Legislaci¨®n laboral y r¨¦gimen autoritario
Los dos grandes sistemas pol¨ªticos en los que se mueve el mundo del trabajo son el socialista y el capitalista, con todos los matices que la realidad vana nos muestra. El denominador com¨²n de ambos sistemas es la existencia de hombres que, en su trabajo, obedecen las ¨®rdenes de otro. Es la eterna estratificaci¨®n entre la clase dominante y la dominada, o de modo m¨¢s radical, entre los opresores y los oprimidos.La variante, esencial, est¨¢ en qui¨¦n se aprovecha del esfuerzo de los que trabajan en situaci¨®n subordinada y en c¨®mo se reparte el producto. Pero el hombre de a pie precisa de unos mecanismos de defensa frente a los que est¨¢n sobre ¨¦l. Parece claro; como clara resulta la necesidad de avanzar en el camino de la igualdad de los hombres y del respeto de su dignidad. Trabajar, habr¨¢ que hacerlo siempre. Pero lo importante es el c¨®mo y para qui¨¦n.
En la Europa occidental, con la aparici¨®n de la m¨¢quina, se produce la explotaci¨®n masiva de muchos -los poseedores de su cabeza y sus brazos-, por unos pocos -los poseedores del capital-. A finales del XIX y principios del XX la situaci¨®n resulta tan escandalosa que los propios integradores de la clase dominante se autolimitan, con la importante coacci¨®n del movimiento obrero, que con sus luchas y sacrificios consigue el reconocimiento de algunos derechos colectivos. De cualquier modo, como De la Villa y Montalvo han demostrado entre nosotros, en esa transformaci¨®n hay mucho pragmatismo. Se cambia para no cambiar. En lo importante.
Pero el hecho es que comienza una legislaci¨®n protectora, mezclada con las voces de soci¨®logos o m¨¦dicos, que en alg¨²n caso llegaron a aconsejar el ?juego de la cometa? como soluci¨®n a la tendencia del obrero a ?quernar? su salario en la taberna y sobre todo para que, tomando el aire puro, espirase el impuro que ten¨ªan en la f¨¢brica. Salvando estas piruetas, la verdad es que los m¨¦dicos de aquella ¨¦poca cumplieron una gran labor, denunciando abusos y pidiendo soluciones, especialmente higi¨¦nicas.
El Estado, en muchos casos identificado en el poder con la clase dominante, baja con el tiempo el ¨ªndice de productividad legislativa y deja aumentar el de los sindicatos obreros. As¨ª, de un modo t¨¢cito, se llega en la Europa occidental a una situaci¨®n marcada por tres factores: reconocimiento de los sindicatos -con libertad y pluralismo-, admisi¨®n de la huelga como recurso l¨ªcito e institucionalizaci¨®n de los conflictos a trav¨¦s del Convenio Colectivo. Y a pesar de ello nada se hunde, sino que la econom¨ªa, con m¨¢s o menos vaivenes, prospera. En definitiva y a partir de 1944 se instaura en Europa un ?statu quo? social que funciona entre el conflicto y el pacto y con la imprescindible presencia de los sindicatos obreros como principales protagonistas. Hoy creo que el tema, est¨¢ en revisi¨®n, v¨ªa italiana, pero ¨¦se es otro tema.
Entre nosotros, la guerra civil de 1936 rompe todos los esquemas. Paramos el reloj, instaurando un sistema extraeuropeo que se refleja fundamentalmente en el Fuero del Trabajo de 1938. Para lo que ahora me ocupa, dir¨ªa que el rasgo principal del sistema que se impone radica en la desaparici¨®n de la autonom¨ªa colectiva de los trabajadores y la consagraci¨®n de un monopolio estatal en la regulaci¨®n de las condiciones de trabajo, expresado fundamentalmente en la Ley de Reglamentaciones de 1942, a¨²n vigente.
De las tres etapas de la legislaci¨®n laboral -pietista, protectora y planificadora-, la de 1936 en adelante se ancla y momifica en la segunda. Al quedar los trabajadores desprovistos de protecci¨®n aut¨®noma, el Estado se encarga de velar por sus intereses y as¨ª no se admite ni un sindicalismo profesional, ni la huelga, ni, hasta 1958 y con peculiares rasgos, el convenio colectivo.
La clase trabajadora sufre durante los a?os de la postguerra una especial limitaci¨®n de su status econ¨®mico, que era el ¨²nico en el que podr¨ªa haber adelantado. Y lo sufre, porque quien est¨¢ en el poder, en absoluto puede identificarse con los intereses de los trabajadores, sino al contrario. De ah¨ª que durante a?os se conceden cosas pero no se conquistan derechos, a pesar de los barrocos pre¨¢mbulos de las disposiciones legales. No pod¨ªa menos de ser as¨ª, porque a¨²n no se ha inventado el sistema de reformarse el sujeto a reformar, es decir de autorreformarse.
Ha existido una legislaci¨®n avanzada en lo individual, pero dictada autoritariamente. Las disposiciones ven¨ªan a decir: no es preciso sindicarse, ni declarar huelgas para conseguir mejoras. Yo, el Estado, las doy y ah¨ª va esta ley o este decreto. Y sin duda alguna las mejoras, por ejemplo en seguridad social, se daban. Plero eran mejoras piramidales; ven¨ªan de arriba y con el criterio de los de arriba, como no pod¨ªan venir o venir con otro criterio. Y, as¨ª, el sistema funcion¨® durante a?os, porque funcionaba el sistema pol¨ªtico. Nuestra legislaci¨®n laboral no se entiende sin situarla en el contexto pol¨ªtico y sindical,y desde luego s¨®lo vale en ¨¦l. ?Por qu¨¦? Porque un sistema laboral autoritario s¨®lo tiene eficacia cuando el autoritarismo tiene vigencia.
De ah¨ª que, fallecido Franco, no crea en la viabilidad de una pol¨ªtica laboral ligada estrechamente a su persona y a su significado en el pa¨ªs. No creo en el franquismo sin Franco. Por ello, hay que plantearse nuevos esquemas, pero teniendo bien presente el punto de que partimos. Y eso ser¨¢ tema de otro art¨ªculo.
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