Hungr¨ªa, del 8-3 a Alemania al milagro de Berna
El f¨²tbol magiar domin¨® la d¨¦cada de los 50 con partidos antol¨®gicos, pero con una derrota desoladora en la final del Mundial 54
Con un Alemania-Hungr¨ªa en el escaparate de la Eurocopa este mi¨¦rcoles, el t¨²nel del tiempo viaja a la mitad del siglo pasado. Al equipo de oro. Aranycsapat, en h¨²ngaro. As¨ª se conoc¨ªa por toda Europa a la selecci¨®n magiar que arrollaba a su paso en la d¨¦cada de los 50. Campeones ol¨ªmpicos en los Juegos de Helsinki 52, sus partidos se contaban por victorias y casi todos por goleada. No ten¨ªan rival. El 25 de febrero de 1953 se convirti¨® en la primera selecci¨®n no brit¨¢nica en derrotar a Inglaterra en Wembley (3-6). Aquella exhibici¨®n se gan¨® el apelativo de ¡°partido del siglo¡±. El 23 de mayo de 54, en Budapest, los ingleses, heridos en su orgullo, buscaban la revancha. Salieron a¨²n m¨¢s trasquilados (7-1).
Al mes siguiente se disputaba en Suiza el primer Mundial jugado en Europa despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial. El campeonato solo ten¨ªa un favorito: Hungr¨ªa. Extra?a f¨®rmula de competici¨®n. En un grupo de cuatro, cada equipo solo se enfrentaba a dos rivales. El primer partido fue un paseo para los magiares: 9-0 a Corea. La siguiente cita era contra la Rep¨²blica Federal Alemana. Sebes, el prestigioso t¨¦cnico magiar, ten¨ªa un once base: Grosics; Buzanski, Lantos, Lorant; Bozsik, Zakarias; Toth, Kocsis, Hidegkuti, Puskas y Czibor. El mismo equipo que ven¨ªa del 7-1 a Inglaterra y solo un cambio con relaci¨®n al que hab¨ªa arrasado en Wembley 15 meses antes.
A aquella selecci¨®n alemana la entrenaba un viejo zorro futbol¨ªstico, Sepp Herberger, y en ese encuentro contra Hungr¨ªa sali¨® con varios de los jugadores menos habituales. Algo tramaba. Parec¨ªa que no le importaba perder. Estaba seguro de que en el desempate contra Turqu¨ªa iba a ganar, como as¨ª fue (7-2). Parec¨ªa tenerlo todo controlado. Prefer¨ªa pasar segundo de grupo que primero. As¨ª no se enfrentar¨ªa a Brasil y Uruguay y s¨ª a Yugoslavia y Austria.
Adem¨¢s, un lance de ese partido hac¨ªa sospechar que el t¨¦cnico alem¨¢n ten¨ªa en su mente el futuro e intu¨ªa que en la final se iba a volver a ver las caras contra los de Sebes. Casual o voluntariamente, Liebrich, el marcador de Puskas, le dio una patada en el tobillo y adem¨¢s cay¨® sobre ¨¦l. Ferenc sali¨® tan lastimado que ya no jug¨® los cuartos, ni las semifinales. En la final apareci¨® visiblemente mermado f¨ªsicamente. Hasta en Alemania criticaron duramente la acci¨®n y Herbeger se agarr¨® a una de sus frases preferidas: ¡°Despu¨¦s del partido ya es antes del siguiente partido¡±. Hungr¨ªa se impuso por 8-3 con cuatro goles de Kocsis, dos de Hidegkuti, uno de Puskas y otro de Toth. Una exhibici¨®n.
Dos semanas despu¨¦s, el enfrentamiento se repiti¨® en la final de Berna. En Budapest ya se hab¨ªan editado sellos conmemorativos con el emblema de Hungr¨ªa, campe¨®n del mundo. Y en el estadio Nep se hab¨ªan colocado 23 pedestales para 23 estatuas de tama?o superior al natural. Sebes repiti¨® el once del 8-3 con Puskas medio cojo y Herberger introdujo cinco cambios. A los ocho minutos, con tantos de Puskas y Czibor, Hungr¨ªa ya estaba por delante. La respuesta germana fue fulgurante y empat¨® en otros ocho minutos (Morlock y Rahn). El resto del partido fue un quiero y no puedo de los h¨²ngaros y Rahn, en el 84, dio el triunfo a Alemania.
Fue la ¨²nica derrota de Hungr¨ªa entre 1950 y 1956, pero fue justo en la final del Mundial. El milagro de Berna. Su balance de 42 victorias, siete empates con ese ¨²nico lunar, expone la ley de un conjunto superior, t¨¦cnicamente superdotado y con un despliegue f¨ªsico enfocado a marcar cuantos m¨¢s goles mejor en cada encuentro que disputaba. Un equipo de leyenda.
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