Guardiola no fue Guardiola
El Manchester City movi¨® ante el Real Madrid la pelota con poco ritmo y poco riesgo, temerosos de las fuerzas esot¨¦ricas de las que fueron v¨ªctimas la temporada pasada
El mal respeto. El Madrid-City no fue el partido del a?o porque, si bien el Madrid fue el Madrid, el City nunca fue el City. Y eso ocurri¨® porque Guardiola no fue Guardiola. El equipo movi¨® la pelota con poco ritmo y poco riesgo, temerosos de las fuerzas esot¨¦ricas de las que fueron v¨ªctimas la temporada pasada. Solo les faltaba decir ¡°cuidado¡± cada vez que daban un pase, raz¨®n por la que atacaban m¨¢s pendientes de no perder el control que de provocar el caos. El discurso respetuoso y comedido de Guardiola desde que lleg¨® a Madrid se correspondi¨® con la actitud de un equipo sin una gota de irreverencia. Pep conquist¨® el Bernab¨¦u con desaf¨ªos t¨¢cticos como el de Messi jugando de falso nueve o con provocaciones dial¨¦cticas como la del ¡°puto amo¡±. Esta vez todo fue respeto y los jugadores lo transformaron en miedo.
Adi¨®s Busquets, bienvenido Rodri. Extremos que no desbordaban, no sea cosa que me la quiten. Pases que no arriesgaban, no sea cosa que la pierda. Cambios que no se hac¨ªan, no sea cosa que nos desordenemos. En medio de tanta pulcritud, solo una excepci¨®n se erigi¨® en el centro del campo con la presencia dominante de un ganador y el criterio de un sabio: Rodri. Le meti¨® al partido la dosis de sentido com¨²n propio del intermediario que es el mediocentro. Pero puso la pierna fuerte cuando se trataba de recuperar el bal¨®n y, cuando el equipo ten¨ªa la pelota, contagiaba en cada pase la fe que ped¨ªa un partido de esa categor¨ªa. Si se trataba de uno de esos partidos de los que salimos sabiendo qui¨¦n es qui¨¦n, Rodri dej¨® claro que alcanz¨® la madurez. Precisamente en la semana en que Busquets le dijo basta al m¨¢ximo nivel, Rodri mut¨® de jugador a l¨ªder.
La v¨ªctima que siempre sobrevive. Mientras tanto el Madrid fue un d¨ªa m¨¢s al mostrador de Champions a hacer el tr¨¢mite de todos los a?os. Si lo dominan, se acuesta atr¨¢s a esperar tiempos mejores; si el rival da muestras de debilidad, los sabios asoman discretamente para adue?arse del partido. La inteligencia artificial, cuando progrese hacia la perfecci¨®n, concluir¨¢ con la misma l¨®gica y tomar¨¢ las mismas decisiones que Modric y Kroos. El Madrid sabe, mejor que nadie, que el f¨²tbol es un juego de momentos. Y para cada momento aplica la receta justa sin ning¨²n complejo ideol¨®gico. Si hay que aprovechar la superioridad que emana del estadio, se aprovecha. Si hay que marcar a Haaland como una lapa, se marca. Si hay que buscar en largo a ese cuchillo que es Vinicius, se busca. Cada vez le sienta mejor no ser favorito. C¨®mo ocurrir¨¢ a la vuelta, donde espera otro Partiz¨¢n.
Goleada a la italiana. En el otro cuadro, y dentro de un escenario con un ambiente infernal, el Inter no esper¨® para declararse favorito. A los 10 minutos el partido ya hab¨ªa saltado por el aire gracias a la experiencia de Dzeko (37 a?os) y de Mkhitaryan (34). La juventud tiene mucho prestigio, pero los maduros tienen cosas que hacen al oficio y solo los a?os ense?an: lectura del juego, sentido del tiempo, el descubrimiento de un espacio vac¨ªo, un toque inesperado¡ Cosas que a este nivel cuentan m¨¢s que la m¨ªstica de una camiseta. Pesan tanto que, despu¨¦s de esa acometida inicial, el Milan qued¨® tan perplejo que, por la actitud de los jugadores, no se sab¨ªa que iban perdiendo y, por la reacci¨®n de la grada, no se sab¨ªa que eran locales. 0-2 es un resultado convincente, pero el Inter cometi¨® un error del que solo el tiempo hablar¨¢: dejar vivo a un herido orgulloso.
Puedes seguir a EL PA?S Deportes en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.