La ¨¦pica de los forzados y la l¨ªrica de los esforzados del Tour de Francia
La ¡®grande boucle¡¯ propone en la novena etapa, este domingo, 32 kil¨®metros de caminos entre vi?edos para revivir el ciclismo de otro tiempo
Sin embargo, para ellos, para los ciclistas que se quieren libres y valientes, lo m¨¢s importante es que no se les considere forzados, penados, sino esforzados, valientes, audaces, y 100 a?os despu¨¦s su orgullo es el mismo, y su valor, que el que denunciando su condici¨®n de for?ats (convictos, condenados a trabajos forzados) hacen brillar los hermanos P¨¦lissier, Francis y Henri, ante la pluma del reportero Albert Londres, que no se pierde una palabra de lo que oye, de lo que le cuentan los dos ciclistas franceses que acaban de abandonar la carrera en Coutances, en Normand¨ªa, nada m¨¢s comenzar en Cherburgo la tercera etapa del Tour de Francia de 1924.
No son ciclistas del mont¨®n. Son los reyes, los m¨¢s envidiados. Henri, el hermano mayor, portaba el dorsal n¨²mero 1, privilegio de ganador del Tour de Francia del a?o anterior, 1923. Eran las estrellas de Francia. Son soldados obedientes. Lo dan todo, el sudor y la sangre herida cuando caen sobre asfalto ardiente.
Londres, el periodista franc¨¦s m¨¢s famoso de la d¨¦cada, reportero estrella de Le Petit Parisien, peri¨®dico que vend¨ªa mill¨®n y medio de ejemplares diarios, escribe r¨¢pido en su cuaderno, alimenta su imaginaci¨®n y da textura literaria a las palabras de los corredores, que cuando lo leen le dicen: has expresado mucho mejor que nosotros lo que pensamos de verdad.
¡°¡ª?Un impulso repentino?
¡ªNo ¡ªdijo Henri¡ª. Pero no somos perros...
¡ª?Qu¨¦ ha pasado?
¡ª?Una cuesti¨®n de botas, o m¨¢s bien una cuesti¨®n de camisas! Esta ma?ana, en Cherburgo, un comisario se me acerc¨® y, sin decir nada, me subi¨® la camisa. Se estaba asegurando de que no llevaba dos camisas. ?Qu¨¦ dir¨ªas si te levantara la chaqueta para ver si llevas una camisa blanca? No me gustan ese tipo de cosas.
¡ª?Qu¨¦ le importaba que tuvieras dos camisas?
¡ªPodr¨ªa tener quince, pero no se me permite salir con dos y llegar con una.
¡ª?Por qu¨¦ no?
¡ªSon las normas. No s¨®lo tienes que correr como un demonio, tienes que congelarte o asfixiarte. Dicen que eso tambi¨¦n forma parte del deporte.
De su bolsa saca una ampolla:
¡ªEsto es coca¨ªna para los ojos, esto es cloroformo para las enc¨ªas...
Me llamo P¨¦lissier, ?no Azor [t¨ªpico nombre de perro]! Tengo un peri¨®dico en el est¨®mago, me fui con ¨¦l, tengo que traerlo conmigo. ?Si lo tiro, me sancionar¨¢n! Cuando nos estemos muriendo de sed, antes de entregar nuestro bid¨®n al agua que fluye, tenemos que asegurarnos de que no es alguien que est¨¢ a cincuenta metros quien la bombea. De lo contrario, ser¨¢s penalizado. Para beber, ?tienes que bombearla t¨² mismo! Llegar¨¢ el d¨ªa en que nos pondr¨¢n plomo en los bolsillos, porque pensar¨¢n que Dios hizo al hombre demasiado ligero. Si seguimos as¨ª, pronto no habr¨¢ m¨¢s que ¡°vagabundos¡± y no habr¨¢ m¨¢s artistas. El deporte se est¨¢ volviendo loco...¡±
Estas l¨ªneas est¨¢n extra¨ªdas del famoso libro Les For?ats de la Route (Los forzados de la ruta), que recoge las cr¨®nicas del Tour de 1924 escritas por Londres, genio del reportaje largo de denuncia social. El m¨¢s doloroso de los que escribi¨®, fue Au Bagne (En el presidio), sobre la colonia penal de Saint-Laurent, Cayena, en la Guayana Francesa. En ¨¦l describ¨ªa las despreciables condiciones en que viv¨ªan los for?ats, convictos condenados a trabajos forzados. El paralelismo con los ciclistas era tan f¨¢cil, y tan rid¨ªculo a la vez, que Londres nunca us¨® la palabra for?ats para referirse a ellos. Fue otro periodista, Henri Decoin, quien acu?¨® la expresi¨®n: ¡°Con sus n¨²meros en la espalda [se refer¨ªa a los dorsales, que en aquella ¨¦poca eran gigantescos], parecen los convictos de Albert Londres¡±.
La ¨¦pica es literatura, un barniz de comercial de titulares. Los ciclistas ya no son forzados, sino esforzados, valientes, animosos, alentados, de gran coraz¨®n y esp¨ªritu. Deportistas de alto rendimiento y ciencia a los que el Tour les ofrece anualmente las piedras de la Roubaix para que se sientan prehist¨®ricos P¨¦lissiers, pioneros del pedal, y la afici¨®n lo goza, y, un siglo despu¨¦s, en la etapa de este domingo, alrededor de Troyes, un pellizco de caminos como los que se recorr¨ªan entonces ¡ª14 sectores, 32,2 kil¨®metros en total, repartidos a lo largo de los 199 kil¨®metros de la etapa¡ª, pero en un entorno m¨¢s chic, entre los vi?edos de champagne de Bar y de Aube, chardonnay que est¨¢ de moda.
No lo har¨¢n tampoco en hierros sino en bicis at¨®micas, ligeras, ligeras, cambios electr¨®nicos, neum¨¢ticos de 30 o 32 mil¨ªmetros de secci¨®n hinchados a siete bares de presi¨®n (m¨¢s de siete kilos por cent¨ªmetro cuadrado) y un ej¨¦rcito de auxiliares en las cunetas con ruedas de repuesto, bebida, comida, aliento. Oier Lazkano, el espa?ol con m¨¢s estilo para el recorrido, reh¨²ye una declaraci¨®n: ¡°Ya veremos¡±. Tadej Pogacar, especialista de los caminos blancos toscanos, no muy parecidos, saluda feliz la ocurrencia, una diversi¨®n que le libera de las estresantes etapas en las que no pasa nada; Remco Evenepoel, el m¨¢s torpe sobre la bici, dice no temerla porque no hay tramos en cuesta exagerada, y los dem¨¢s sencillamente piensan en organizar la log¨ªstica para que una ca¨ªda o una aver¨ªa no les deje fuera de combate.
La afici¨®n, claro, aplaude, pues no est¨¢ nada mal pasar de vez en cuando de la ¨¦pica de los forzados a la l¨ªrica de los esforzados.
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