Ordesa, el para¨ªso que deber¨ªamos conocer
Se cumple un siglo de la muerte de Lucien Briet, el primer defensor de un valle que esconde uno de los paseos de monta?a m¨¢s fascinantes del Pirineo
Un paseo en monta?a no deber¨ªa compararse a otro, pero existen recorridos a la sombra de las cimas que resultan inolvidables, por sublimes: el valle de Ordesa es un regalo en ¨¦ste sentido, un peque?o viaje que todo el mundo deber¨ªa apreciar al menos una vez en la vida¡ por t¨®pico que suene. Se cumple un siglo del fallecimiento del franc¨¦s nacido en Par¨ªs, Lucien Briet, pirine¨ªsta de referencia, escritor y fot¨®grafo, el primero en implorar la protecci¨®n de este inigualable espacio natural, tan salvaje como bello. Declarado Parque Nacional en 1918, Briet tuvo la sensibilidad y la determinaci¨®n de pedir expresamente en 1911 que el valle fuese protegido de la acci¨®n depredadora de ¡°le?adores, cazadores, y pescadores de truchas¡±.
Briet lleg¨® tarde para ser un elemente activo en el proceso de conquista de los colosos pirenaicos: de hecho, su fascinaci¨®n por el macizo fronterizo naci¨® de su admiraci¨®n por Ramond de Carbonni¨¨res, considerado el padre del pirine¨ªsmo y verdadero impulsor de la primera ascensi¨®n del Monte Perdido. Aunque dos de sus gu¨ªas se le adelantaron, cuatro d¨ªas despu¨¦s, De Carbonni¨¨res alcanz¨® su cima y se qued¨® prendado de las vistas de la vertiente sur, o espa?ola, donde se dibujaba el Valle de Ordesa. A?os despu¨¦s, Lucien Briet prolong¨® el trabajo de su admirado explorador visitando a fondo ¨¦ste valle y la Sierra de Guara (hoy en d¨ªa un para¨ªso del barranquismo), realizando incontables fotograf¨ªas y escribiendo textos, un par de libros y narrando en conferencias la belleza y riqueza del Alto Arag¨®n.
Declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO, el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido no solo protege el citado valle de Ordesa sino los aleda?os valles de A?isclo, Escu¨¢in y Pineta, agregados al Parque Nacional en 1982 para alcanzar una extensi¨®n total de 15.608 hect¨¢reas cuya biodiversidad supone un valor incalculable, especialmente ahora que el cambio clim¨¢tico ha puesto en jaque al planeta.
En los meses de verano, la localidad de Torla conoce un verdadero aluvi¨®n de turistas y el acceso a la pradera de Ordesa queda cerrado al tr¨¢fico hasta mediados de septiembre. Un parking enorme situado a las puertas de la localidad acoge el flujo de veh¨ªculos y, desde aqu¨ª, un servicio de autobuses transporta a otro mundo a una masa de paseantes, corredores de monta?a, aspirantes al Perdido o escaladores que al recoger sus mochilas del maletero alucinan con la imponente verticalidad del Tozal de Mallo, 400 metros de pared que parece un decorado, puro atrezzo suspendido de la nada para intimidar a los reci¨¦n llegados. Si existe un destino deseado ¨¦ste es la ¡®cola de caballo¡¯, es decir la cascada que define el fondo del Valle de Ordesa.
En poco m¨¢s de dos horas de c¨®modo paseo veremos desfilar todos los paisajes propios de la alta monta?a pirenaica, donde imponentes paredes de caliza nacen desde verdes prados que dan paso a bosques de hayas pegadas al r¨ªo Arazas. El caudal juega con preciosos saltos de agua como las gradas de Soaso o la cascada de Arripas, un escenario que protege de la vista el fondo del valle. Pero cuando este queda al descubierto, a unos 2.000 metros sobre el nivel del mar, dejando ante la mirada un circo glaciar sobre el que se elevan las cumbres del Cilindro o del Monte Perdido, bastiones fronterizos, el imprevisto espect¨¢culo sacude cualquier sensibilidad, incluso la menos trabajada. Sencillamente, su belleza es casi inigualable. La mayor¨ªa elige descansar junto a la ¡®Cola de Caballo¡¯, mientras unos pocos contin¨²an su ascensi¨®n camino del Refugio de G¨®riz y sus cimas aleda?as.
Una opci¨®n magn¨ªfica es regresar por la Faja de Pelay, tambi¨¦n conocida como senda de los cazadores. Un estrecho sendero suspendido en la ladera norte del valle permite alcanzar de nuevo la pradera inicial: sus vistas sobre la depresi¨®n, el circo glaciar, la Brecha de Rolando, las paredes de la Fraucata, el Gallinero, el Libro Abierto o el Tozal de Mallo no admiten descripciones. El mirador de Calcilarruego es, en ¨¦ste sentido, una parada obligatoria. Las autoridades del parque recomiendan no poner los pies en esta faja despu¨¦s de las tres de la tarde: las tormentas estivales lo desaconsejan. Algunos completan la circular empezando por la Faja de Pelay y regresando valle abajo, pero el desnivel abrupto inicial de casi 700 metros positivos servir¨¢ para disuadir a los menos entrenados. El viaje de ida y vuelta suma 20 kil¨®metros, es decir entre cinco y seis horas sin demasiadas paradas: conviene recordar que no se trata de una excursi¨®n regalada. Si bien no presenta dificultades t¨¦cnicas, es m¨¢s que recomendable un calzado c¨®modo, resistente y adaptado al terreno, llevar ropa de abrigo en la mochila, comida y bebida, as¨ª como realizar una preparaci¨®n previa de la salida que nos permita entender lo que tenemos entre manos. Si el verano es la estaci¨®n m¨¢s concurrida en Ordesa, los colores cambiantes del oto?o y la descompresi¨®n de visitantes convierten la espera de la llegada del invierno en el momento id¨®neo para descubrir el lugar que fascin¨® a Lucien Briet.
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