Hindley revienta a Carapaz en la Marmolada y se asegura pr¨¢cticamente la victoria en el Giro de Italia
El ciclista australiano afrontar¨¢ los 15 kil¨®metros de la contrarreloj de Verona con 1m 25s sobre el ecuatoriano y 1m 51s sobre Landa tras una etapa ganada por Covi
Ay, qu¨¦ cansados todos, qu¨¦ pocas fuerzas, qu¨¦ pocas ganas sus directores de dejarles libres. Si una etapa se puede explicar racionalmente no es una etapa, es una casta?a, y pilonga, y un globero se mezcla en la fuga y graba a los ciclistas con el m¨®vil, y uno a pie se cruza en mitad del Pordoi para hacer una foto y por poco se lleva a Landa por delante como el ni?o que tir¨® a Guerini en Alpe d¡¯Huez, y Guerini, justamente, es el ciclista que ha ganado en las dos cimas antes m¨ªticas, Alpe, Marmolada. La siesta apenas se altera. Etapa reina. Los impacientes se indignan. Cu¨¢nta mentira, Roland Barthes, los escaladores no tienen jump, necesidad innata de tocar las narices a nadie. Se exaltan fren¨¦ticos los aficionados que quieren espect¨¢culo ya. Acusan a los corredores. Ni siquiera escuchan a Pasolini, dicen, que a¨²n grita desde su tumba en Casarsa, ¡°venid, trenes, llevaros lejos a la juventud a buscar en el mundo lo que aqu¨ª est¨¢ perdido¡±. Todos a rueda. Hasta los de la fuga que Alessandro Covi, el Ayuso de los italianos, una zapatilla blanca, una negra, abandona en el Pordoi para ganar en la Marmolada.
El pelot¨®n esquiva la lluvia, violentos chubascos que descargan en San Martino, al sur, donde los montes son los dientes p¨¢lidos de una boca gigantesca en la que, a dentelladas, desde los tiempos de Bartali y Coppi, el ciclismo ha construido el mito de los Dolomitas, la locura que invent¨® el Giro en el 37, la que cuenta que el m¨¢s peque?o de los escaladores armado con la m¨¢s grande de las voluntades hace tambalearse cualquier orden establecido, y m¨¢s al norte, y todo puede verse desde la terraza del Sass Pordoi, que es rosa cuando amanece y se pone el sol, la Marmolada desde Caprile es un espejismo, y en ¨¦l se refleja el espejismo del mito como en la falsa marcha imperial que el Bahrain de Landa ha puesto toda la etapa, San Pellegrino, Pordoi, primeros metros de la Marmolada, y trata sencillamente de esconder que el alav¨¦s que sue?a con a?adir la Marmolada a su lista de trofeos, al menos, si no ganar el Giro tambi¨¦n, no est¨¢ tan bien como desear¨ªa.
Paciencia, paciencia, reza Jai Hindley para apaciguar conciencias indignadas. Ya llegar¨¢ la locura. La locura llega a 2.800 metros de la cima, los ¨²ltimos tres kil¨®metros de monta?a del Giro m¨¢s monta?oso de la d¨¦cada. Hindley acelera. Carapaz revienta. En la meta, 1m 28s pierde el ecuatoriano. 1m 25s en la general. Al Giro le quedan 15 kil¨®metros contrarreloj en Verona. Salvo un accidente inaudito, Hindley, de 26 a?os, ser¨¢ el domingo el primer australiano que gana el Giro de Italia. Solo un australiano, Cadel Evans, ha ganado el Tour de Francia. Ninguno ha ganado a¨²n la Vuelta. Tambi¨¦n Mikel Landa, que sufri¨®, termin¨® mejor que Carapaz. Se encuentra ahora a 26s del segundo puesto.
Carapaz, de rosa, asciende a rueda de Sivakov, que ha acelerado potente al salir de la curva de Malga Ciapela, y ante ¨¦l, y los cuatro que le aguantan, Carapaz, Hindley, Landa, Carthy, la larga recta matadora que enga?a aparece, y parece tan cercano el hotelito con la pancarta de Ducati, y cuando vuelven a levantar la vista, all¨ª sigue, igual de lejano, inalcanzable, y m¨¢s all¨¢, la Caba?a de Bill, una aparici¨®n. A la etapa, al Giro que se acaba, como se acaba, se consume, la paciencia, le quedan cinco kil¨®metros, una recta ancha, ancha y tan recta casi como las rectas de las autopistas de Bolonia, pero con una pendiente constante, un porcentaje del 12% que no baja, y s¨ª que sube, y Nibali, que marcha cuarto en la general y se queda, se queda, y ve, aparentemente cerca, pero lej¨ªsimos los espectros del pelot¨®n que se deshace, masculla entre dientes, ¡°qu¨¦ subida m¨¢s terrible, que recta, no da ni un segundo de respiro, la odio, se confirma otra vez que la odio¡±. No la odia Hindley, fascinantemente ligero en la pendiente de los horrores. Cuando todo esperan que Carapaz, de rosa, culmine la aceleraci¨®n de Sivakov con el ataque debido y nunca pagado en todo el Giro, quien sale, casi sonriendo, es el australiano, y parece que pedalea en el aire, tan f¨¢cil giran sus pedales, y tanto avanza, y Landa, una mueca m¨¢s agria que ning¨²n d¨ªa, es el primero que cede. Carapaz, no, el ecuatoriano favorito se pega a la rueda de Hindley, e intenta no mirar delante, no deprimirse.
Carapaz, opaco, sin brillo, mueve todo el cuerpo, impulsa con dificultad los pedales, no puede, no puede aguantar. Hindley no est¨¢ solo. Su compa?ero K?mna, que estaba en la fuga de la que ha salido el ganador, le espera y tira de ¨¦l fuerte, y tambi¨¦n tira de Hindley su memoria, el recuerdo del Giro de 2020. ¡°Llegu¨¦ a la ¨²ltima etapa, la contrarreloj de Mil¨¢n, con la maglia rosa, pero igualado a tiempo con Tao¡±, recuerda. ¡°Y perd¨ª el Giro el ¨²ltimo d¨ªa. Y el no ganarlo me destroz¨® el alma. Y ese recuerdo, el deseo de no volver a sufrir ese horror, me motiv¨® m¨¢s que nada¡±. A 2.800 metros del lago Marmolada y el dique, del glaciar atravesado por minas y galer¨ªas desde hace un siglo, la gran guerra, llegando a la Caba?a de Bill, el albergue que rebosa de globeros, y la pendiente asciende al 13%, primero un cent¨ªmetro, luego dos, luego medio metro, uno, dos, Carapaz ve c¨®mo se aleja la rueda trasera de Hindley, quien no necesita volverse para saber, pues simplemente oye c¨®mo se aleja hasta dejar de existir el jadeo ruidoso del ecuatoriano, duro de pedalada, pesado de cuerpo.
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