La "Serenata" de Montsalvatge en Madrid

Era estreno en Madrid la Serenata a Lydia, de Xavier de Montsalvatge. Naci¨® en 1972, en su versi¨®n para flauta y piano; m¨¢s tarde fue orquestada para flauta y arcos y, al fin, para flauta y orquesta normal. Versiones que no han modificado la sustancialidad de la obra, un homenaje a Lydia de Cadaqu¨¦s, personaje mitad real, mitad fantasmag¨®rico al que Eugenio D'Ors dedicara algunas de sus glosas y, al fin, un libro entero que, de alguna manera, viene a ser una respuesta o resonancia, a distinto nivel y en distinta situaci¨®n, de Teresa, La bien plantada. Lo m¨ªtico parece simbolizado en la ?Serenata? de Montsalvatge por el sonar virtuosista de la flauta, que, sin renunciar a una t¨¦cnica tradicional, se enriquece con recursos t¨¦cnico-est¨¦ticos actuales dentro de una buena l¨ªnea de continuidad. La orquesta, en su riqueza de recursos t¨ªmbricos, parece aportar la geograf¨ªa, el paisaje luminoso de la costa catalana en una de cuyas m¨¢s blancas villas habit¨®, imagin¨®, ?fantasmagore¨®? Lydia de Cadaqu¨¦s como int¨¦rprete de ciertas intenciones ocultas en los textos d'orsianos. Tan bien realizada como cab¨ªa esperar de la madurez del compositor de Gerona, fue espl¨¦ndidamente interpretada por Vicente Mart¨ªnez, seguro, musical, dominador, due?o de muy bello sonido. En su papel de solista demostr¨® la categor¨ªa defendida a diario como cabeza, con Jos¨¦ Moreno, de: la cuerda correspondiente en la Sinf¨®nica de RTVE.La colaboraci¨®n de la orquesta, inteligentemente dirigida por El?hau Inbal, fue tan excelente en la Serenata como lo ser¨ªa en el Concerto para guitarra n.? 1, de Castelnuovo-Tedesco. Ernesto Bitetti, el prestigioso guitarrista argentino, tan ligado a la vida musical espa?ola, toc¨® su dif¨ªcil parte (m¨¢s dif¨ªcil incluso de lo que parece cuando est¨¢ dominada como en el caso de Bitetti) con claridad, expresividad eficiente, buen orden cl¨¢sico que se toma apasionado en ciertas secuencias del segundo tiempo. L¨¢stima que una p¨¢gina tan latina en su inspiraci¨®n como todo cuanto escribiera Castelnuovo, junte a la brillantez virtuos¨ªstica de la guitarra una orquesta m¨¢s bien gris de colores, quiz¨¢ debido al miedo de ocultar al solista, en un momento en el que empezaban a escribirse conciertos para el instrumento.

El triunfo de Bitetti y sus colaboradores correspondi¨®, por entero, a Inbal y los sinf¨®nicos radiotelevisivos en la brillante y contrastada versi¨®n del Concierto para orquesta de Bartok, un cl¨¢sico del siglo XX, que en esta p¨¢gina parece resumir toda su biograf¨ªa.