¨® a Nadal (35) este a?o en Melbourne, remont¨¢ndole dos sets, y tanto Federer (39) ¡ªinclinado hace dos cursos en Australia y en las semifinales de un Masters¡ª como Djokovic (34) ¡ªShangh¨¢i y Canad¨¢, parajes nada menores¡ª saben perfectamente de sus condiciones. No se arruga Tsitsipas. Valent¨ªa por delante.
Salta a la pista sabiendo que entra en un laberinto, y que dar con la llave de salida pasa exclusivamente por mantener la cabeza fr¨ªa y saber apretar los dientes cuando el fuego apriete. Djokovic camina intimidatorio, neg¨¢ndole cualquier hueco al resto; no le cede un solo punto hasta el octavo turno de servicio, cuando el serbio descubre que la tarde no va a ser especialmente agradable. El sol cae con dureza en la central, sopla un vientecillo que desestabiliza la trayectoria de la bola y al intentar cazar una dejada, Nole se da de bruces contra la arena.
No est¨¢ c¨®modo el n¨²mero uno, que delante encuentra un front¨®n que repele y escupe la bola con much¨ªsima determinaci¨®n. Luz roja: con 5-4 y 30-40 se ve obligado a levantar una bola de set. Y aun as¨ª, picando piedra encuentra una v¨ªa para extraer petr¨®leo, porque al ateniense le puede la precipitaci¨®n y con una derecha larga habilita la primera rotura; sin embargo, recibe una respuesta fulminante. 6-6. El rev¨¦s de Tsitsipas, ni un mal adem¨¢n ni una sola queja, resiste y conduce hacia el tie-break, en el que el chico, delicioso reverso a una mano, lanza un ¨®rdago a la grande.
Aunque Djokovic se pone el traje de escapista y le quita el caramelo de la boca, recort¨¢ndole un 4-0 de arranque y el 5-2 posterior, a dos puntos de la recompensa, persiste y enfila al balc¨¢nico con todo: despu¨¦s de negarle la oportunidad de llevarse el set, con 5-6 adverso, le suelta tres latigazos seguidos y abre el primer interrogante: ?realidad o espejismo? ?Tiene cimientos s¨®lidos la afrenta del griego? As¨ª lo demuestra. Todav¨ªa m¨¢s rocoso y con la misma decisi¨®n, desborda en el segundo set, cerrando las dos primeras mangas con solo 12 errores y planteando otro Everest para Nole, que ven¨ªa de escalar al mism¨ªsimo Nadal en su fort¨ªn de la Chatrier.
?Qu¨¦ le ocurre al de Belgrado? ?Est¨¢ o no est¨¢? ?Se vaci¨® por completo la noche del viernes, hip¨®tesis nada descartable dado el peaje que suele acompa?ar a la faena de batir al espa?ol?
Dos sets abajo, le empujan sus paisanos: ¡°?Idemo, idemo, idemo!¡±. Y el tigre despierta porque Djokovic, parezca lo que parezca, siempre est¨¢ ah¨ª, nunca desiste. Jam¨¢s se le debe dar por muerto, por muy ausente que pueda parecer o muy destemplado que se le vea. El eterno trampantojo. Se las sabe todas, Nole. Se oye desde la grada un ¡°?vamos, Rafa!¡± que tiene un efecto contraproducente al pretendido por el autor del grito; no hay mejor acicate para el serbio que recordarle hacia d¨®nde va, qu¨¦ persigue. Entonces, su juego se multiplica y recupera el color, toda su expresi¨®n. Pero de manera controlada.
No hay aspavientos ni signos de sobreexcitaci¨®n, no hacia afuera. Pelotea de modo rob¨®tico, dicta, abre con el rev¨¦s y va desplegando sus cartas. Se viene Djokovic, entra en trance. Acosa y acosa en el cuarto juego del tercer parcial, en el que Tsitsipas aguanta cuatro empellones, que no el quinto. Y el break, para 3-1, tiene un efecto desestabilizador, cat¨¢rtico para el balc¨¢nico. A partir de ah¨ª, navega a placer y al griego empieza a pesarle demasiado el duelo y le duelen las lumbares, extenuante exigencia la de seguir ese ritmo militar, esa zozobra permanente. Es la impronta de la vieja guardia: competir al l¨ªmite, de la primera a la ¨²ltima pelota. Sin tregua.
El ejercicio mental para el griego es tremendo. Dos sets iguales ya, Djokovic le roe como si fuera un ej¨¦rcito de termitas y la grada se pronuncia intentando reanimarle, y ¨¦l resiste a los embates hasta que su coraza (rotura para 2-1) termina saltando por los aires. El n¨²mero uno, un Maquiavelo de la raqueta, ha guiado el partido exactamente hacia donde le interesaba, a esa falsa ilusi¨®n que tantos y tantos ¨¦xitos le ha reportado. El aspirante guerrea hasta el final con dignidad y cabeza dura, pero no hay marcha atr¨¢s: por segunda vez, cinco a?os despu¨¦s, Djokovic festeja en Par¨ªs, completando una jugada maestra y aplicando otro brusco giro a la historia. Son ya 19 para ¨¦l.
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