La pol¨ªtica agraria ha llegado al l¨ªmite de lo aceptable
Conviene revisar la validez actual de la consabida definici¨®n de Espa?a como pa¨ªs eminentemente agr¨ªcola. Est¨¢ claro que ya no lo es, en la medida en que se d¨¦ al concepto una interpretaci¨®n exclusivamente cuantitativa -dice un informe del Banco Atl¨¢ntico.- Las cifras son lo suficientemente explicativas, ya que el peso del sector primario, excluyendo la pesca, ha pasado de representar el 18,4 por 100 del PIB en 1964, a poco menos del 14 por 100 durante el pasado a?o.Las coordenadas esenciales del problema agrario espa?ol, seg¨²n un informe elaborado por el Banco citado son las siguientes:
Decrecimiento, no il¨®gico en cuanto a la tendencia, del peso del sector en el conjunto.
Disminuci¨®n, igualmente no il¨®gica, de la poblaci¨®n activa agraria, cuya importancia real y pol¨ªtica, frente al sector urbano, decrece.
Insatisfactoria aportaci¨®n, claramente en los ¨²ltimos a?os, al flanco de nuestra balanza de pagos; es decir, insuficiente situaci¨®n de importaciones, por lo menos, independientemente de las posibilidades de aumento de las exportaciones.
Discriminaci¨®n real e incluso creciente de la renta por cabeza en detrimento del campo.
Erosi¨®n de la rentabilidad de las exportaciones.
Enumeradas las coordenadas del agro espa?ol, el problema agrario ofrece una doble vertiente: la econ¨®mica (dada por una notable resistencia de la econom¨ªa agraria a acomodarse a los objetivos de las pol¨ªticas convencionales) y la sociol¨®gica (caracterizada por el m¨²tuo descontento agrario-urbano).
El Informe se?ala que la actual situaci¨®n no beneficia a nadie, sino que el descontento del campesinado agrario existente no tiene su contrapartida en la satisfacci¨®n industrial urbana. Ah¨ª empiezan las paradojas, unas paradojas cuya m¨¢s concreta manifestaci¨®n se plasma a trav¨¦s de los precios y sus correspondientes pol¨ªticas.
Los precios agrarios, seg¨²n el Banco Atl¨¢ntico, suben por supuesto, alimentando nuestras end¨¦micas tensiones inflacionistas, suben tambi¨¦n el coste de la vida y, por ¨²ltimo, los salarios. Todo queda, al final del proceso, y en t¨¦rminos reales, igual o peor quiz¨¢ para todos y, desde luego para el propio campo, al que no han servido de mucho los peri¨®dicos aumentos arrancados en sus precios nominales para mejorar su situaci¨®n relativa y cumplir, razonablemente, lo que le pide el pa¨ªs.
Termina el estudio poniendo de relieve que el sistema de relaciones. campo-industria o campo-sector urbano en que ha descansado el desarrollo espa?ol puede haber llegado a su punto cr¨ªtico de ruptura, por lo que no ser¨ªa l¨®gico mantener las pol¨ªticas seguidas hasta ahora a la vista de sus consecuencias negativas para el campo y para el pa¨ªs, que justifica la hip¨®tesis de la llegada del modelo convencional al l¨ªmite social y econ¨®mico de lo aceptable.
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