Tadej Pogacar conquista en solitario el Mundial de ciclismo en Z¨²rich
El esloveno ataca a 100 kil¨®metros de la meta y siembra a su estela un caos que a todos ahoga: O¡¯Connor, segundo, y Van der Poel, tercero, con Mas, con ellos, octavo
Chagall ten¨ªa un ¨¢ngel en la cabeza que guiaba su mano, eso dec¨ªa Picasso, boquiabierto ante la vidrieras, m¨¢s hermosas que la luz que las atraviesan, que pint¨® en una peque?a iglesia de Z¨²rich, una callecita y un puente al lado por donde pasa volando Tadej Pogacar, y en su cabeza un ¨¢ngel que le inspira, o un demonio que le confunde, pueden pensar sus rivales, los mejores ciclistas del mundo, que, tan boquiabiertos quiz¨¢s como Picasso, m¨¢s a¨²n, le ven partir, ligero como la brisa, m¨¢s r¨¢pido que el viento, solo, libre, cuando a¨²n quedan 100 kil¨®metros de carrera, e, incr¨¦dulos, no son conscientes de que est¨¢ destrozando su coraz¨®n la violencia del ataque inesperado.
Cuando Pogacar ataca, y le quedan a¨²n 150 minutos de carrera, y ataca para no parar y para ganar, Remco Evenepoel el hombre del momento, doble campe¨®n ol¨ªmpico, campe¨®n mundial hace dos a?os, est¨¢ justamente hablando con Mathieu van der Poel, el tercero de los llamados los tres reyes magos del ciclismo, por lo que dan, por lo que emocionan e ilusionan, y cuenta Van der Poel, el rey de las cl¨¢sicas, de Roubaix y Flandes, y a¨²n campe¨®n del mundo, que los dos, Remco y ¨¦l, pensaron lo mismo, est¨¢ loco, est¨¢ asustado, ad¨®nde va, es un ataque de puro p¨¢nico, hay una fuga fuerte delante y sabe que su equipo, la selecci¨®n eslovena, por mucho que tenga a Roglic, no va a poder controlar. ¡°Es el ataque del miedo¡±, dice Van der Poel que concluyeron los dos mientras el esloveno de verde, el casco y la bici con pinceladas rosas y amarillas, su Giro, sus Tours, el mech¨®n rebelde, su aleta de tibur¨®n al ataque, asomando por las rendijas del casco, apretaba duro en lo m¨¢s empinado de la cuesta de Witikon, a las afueras de Z¨²rich y sus bancos. ¡°Acaba de tirar por la borda su Mundial¡±.
Con una sonrisa de resignaci¨®n, Van der Poel concluye: ¡°Nos equivocamos, claro. ¡°Estaba tan fuerte que fue capaz de llevarlo hasta el final. El ciclismo lleva ya un par de a?os viviendo la era Pogacar. Est¨¢ m¨¢s fuerte que nunca. Es el que merece llevar ese maillot y va a ser incre¨ªble verle el pr¨®ximo a?o¡±. Y Evenepoel a?ade: ¡°Cuando le vi irse pens¨¦ que se estaba suicidando¡±. Y as¨ª lo piensan todos, est¨¢ loco, ad¨®nde va, pues nadie ha visto nunca nada igual. Nunca en la historia de los Mundiales el gran favorito, al que todos esperaban y tem¨ªan, hab¨ªa ganado escap¨¢ndose desde tan lejos. No atac¨® contra un grupo peque?o de corredores ya derrotados, sino contra todo el pelot¨®n, contra las selecciones m¨¢s fuertes a¨²n ¨ªntegras. Y a todos les destroz¨®. Durante unos kil¨®metros, hasta que alcanz¨® la fuga de 15, le hizo de puente su compa?ero Tratnik, que se hab¨ªa descolgado de la fuga; despu¨¦s se asoci¨® con el franc¨¦s Sivakov, el ¨²ltimo superviviente de los 15, y finalmente. En el antepen¨²ltimo paso por la cuesta que se inicia en la Kunsthaus de Chipperfield, y su m¨®vil gigantesco de Calder, y su t¨²nel, Sivakov exhal¨® su ¨²ltimo suspiro. Pogacar se qued¨® solo. Definitivamente solo.
Delante, la gloria espera junto al lago, apacible el domingo, y el sol, donde se abre la puerta del reino de Eddy Merckx, de Fausto Coppi, de Bernard Hinault, de los m¨¢s grandes. Detr¨¢s, el caos. Detr¨¢s, B¨¦lgica se deshace, Pa¨ªses Bajos se deshace, el pelot¨®n desaparece. Un naufragio. Peque?as balsas con supervivientes se deslizan por los repechos, arriba, abajo. Todos se miran, todos se atacan, todos se guardan, se esconden, racanean, atacan, el irland¨¦s Ben Healy, incre¨ªble guerrero, pelea. La balsa m¨¢s r¨¢pida contiene finalmente a media docena de ciclistas. Las figuras espa?olas tambi¨¦n han ido esfum¨¢ndose, pero Roger Adri¨¤, el catal¨¢n, fabuloso, aguanta hasta casi el final; y Enric Mas llega con los m¨¢s grandes. ?l es un grande. Un fondista entre velocistas de piernas de dinamitas y vatios de fisi¨®n de ¨¢tomos. Ataca un par de veces. Hace sudar a Van der Poel, a O¡¯Connor, el amigo de la Vuelta, a Evenepoel. Aunque Pogacar nunca cuenta con m¨¢s de un minuto de ventaja han decidido rendirse, no se ponen de acuerdo para colaborar. La caza es imposible. La lucha por la medalla de plata es una guerra abierta. Solo O¡¯Connor, sus aires de conejillo asustado, rompe el grupo. Un contrapi¨¦ a 1.500m le da el segundo puesto, cuando a¨²n Pogacar est¨¢ celebrando con Urska, con la afici¨®n rendida a sus pies, de rodillas, fervorosa. Van der Poel gana el sprint por el tercer puesto. Mas, inevitablemente, es el ¨²ltimo del grupo, octavo al final. ¡°Las primeras cinco horas han sido horrorosas, luego me he sentido s¨²per¡±, dice Mas. Lo positivo es que hemos luchado por las medallas hasta el final. As¨ª que contento por eso, y por las sensaciones, pero no por el resultado¡±.
El arte de lo inesperado, el instinto, el deseo, m¨¢s fuerte que la raz¨®n, pero no tanto como las piernas que lo llevan sobre la bicicleta, tan hermoso sus susurros con el viento que atraviesa sus radios. ¡°?Qu¨¦ estupidez estoy haciendo!¡±, dice Pogacar despu¨¦s, y ya el maillot arco¨ªris que tanto ansiaba cubre su cuerpo, como podr¨ªa decir un artista despu¨¦s de haber dado un brochazo donde no quer¨ªa, un color violento sobre pinceladas delicadas, y luego se maravilla por el resultado, y todo por ¨¦l, y le proclaman genio. ¡°No s¨¦ qu¨¦ me pas¨® por la cabeza, porque cuando haces estupideces no piensas, si no, no las har¨ªas¡ Me dej¨¦ llevar por la corriente, y pens¨¦ al hacerlo, me acabo de pegar un tiro en una rodilla, y dos minutos despu¨¦s, y ahora me he pegado un tiro en la otra rodilla¡ Pero luego vi a Jan Tratnik delante, y es una m¨¢quina, y me motiv¨®, y as¨ª fue. Un ataque est¨²pido deja de ser est¨²pido cuando tiene ¨¦xito¡±
Tadej Pogacar, esloveno de Komenda, 26 a?os reci¨¦n cumplidos, alcanz¨® su destino ¨C¡±un maillot arco¨ªris para que todos sepan que es el mejor, tanto lo desea vestir y mostrar¡±, dice su pareja, la ciclista Urska Zygart¡ªa su manera. Quiere ser como Eddy Merckx, el ¨²nico ciclista con el que se le puede comparar, con el Can¨ªbal que hace justo 50 a?os, ganado su tercer Mundial en Montreal, cerr¨® la temporada perfecta, maglia rosa del Giro, su quinto Giro, maillot amarillo del Tour, su quinto Tour, y otro arco¨ªris. Y con un estilo propio. A la vez destructor y calculador, econ¨®mico y ¨¦pico. Este 2024, Pogacar tiene n¨²meros de Merckx ¨C23 victorias: el Tour, su tercer Tour, m¨¢s seis etapas, de monta?a, de contrarreloj, de todo tipo; el Giro m¨¢s seis etapas, la Volta m¨¢s cuatro etapas, las Strade Bianche, la Lieja, el GP de Montreal; las dos ¨²nicas carreras que ha corrido y no ha ganado son la San Remo, y termin¨® tercero, y Quebec, donde fue s¨¦ptimo¡ªy un estilo propio, ¨²nico, mezcla de arte y estupidez, de violencia y delicadeza, un ¨¢ngel y un diablo en su cabeza. Picasso y Chagall, los dos juntos, dando pedales, transformando la luz en emoci¨®n, y el viento.
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