La estaci¨®n de las victorias preocupantes
Juega Bellingham y juega el equipo; no pasa el bal¨®n por Bellingham, o por quien mejor lo imite, y las luces quieren encenderse solas
El Madrid tiene m¨¢s focos que interruptores. M¨¢s autores materiales que intelectuales. Eso produce siempre cierto desasosiego: hay muchos Michael Corleone dispuestos a matar a Sollozzo, pero pocos Clemenza que le dejen la pistola en el ba?o. El principal facilitador, y la comparaci¨®n con el gordo Clemenza no va por el f¨ªsico, es Jude Bellingham. Cuanto m¨¢s pasa el bal¨®n por ¨¦l, mejor juega el Madrid y m¨¢s desconcertado est¨¢ el rival. ?l solo es un circuito el¨¦ctrico, un sistema nervioso. Se despoj¨® de los marcajes pegajosos en el minuto 25 de partido, una jaula roja colocada en su zona de influencia, y el Real sinti¨® que ten¨ªa que poner las trompetas en direcci¨®n a la porter¨ªa del Stuttgart, que para entonces ya pod¨ªa ir dos goles por delante: deb¨ªa ir dos goles por delante si no fuese porque los dados, en el ¨¢rea del Madrid, caen cada vez menos misteriosamente del lado blanco; si no es Courtois es el palo, la suerte o la vida susurrando cosas.
Juega Bellingham y juega el equipo; no pasa el bal¨®n por Bellingham, o por quien mejor lo imite, y los focos quieren encenderse solos. Dif¨ªcil gesti¨®n necesitada de esp¨ªritus esa de que las luces se enciendan solas. Pero apareci¨® uno: Kroos. Con la forma de Tchouameni, que solt¨® un pase perfilado a Rodrygo para dejarlo solo con todo el monte por delante. Iban 20 segundos de la segunda parte y Mbapp¨¦ estaba solo delante de la porter¨ªa (y su marca perdiendo metros a cada zancada) tratando de no estar en fuera de juego cuando se la soltase Rodrygo, que apur¨® tanto que el franc¨¦s, desequilibrado, remat¨® casi desde el suelo. Carrera primorosa del brasile?o, asistencia perfecta y gol. Pero no victoria, no a¨²n al menos: empat¨® merecidamente el Sttutgart, que se volvi¨® a Alemania con una estampita de Courtois, y apareci¨® R¨¹diger a desmontar el empate con un cabezazo.
Tiene recursos el Madrid, pero tira de ellos porque el juego no carbura: no hay velocidad de ideas en el centro, hay ofuscaci¨®n (much¨ªsima) en los ¨²ltimos pases cerca del ¨¢rea, y hay una profunda irregularidad en el juego con bal¨®n y sin bal¨®n. El Sttutgart lleg¨® todas las veces que quiso a la porter¨ªa blanca: parec¨ªan estar en un recreo. En un par de jugadas se quedaron solos tantos alemanes contra tan pocos madridistas que parec¨ªa que el ¨¢rbitro hab¨ªa pitado algo. Arriba hay mucha dinamita y pocos cerilleros; abajo se organizan unas p¨¢jaras que a veces, con el centro del campo hundido, el equipo se rompe levantando la popa como el Titanic.
Suele ser el verano, y un rato de oto?o, la estaci¨®n de las victorias preocupantes. Esos puntos que se ganan dejando malas sensaciones, extraordinaria expresi¨®n. Ganar sin convencer, la filosof¨ªa de guardia del Madrid mientras se busca a s¨ª mismo. El equipo no abrocha pero protege su posici¨®n en Espa?a y Europa. Un interruptor, una mente endiablada e imaginativa, esper¨® este martes sus pocos minutos para lo que el partido ped¨ªa de ¨¦l: Arda G¨¹ler. El Madrid lo necesita sobre el campo fabricando espacios. ?Y qu¨¦ me dicen de la jugada absurda de Endrick? Un contragolpe con Vinicius y Mbapp¨¦ desmarc¨¢ndose, metros por delante y se te ocurre pegar desde fuera del ¨¢rea un chut tan disparatado, tan loco, tan sinsentido, que el portero (ni siquiera iba colocado el bal¨®n, pero s¨ª potente) se lo come. Ya te tiene que importar bien poco todo para acabar as¨ª una jugada despu¨¦s de pegarle al aire en tu anterior disparo. Todo o nada, ruleta rusa. ¡°Si falla lo mato¡±, dijo Courtois. Pues marc¨®.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.