Veinticinco a?os de despilfarro
En un primer art¨ªculo, acompa?ado de un editorial publicado en la edici¨®n de ayer acerca de la situaci¨®n econ¨®mica, se planteaba que la gravedad de la misma radica no s¨®lo en problemas de hoy, sino en errores acumulados en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Se planteaba que la operaci¨®n liberalizadora emprendida en el Plan de Estabilizaci¨®n, no fue continuada, sino que se intensific¨® un proteccionismo e intervencionismo injustificado, as¨ª como se permiti¨® el montaje de numerosos tinglados irracionales.
El segundo mal que ha padecido la econom¨ªa espa?ola durante los ¨²ltimos cinco lustros lo ha constituido la ineficiencia y el despilfarro de recursos, cuyo principal culpable quiz¨¢ fue esa mezcla de derecho administrativo a la portuguesa y de econom¨ªa a la francesa que se llamaron planes de desarrollo. M¨¢s que indicativos. aproximativos, bajo su montaje burocr¨¢tico florecieron todas las especies del proteccionismo ind¨ªgena y for¨¢neo, de arbitrismo pseudo-ilustrado, y de protecci¨®n descarada de los intereses econ¨®micos de ciertas clientelas pol¨ªticas y empresariales. Animados por la santa ignorancia de las leyes m¨¢s elementales de la ciencia econ¨®mica, los ap¨®stoles de la nueva tecnocracia iniciaron una simbiosis entre los intereses privados y el bien com¨²n que les report¨® sustanciosos beneficios y empobreci¨® al pa¨ªs.La desmoralizaci¨®n de los funcionarios
Un aspecto poco comentado de ese proceso de erosi¨®n del sector p¨²blico por los tecn¨®cratas de los ?felices sesenta? ha sido la desmoralizaci¨®n, acaso irreparable, que han originado entre los cuerpos de la Administraci¨®n del Estado. En su af¨¢n por disfrazar una mentalidad profundamente reaccionaria, los hombres del momento intentaron disfrazarse con los ropajes m¨¢s modernos -business administration, escuelas de funcionarios p¨²blicos, t¨¦cnicos en planificaci¨®n- a fin de camuflar un aut¨¦ntico abordaje a los centros vitales de asesoramiento econ¨®mico al poder. Para conseguir sus objetivos no vacilaron en destrozar materialmente los cuerpos de la Administraci¨®n. A los mejores y m¨¢s eficientes funcionarios se les releg¨® a puestos secundarios, a otros se les ofrecieron suculentas prebendas en la empresa privada, algunos, por ¨²ltimo, fueron postergados por completo. Se trataba, en definitiva. de hacer hueco para los elegidos, para los d¨®ciles, para los nuevos managers, presuntamente poseedores de modernas t¨¦cnicas de an¨¢lisis y gesti¨®n, de las que en realidad s¨®lo conoc¨ªan, y mal, la m¨²sica.
El resultado de este desguace de la Administraci¨®n se ha completado en los ¨²ltimos a?os con la puesta en pr¨¢ctica de un sistema de ?escalas paralelas? entre aqu¨¦lla y la empresa privada, mediante el cual cada paso de la una a la otra supone un ascenso en la dif¨ªcil carrera de la meritocracia. Se ha materializado as¨ª un creciente desorden e incapacidad de la Administraci¨®n para cumplir con las tareas tradicionalmente a ellas encomendadas. Ello explica, am¨¦n del r¨¢pido florecimiento del negocio de las consultoras, el que, en contra de lo que pudiera pensarse, la planificaci¨®n no llev¨® impl¨ªcita un intento de coordinar m¨ªnimamente las pol¨ªticas de los distintos Ministerios, econ¨®micos, ni su proclamada racionalidad se tradujo en la aplicaci¨®n de los m¨¢s elementales criterios de coste-beneficio a las grandes decisiones de inversi¨®n p¨²blica. Y como en el terreno fiscal los intentos de modernizaci¨®n abortaron en la reforma de 1964, a los pocos a?os el sistema impositivo y, en general, el sector p¨²blico. hab¨ªan agotado su capacidad de actuar como elementos esta bilizadores.
INI y Seguridad Social
Otros dos campos m¨¢s pueden citarse como ejemplo de la confusi¨®n a que se someti¨® el funcionamiento del sector p¨²blico: el papel del INI y las empresas p¨²blicas y la Seguridad Social. El primero, creado en 1941 como instrumento del intervencionismo aut¨¢rquico del R¨¦gimen, su adscripci¨®n al Ministerio de Industria en 1968 a?os de la racionalidad tecnocr¨¢tica, no sirvi¨® para enderezar seriamente la situaci¨®n financiera de muchas de sus empresas ni para ordenar los criterios de intervenci¨®n del Estado en los sectores b¨¢sicos para la econom¨ªa nacional. En cuanto a la Seguridad Social, el empe?o de ofrecer una Sanidad digna al porcentaje creciebte de espa?oles que se ganan el pan con el sudor de su trabajo, ha engendrado un monstruo que detrae recursos por un importe pr¨¢cticamente igual al de la Administraci¨®n Central, y cuyo m¨¦todo de financiaci¨®n coadyuva eficazmente a la inflaci¨®n de costes y al paro.
El paro, grave herencia
La falta de empleos es, sin duda, la m¨¢xima preocupaci¨®n social de estos momentos. Y lo es tanto m¨¢s cuanto quegracias al fuerte crecimiento de la econom¨ªa durante la d¨¦cada de los sesenta y a la emigraci¨®n exterior, este pa¨ªs desconoc¨ªa lo que eran tasas de paro superiores al 2 % de su poblaci¨®n activa. La reciente crisis econ¨®mica mundial y la recesi¨®n interior han elevado ese porcentaje por encima del 5%; la gravedad del problema reside, sin embargo, en que una hipot¨¦tica recuperaci¨®n de la demanda interna y externa no devolver¨¢n el paro a sus niveles anteriores. Gran parte de esos parados tienen car¨¢cter estructural -es decir, son j¨®venes que buscan su primer empleo, mujeres con un bajo nivel de cualificaci¨®n, temporeros agr¨ªcolas, hombres maduros con una formaci¨®n profesional insuficiente para las nuevas industrias que se instalan, etc¨¦tera- a los que la cl¨¢sica receta de un mayor ritmo de actividad no va a sacar del ej¨¦rcito de parados.
La soluci¨®n a este problema no ser¨¢ f¨¢cil, pero su premisa deber¨ªa ser la evitaci¨®n de los errores del pasado. Se acaba de citar el coste de las cuotas de la Seguridad Social como eficaz medio disuasorio para que las empresas incrementen sus plantillas; la pol¨ªtica financiera, caracter¨ªsticas de esos a?os, de suministrar fondos abundantes a un coste irrisoriamente bajo, constituy¨® otro de los factores generadores de paro. En efecto, en combinaci¨®n con unos derechos arancelarios bajos para los bienes de capital, las empresas espa?olas estuvieron en condiciones de instalar una rnaquinaria costosa y compleja que supon¨ªa la importaci¨®n de una tecnoloa¨ªa dise?ada para pa¨ªses en los cuales la mano de obra era el factor escaso. Este curioso cambio de los datos de partida provoc¨® un lento, invisible, pero ineluctable incremento del paro. Enti¨¦ndase, sin embargo, que esto no es una cr¨ªtica al proceso de capitalizaci¨®n de la industria espa?ola, a la que el aislamiento econ¨®mico de la etapa aut¨¢rquica hab¨ªa obligado a seguir funcionando con un utillaje obsoleto; algunos de los sectores industriales en los que se verific¨® ese proceso constituyen hoy en d¨ªa los motores del potencial econ¨®mico espa?ol. Lo criticable es que la pretendida planificaci¨®n no realiz¨® el m¨¢s m¨ªnimo esfuerzo para encauzar el progreso t¨¦cnico y las innovaciones en la productividad industrial, hacia los sectores que m¨¢s beneficiar¨ªan al pa¨ªs, a su balanza de pagos y a su nivel de empleo.
Ausencia de pol¨ªtica econ¨®mica
Para concluir este repaso hist¨®rico s¨®lo queda hacer una escueta referencia a la inoperancia,casi generalizada de las distintas pol¨ªticas econ¨®micas puestas en pr¨¢ctica desde 1965. Salvo contadas excepciones esas actuaciones se montaron casi exclusivamente sobre una pol¨ªtica monetaria que operaba mediante controles directos, y una pol¨ªtica de rentas, por llamarla de alguna forma, basada en el orden p¨²blico y en la ausencia de sindicatos representativos. La fase de expansi¨®n de las econom¨ªas europeas -que tanto favoreci¨® los intercambios exteriores y los ingresos por turismo, y dio trabajo a m¨¢s de un mill¨®n de espa?oles allende los Pirineos- permiti¨® que los m¨¢s crasos errores de direcci¨®n pudieran pasar moment¨¢neamente desapercibidos. A partir del oto ?o de 1973 las cosas cambiaron, y por esta raz¨®n la econom¨ªa espa?ola est¨¢ pagando tan caro el tremendo error de la pol¨ªtica compensator¨ªa decidida en 1974 y el desorden inenarrable instaurado en las finanzas p¨²blicas durante los primeros seis meses de 1976. Devolver la econom¨ªa a una senda de crecimiento modesto, pero estable, reestablecer de nuevo el equilibrio exterior, y reducir el paro, son tareas a la vez urgentes y dif¨ªciles para las cuales no hay recetas milagrosas.
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