Par¨ªs y el f¨²tbol
Real Madrid y Liverpool, dos de las f¨¢bricas de emociones m¨¢s grandes de Europa
Par¨ªs necesitar¨¢ todas sus luces para iluminar a dos mitos de esa cultura popular llamada f¨²tbol, que al final del d¨ªa habr¨¢n sumado 20 Champions y habr¨¢n peleado como titanes por la ¨²ltima. El Bernab¨¦u y Anfield solo podr¨¢n mirar desde lejos, externalizando su pasi¨®n en 20.000 representantes de cada lado. Es una ausencia relevante, porque hablamos de dos de las f¨¢bricas de emociones m¨¢s grandes de Europa. Piedras, s¨ª, pero piedras con memoria que empujan a los suyos e intimidan a los otros. De modo que Madrid y Liverpool llegar¨¢n a Par¨ªs con sus historias, que ya son leyenda; con sus plantillas, que son estelares; con sus aficiones, que no permiten que sus h¨¦roes se rindan. Par¨ªs mirar¨¢ indiferente porque, siendo padre de la Champions, nunca supo darle contexto social, posiblemente por exceso de glamur para los usos del f¨²tbol. Y el PSG mirar¨¢ envidioso porque, a pesar de sus alardes econ¨®micos, tarde o temprano entender¨¢ que la Champions se conquista, no se compra.
Reyes¡ de Europa
El Real Madrid llega a la final despu¨¦s de una traves¨ªa en la que dieron ganas de volver a creer en los Reyes Magos. El PSG, el Chelsea y el City hicieron todo lo que se le puede pedir a un equipo para ganar, pero a¨²n no saben la raz¨®n por la que perdieron. Una pista: para que eso ocurra, una porter¨ªa la tiene que defender el mejor portero del mundo y la otra la debe atacar el mejor delantero. Entre uno y otro tiene que haber jugadores con criterio, madurez, energ¨ªa competitiva, clase¡ En esos partidos, ya inolvidables, la imagen recordaba a la de Indiana Jones en aquella escena en la que un enemigo exhibe su manejo de las artes marciales con movimientos amenazantes que dejaban una sensaci¨®n inequ¨ªvoca: no hay salvaci¨®n posible. Es entonces cuando Indiana saca un revolver y le pega un tiro. Para despistados: el del revolver es el Real Madrid.
Jaur¨ªa desatada
El Liverpool se aproxim¨® a la final a toda mecha, como es su costumbre, pero con un argumento m¨¢s sensato: primero merec¨ªa los partidos, y luego los ganaba. Es un equipo de una gran exuberancia f¨ªsica con un entrenador que impone un ritmo alt¨ªsimo. Atr¨¢s, Virgil van Dijk es una excepci¨®n, tiene tal suficiencia que su cambio de ritmo m¨¢s notable es aquel en el que pasa de caminar a trotar. Un crack defensivo que marca con la indiferencia. Verlo frente a Benzema ser¨¢ un espect¨¢culo aparte. Sin Thiago, que maneja el bal¨®n hacia los cuatro puntos cardinales del campo, el Liverpool ser¨¢ todo v¨¦rtigo, con jugadores a los que cabr¨ªa representar con una flecha hacia arriba. Sobre todo, a los delanteros, que atacan los espacios sin piedad y que buscar¨¢n la porter¨ªa del Madrid con la serenidad propia de los espermatozoides.
Batalla final
Aunque sobre el campo habr¨¢ 22 minas vagantes que pueden hacer explotar el partido en cualquier momento, se trata de una final. Uno de esos partidos que ver¨¢ el mundo y que los jugadores no olvidar¨¢n mientras vivan. Todo eso est¨¢ trabajando sobre el sistema nervioso de los jugadores desde hace semanas y lo mismo puede inspirar el genial gol de Zidane en Glasgow que explicar los terribles errores de Loris Karius en Kiev. M¨¢s all¨¢ de los caprichos del juego, Liverpool y Real Madrid son equipos c¨¦lebres, populares, respetuosos con los rituales del f¨²tbol, con una orgullosa historia y que, en cada giro social, saben reinventarse para seguir siendo grandes protagonistas del f¨²tbol mundial. Verlos frente a frente, ser¨¢ como ver la lucha de dos figuras mitol¨®gicas. M¨¢s luz, Par¨ªs, que hoy es d¨ªa grande para el f¨²tbol de verdad.
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