Esta semana se estrena la nueva versi¨®n de la obra de Falla
Los d¨ªas 20, 21 y 22, la Orquesta y Coros Nacionales, bajo la direcci¨®n de Rafael Fruhbeck, estrenar¨¢n la nueva versi¨®n de Atl¨¢ntida, obra p¨®stuma de Falla, completada por Ernesto Halffter.
La obra p¨®stuma de Falla no merece un libro, sino dos: el que trate de su ser y el que cuente su aventura. Larga aventura en verdad, pues se inicia en 1926 y va a cerrarse -supongo- en 1977, a m¨¢s de treinta a?os de la muerte del maestro. Y si Falla abord¨® en su gran partitura sobre Verdaguer el terna del descubrimiento, en cierto modo tambi¨¦n est¨¢ por descubrir este continente musical que ahora nos llega repensado y mejor concretado por Ernesto Halffter. Es el caso que Atl¨¢ntida ha recibido los m¨¢s altos elogios en todos los idiorr¨ªas; no es menos cierto que su andadura por el mundo no ha sido f¨¢cil hasta la fecha. Analizar las razones de la aparente contradicci¨®n exceder¨ªa los l¨ªmites de un art¨ªculo period¨ªstico: son muchas y de orden muy vario. Queda bastante clara alguna motivaci¨®n: por ejemplo, la interpretaci¨®n dada por muchos a las intenciones de Falla en cuanto a lo que Afl¨¢ntida deb¨ªa ser como g¨¦nero. Llevarla, como se hizo, a los grandes escenar¨ªos oper¨ªsticos ha venido a resultar decisi¨®n err¨®nea. Bien es verdad que el mismo compositor, con sus palabras -tan cortas y misteriosas- y quiz¨¢ con sus indecis¨ªones dio pie a la confusi¨®n. No es menor ver dad que, estudiada la obra sin apriorismos y anal¨ªzados, con gruesa lupa, los breves escritos alusivos de don Manuel se arriba con firmeza a la conclusi¨®n de que Atl¨¢ntida es un oratorio. Es seguro que la definici¨®n inicial dada por Falla de cantata esc¨¦nica no habr¨ªa prevalecido. No s¨®lo porque a la muerte de Sert, motor pl¨¢stico de Atl¨¢ntida, Falla escribiera que ya no pod¨ªa pensar sino en una obra de concierto; se desprende tambi¨¦n del texto m¨¢s largo dejado por ¨¦l sobre el particular: la c¨¦lebre carta a su colaborador, Jos¨¦ Mar¨ªa Sert, fechada el 10 de noviembre de 1928. No es extra?o que se haya confundido el verdadero-pensamiento del maestro expuesto a trav¨¦s de unos p¨¢rrafos en los que parece hablarse un lenguaje teatral: escenas, cuadros. Sin embargo, ciertos descubrimientos posteriores al mismo estreno de la obra en Mil¨¢n, Berl¨ªn y Buenos Aires ponen las cosas en claro. Me referir¨¦ a dos: otra carta en la que Falla dice a Sert que no necesitar¨¢n de regista alguno y un texto an¨®nimo incluido en un programa del ' concierto dedicado a Falla en octubre de 1933 por la A sociaci¨® de M¨²sica da C¨¢mera de Barcelona. Dice as¨ª: Atl¨¢ntida ha sdevingut una obra magna, de vastes dimensions, que omplir¨¢ tot un programa, a base de grans corals, amb solistes i orquestra, i, dem¨¦s, unes evocacions pl¨¢stiques en les quals est¨¢ treballant Veminent pintor Josep Mar¨ªa Sert. Un d¨ªa, entre los quince, veinte o 24.000 ?papeles? dejados por el m¨²sico gaditano, muchos de ellos min¨²sculos y mal trazados a l¨¢piz en forma de elemental borrador, descubr¨ª que las anteriores palabras eran del propio Falla. Como la partitura desarrolla las m¨²ltiples y diversificadas escenas del poema verdagueriano, el problema, digamos escenico ' radica tan s¨®lo en el modo de resolver las mutaciones, bien se tratara de transparencias, bien de cambios de luces. Incluso en alg¨²n momento pens¨® Falla en servirse del cinema.
Protagonismo musical
Lo que no cabe duda, ahora, es que el protagon¨ªsmo de Atl¨¢ntida deb¨ªa ser musical, que la acci¨®n no existir¨ªa y que el t¨¦rmino cuadro lo empleaba en su riguroso concepto pict¨®rico y no en el teatral. En Suma: el intento de operatizar Atl¨¢ntida, aun desde los medios puestos en juego por los citados teatros, ven¨ªa a perjudicar a la m¨²sica con el protagonismo de un escenario en el que nada suced¨ªa. No cr¨ªtica, sino elogios merecen Margarita Wallmann o Zef¨ªrelli por cuanto se esforzaron para resolver una especie de cuadratura del c¨ªrculo, pero los resultados no respondieron al talento desplegado y las posibilidades puestas en juego.
Sinfon¨ªa completada
Considerada A tl¨¢nt¨ªda en su mera significaci¨®n musical, tambi¨¦n habr¨ªa que pensar, siquiera sea de pasada, en otros problemas. El fundamental para m¨ª es el del camino a tomar ante una partitura terminada en la menor parte, bastante resuelta en la ideaci¨®n compositiva en muchos casos y enormemente confusa, aun cuando profusa de ideas, esbozos. anotaciones, posibles temas, etc¨¦tera, en lo que antes era la segunda parte. Ante m¨¢s de trescientas p¨¢ginas de trabajo. ?deb¨ªa ult¨ªmarse un proyecto no enteramente definido ni en el mismo libreto o ser¨ªa m¨¢s conveniente poner ?en pie? de ejecuci¨®n lo terminado o claramente planteado por Falla? Es evidente que, al decidirse por la soluci¨®n teatral, hab¨ªa que aceptar la primera f¨®rmula.Halffter trabaj¨® mucho y bien. Trat¨® de identificarse con su maestro y aplic¨® un ¨ªndice de exigencia que le llev¨®, en 1972, a plantear a los editores de Atl¨¢ntida una nueva revisi¨®n. El disc¨ªpulo de Falla no ha desandado su camino, pero ha sabido, por una parte, perfeccionar la partitura; por otra, renunciar a un buen pu?ado de p¨¢ginas.
Segunda navegaci¨®n
En septiembre del pasado a?o, esta Atl¨¢ntida, que oiremos en Madrid, se escuch¨® en el festival de Lucerna. La cre¨ªamos en su versi¨®n definitiva, pero, todav¨ªa, Halffter reclam¨® nuevos m¨¢rgenes de tiempo para decidir. No quer¨ªa renunciar acaso a ?ese ¨²ltimo sobo? de que habla Ortega, que parece poco y es tanto. No es hecho nuevo en la historia de la m¨²sica el empe?o de volver una y otra vez sobre lo hecho. El mismo don Manuel habl¨® siempre de posibles retoques a El amor brujo, por ejemplo, cuyo final no acababa de satisfacerle; Mahler hizo por tres veces La canci¨®n del lamen o. Y as¨ª sucesivamente. A ¨²ltima hora importan los resultados, ante cuya bondad se olvidan pronto impaciencias, complicaciones y hasta nobles rabietas: todo lo que constituye an¨¦cdota o, si se quiere, aventura susceptible de contar y criticar. Interesa la otra aventura, la grande y trascendental aventura. Aquella que al cerrar el ?asunto Atl¨¢ntida?, abra de par en par a Atl¨¢ntida las puertas del prestigio y la consideraci¨®n general. Eso esperamos de la segunda navegaci¨®n de Atl¨¢ntida. El antecedente, casi definitivo, escuchado en Lucerna vale como promesa, tambi¨¦n casi definitiva: lo testimonian el juicio de la cr¨ªtica y la reacci¨®n entusiasta del p¨²blico.
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