Cavendish se impone a D¨¦mare en el primer ¡®sprint¡¯ del Giro de Italia de 2022
Es la 16? victoria en la ¡®corsa rosa¡¯ del velocista ingl¨¦s, en una llegada en el lago de Balat¨®n que pone de relieve el trabajo de Morkov y de los ¨²ltimos hombres, los lanzadores de los velocistas
Gana Mark Cavendish en el paseo de Tagore, por donde el poeta Nobel bengal¨ª paseaba hace un siglo, y entre los robles y casta?os de la ribera plant¨® un tilo, y vive a¨²n, tan frondoso, y pidi¨® a sus hojas que le murmuraran como murmura la vida al caminante, al que llegara, a pie, en bicicleta, y que su voz se alzara por encima del graznido de los patos, tan escandaloso, y juncales que se mecen junto al agua del lago Balat¨®n, el mar de Hungr¨ªa, veleros en el aguay un paisaje m¨¢s suizo que h¨²ngaro.
Al sprinter de la isla de Man, de 35 a?os, al que tan bien se le da el Giro ¨Ces su 16? victoria de una l¨ªnea iniciada hace 14 a?os en Catanzaro e interrumpida hace nueve en Brescia¡ª como se le da el Tour (34 triunfos, ninguno m¨¢s que ¨¦l, ni Merckx) no le murmuran las hojas agitadas por la brisa del tilo, sino su ¨²ltimo hombre, y sus palabras tambi¨¦n le llenan y se come el viento por ¨¦l, y de ¨¦l aprovecha el discurso y la spinta, el rebufo, para superar en la recta, pel¨ªn cuesta abajo, a los otros grandes especialistas, D¨¦mare, Gaviria, Girmay, s¨ª, Mareczko, que se consuelan pensando que este Giro habr¨¢ siete etapas para ellos.
Todos ellos, hijos del frenes¨ª y la velocidad, lo f¨ªan todo a sus ¨²ltimos hombres, los encargados de medir, calcular, lanzar. Muy serios, inexpresivos, huyen de las emociones cuando trabajan. Son la ciencia. Son todos grandes veteranos, sabios aunque solo sea por su experiencia: el dan¨¦s Morkov, guardaespaldas de Cavendish, tiene 37 a?os, y es el maestro, y campe¨®n ol¨ªmpico en pista; el argentino Richeze, que arropa a Gaviria, 39. Discretos, casi silenciosos, tan profesionales.
D¨¦mare, el franc¨¦s que ama Italia (cinco etapas y una ciclamino ya en su vitrina) y se queda a un soplo, media bicicleta, de Cavendish en una recta que se le hace eterna. Es un gigante lombardo y tranquilo llamado Jacopo Guarnieri, dorsal 113, tan calmo en el momento de m¨¢ximo apuro como encendido el jueves en la plaza de los h¨¦roes de Budapest, el lugar de las demostraciones de valent¨ªa, el palco de Imre Nagy, rebelde del pueblo, ahorcado. Los colores del Giro son los de sus maglias, rosa, azul, blanca, ciclamen; los colores de la pasi¨®n de Guarnieri ¡ªazul, rojo y blanco su maillot comercial, el del Groupama, tan franc¨¦s¡ª son los del arco¨ªris, que es la paz y el orgullo gay, y son el azul cielo, rosa y blanco de la bandera transg¨¦nero, que transforma en mu?equera gigante y exhibe, brazo izquierdo bien levantado y dos dedos de la mano formando la V de la victoria, en la ceremonia de presentaci¨®n de equipos.
Y en Twitter, junto a la misma bandera, a?ade, ir¨®nico: ¡°Aparentemente, quien da amor recibe amor¡±. Es un gesto de libertad y lucha, un gesto valiente y consciente en un pa¨ªs, la Hungr¨ªa del ultraderechista Viktor Orb¨¢n, en el que desde el 1 de julio de 2021 est¨¢ prohibida por ley la llamada ¡°propaganda homosexual y transexual¡±. Guarnieri no dice m¨¢s. Sus patrones del Groupama, con amplia presencia en Hungr¨ªa, prefieren que no hable, que mientras est¨¦ en territorio Orb¨¢n no haga m¨¢s discurso que el ciclista, que no busque pol¨¦mica. ¡°Pero en Italia, hablar¨¢¡±, explican en su equipo. Y no se puede dudar de que Guarnieri, el ¨²ltimo hombre del tren de D¨¦mare, el primer hombre a la hora del compromiso, hablar¨¢ tan claro como murmuran las hojas del tilo de Tagore, como lo hizo ya hace tres a?os en L¡¯?quipe. ¡°Acabo de leer El mar negro de la indiferencia, el testimonio de Liliana Segre, superviviente de Auschwitz, sobre el valor de la memoria¡±, explicaba entonces. ¡°Ella ense?a c¨®mo la gente, call¨¢ndose en lugar de indign¨¢ndose, ha favorecido la expansi¨®n del fascismo. Eso me ha marcado. Al principio de mi carrera no quer¨ªa hablar p¨²blicamente de mis ideas. Ya no callo m¨¢s. No soy m¨¢s que un ciclista, pero si puedo dar mi palabra, la dar¨¦¡±.
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