Y la par¨®, el desgraciado
Dos paradas, una de Courtois y otra de Rodrygo, mueven al Madrid en las ¨¢reas
Cuando el p¨²blico mira a Vinicius, el rival echa la mirada inquieto a la izquierda y el Madrid manda a sus obreros a la derecha a cavar zanjas. As¨ª fue como lleg¨® el gol del Madrid. Hab¨ªa un p¨¢ramo por recalificar cuando Milt?o, con maneras de concejal de urbanismo de ciudad de costa, mand¨® una comisi¨®n de gobierno a Rodrygo para que levantase una torre. El brasile?o arranc¨® como un bal¨ªn mirando de reojo a su marca, calculando su velocidad y su fuerza, calculando las ganas que ten¨ªa de tirarse al suelo, que eran muchas. Hay en la carrera por un bal¨®n mortal entre un delantero y un defensa tantas peque?as batallas psicol¨®gicas que dan ganas de que no lleguen nunca, pero all¨ª se citan. Lleg¨® Rodrygo de tal forma que, para cuando se fue con el bal¨®n, su rival estaba desparramado, batido.
Entonces pas¨® algo extraordinario. A su pase no lleg¨® Benzema y s¨ª Vinicius, que ten¨ªa todo el tiempo para tirar a porter¨ªa y lo gast¨®, unas pocas d¨¦cimas, en ver solo a Rodrygo delante del marco; ten¨ªa mejor tiro y m¨¢s soledad. La sangre fr¨ªa dentro del ¨¢rea es un asunto extraordinario que manejan unos pocos privilegiados. Todo el mundo loco de un lado a otro y Vinicius buscando amigos. La recibi¨® Rodrygo, que merec¨ªa el gol, y con el pase franco para empujarla, ?qu¨¦ hizo? Pararla. Pisarla, concretamente. Ya estaba con medio Chelsea rode¨¢ndolo cuando le lleg¨® el bal¨®n, pero encontr¨® medio segundo para tomarse un t¨¦ y preguntar por sitios donde cenar en Londres. La pis¨®, el desgraciado, porque es un delantero que para disfrutarlo hay que hacerlo con microscopio: est¨¢ tan lleno de detalles, es tan de otra ¨¦poca, es un jugador tan evanescente y natural, que dentro del ¨¢rea m¨¢s que un delantero es una experiencia. Volvi¨® a marcar otra vez tras jugad¨®n de Valverde, monstruoso todo el partido; aqu¨ª tambi¨¦n se paus¨® pero ya sin sentido, rozando el recochineo.
Por esa banda derecha arm¨® el Madrid todo su ataque en la primera parte: entraron Rodrygo, Modric y Valverde. Y despu¨¦s, con el 0-0, ocurri¨® Courtois. El bal¨®n se le qued¨® muerto a Cucurella. Hab¨ªa tiempo y espacio. Ten¨ªa el lateral del Chelsea delante la porter¨ªa y a Courtois. Esa pausa fue de lo mejor del partido. Cucurella con la pelota mir¨® a Courtois y Courtois prepar¨® el asalto definitivo al tren de las semifinales. S¨®lo les falt¨® hablar. Fue un penalti en el ¨¢rea peque?a. Pod¨ªa lanzarse antes Courtois o disparar antes Cucurella, un poco como en OK Corral. Lo que hizo el portero belga, casi sin respiro, fue saltar estirando todas las extremidades de tal manera que Cucurella ya no pod¨ªa saber si estaba en Brujas o Londres, si era de d¨ªa o de noche, si estaba jugando unos cuartos de Champions o la pachanga del d¨ªa anterior. Todo era Courtois, no hab¨ªa otra cosa que Courtois, y el gol cantado se convirti¨®, al ver a Courtois, en parada cantada. Y la par¨®, el desgraciado. Una (otra, y otra, y otra) que asfalt¨® el camino a los dos goles del Madrid, que ha cerrado octavos y cuartos contra Liverpool y Chelsea con dos goleadas. No hay respiro, ni felicidad aplazada, ni primavera que no deje al Madrid entre los cuatro mejores del continente.
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