Un parche sexista
Con decisiones como la del balonmano playa se cruza una l¨ªnea tan delicada como la del honor individual
El deporte siempre ha sido para m¨ª una escuela de valores. Desde que di mis primeros pasos, aprend¨ª que el esfuerzo pod¨ªa acercarme a los objetivos. Comprend¨ª que el compa?erismo me har¨ªa disfrutar del camino. Y, por encima de todo, siempre fui consciente de que el respeto hacia los dem¨¢s era tan importante como el mayor de los trofeos. Son pilares que me han guiado durante toda mi carrera y que, honestamente, he intentado encarnar en cada paso.
Cuando veo realidades que atentan contra esos principios no puedo evitar sentir una profunda tristeza. Hay debates que en pleno siglo XXI me siguen sorprendiendo. En el deporte femenino, por desgracia, no hace falta indagar demasiado para encontrarlos. Todav¨ªa sigue existiendo cierto machismo hacia las profesionales. Se han dado pasos y mejorado muchas cosas, pero sigue quedando un largo camino por delante.
Podemos poner el foco en algo tan personal como la indumentaria, la libertad para elegir con qu¨¦ prendas nos sentimos m¨¢s c¨®moda para la competici¨®n. En tenis, que ha sido mi realidad diaria durante m¨¢s de dos d¨¦cadas, siempre hemos tenido un amplio abanico de opciones. Durante toda mi carrera he podido competir con falda o vestido, pasando por leggings e incluso pantalones cortos. He tenido la oportunidad de elegir la longitud de las mangas u optar por tirantes, poniendo en el centro de mi decisi¨®n lo que consideraba m¨¢s oportuno para desarrollar correctamente mi trabajo. En definitiva, siempre ha estado en mi mano escoger aquello que deseaba vestir en la cancha.
Me pregunto por qu¨¦ otras deportistas ven coartada esta libertad. Especialmente si cruza una l¨ªnea tan delicada como es el honor individual. Pongo mis pensamientos en las chicas del balonmano playa, forzadas a jugar con biquini prefiriendo portar otras prendas. Es decir, siendo obligadas a vestir una indumentaria en contra de su voluntad. Recuerdo el caso del equipo nacional de Noruega, sancionado por usar pantalones cortos en lugar de lucir el biquini que estipula el reglamento. Una decisi¨®n que en nada afecta al desarrollo de la competici¨®n y simplemente a la imagen de las propias atletas. Su propia federaci¨®n nacional apoy¨® sus demandas, pero la sanci¨®n de la federaci¨®n internacional cay¨® sobre ellas.
Tras esta protesta, basada en la mera dignidad de un grupo de personas, se permiti¨® el uso de pantalones cortos. Eso s¨ª, deb¨ªan ser ajustados. Un parche disfrazado de decisi¨®n, un gesto para terminar cambiando bien poco el fondo del asunto. Como aficionada al deporte me hago una pregunta muy simple. ?No hay otra forma de promocionar una disciplina? ?Acaso las virtudes atl¨¦ticas de profesionales no deben tener m¨¢s peso que una prenda corta o ce?ida? Considero que es una cuesti¨®n sexista y deseo que este tipo de detalles vayan desapareciendo con el paso del tiempo.
Como deportista profesional, el mayor halago que he podido recibir es el reconocimiento a mi esfuerzo, al juego limpio y al tes¨®n por alcanzar mi mejor versi¨®n. Poco me han importado otro tipo de comentarios o valoraciones sobre el rendimiento. Llegase o no a plasmarse en un resultado, ese es el mayor orgullo que puede sentir un atleta de aquellos que le rodean. El respeto por su trabajo y un inter¨¦s sano por el camino que intenta recorrer. Cualquier otro detalle, no digamos en un extremo sexista, hace un flaco favor al m¨¢s puro esp¨ªritu del deporte.
Ojal¨¢ llegue el d¨ªa en el que esos valores tan sanos que cultiva la competici¨®n, esas lecciones tan valiosas que aporta para la vida en general, se proyecten sobre el propio terreno de juego. Ser¨ªa una de las mejores noticias. Lo agradecer¨ªamos todos.
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