No hay camino al para¨ªso
Bukowski bebe vino, Bukowski bebe cerveza, Bukowski se hace rico, Bukowski se arruina, Bukowski fornica, r¨ªe, llora, va al hospital, escribe, se mea en los ascensores, se vuelve loco, va a la c¨¢rcel, al hip¨®dromo, ve pel¨ªculas y las numera en su memoria, se hace pasar por nazi, tiene miedo, trata de tener clase, no paga el alquiler, se hace famoso, hace lecturas po¨¦ticas, escucha m¨²sica cl¨¢sica, vomita en callejones, rompe cristales, se sube a la azotea de un alto edificio y grita, se fuma un puro...En este su cuarto libro de relatos publicado en Espa?a (nos falta a¨²n toda su obra po¨¦tica) no deja de dedicar buena parte de los mismos a su tema favorito, esto es, ¨¦l mismo. A Bukowski le fascina su propia vida, su accidentado devenir, sus azarosas situaciones entre marginados vagabundos, prostitutas, editores, drogadictos, m¨¦dicos y dem¨¢s chusma. Se incluyen dos novelitas cortas autobiogr¨¢ficas (Todos los ojos del culo de este mundo y el m¨ªo, y Confesiones de un hombre lo bastante loco como para vivir con las bestias) que anta?o fueron publicadas independientemente y cuyos temas en ocasiones se repiten en otros de sus libros. Junto a ¨¦stas, numerosos relatos de creaci¨®n nos dan fe de la activa imaginaci¨®n de Bukowski, su delirante humor y, pese a todo lo que se diga, su capacidad literaria.
Se busca una mujer
Charles Bukowski. Editorial Anagrama. Col Contrase?as. Barcelona. 1979.
Cuentos tan divertidos como Maja Thurup o la historia de la explotaci¨®n sexual del buen salvaje y su necesaria reacci¨®n canibal¨ªstica; parodias autocr¨ªticas acerca del escritor borracho e insociable domesticado por el ¨¦xito (Un mozo de carga con la nariz roja); una historia de amor entre un hombre y una mu?eca, con final tr¨¢gico por culpa de una mujer despechada (Amor por 17,50 $); lo que puede ocurrir cuando se le invita a unas copas al diablo (El diablo estaba cal¨ªente); Ia historia de unos asesinos fortuitos por causa de la miseria y el miedo (Los asesinos); la inconsciente atracci¨®n y el terror a las relaciones sexuales de una mujer insatisfecha (Se busca una mujer); la ascensi¨®n social y posterior ruina de un alcoh¨®lico con extra?as dotes de percepci¨®n para los caballos (Pittsburgh Phily compa?¨ªa); una divertida reflexi¨®n sobre la esterilidad creativa (No puedes escribir una historia de amor), y otras muchas fieles a su sorprendente estilo de siempre.
Entre lo autobiogr¨¢fico se?alar¨ªamos algunos relatos sobre su juventud e infancia, hasta ahora desconocidas, tales como Un par de vinos, Pol¨ªtica o Bop bop bop contra la cortina. Esto es lo que mat¨® a Dylan Thomas nos cuenta el desarrollo de una lectura po¨¦tica en San Francisco con los consiguientes remordimientos, cat¨¢strofes y n¨¢useas. Bukowski, el que hab¨ªa jurado no ofrecer jam¨¢s una lectura en p¨²blico, ve coreado su nombre por las masas, accede a la vampirizaci¨®n. ?Qu¨¦ ocurre? ?Qu¨¦ fue lo que mat¨® a Dylan Thomas? ?El whisky, las chiquillas americanas, los recitales? ?Se rinde el escritor o inventa excusas? A veces es m¨¢s interesante asumir la rendici¨®n, admitir la debilidad, la confusi¨®n, morder sin esperanzas. Adentrarse en los pozos de la mec¨¢nica humana para nadar en el miedo, en el asco. La caterva es m¨¢s admirable que la gente de respeto, y Bukowski ha sido siempre un escritor metido hasta el cuello en la escoria. No es de extra?ar, pues, que sus relatos revelen su trabajo de fotografiar la mierda. Aunque, al final, la verdad nos diga que Bukowski no es m¨¢s que un blando melanc¨®lico al que le encanta ponerse a escuchar a Mozart y acordarse de Judy Garland con una lagrimita en cada ojo y una copa en la mano. Penoso es caminar sobre la tierra; digamos que tambi¨¦n lo es en un lugar como Los Angeles, sobre unos zapatos como los de Bukowski; que no queda m¨¢s remedio que intoxicarse, vivir la embriaguez, hacer poes¨ªa, buscar tiernos culos, contar historias, ser chistoso, blasfemar m¨¢s de lo conveniente... Numerosos son los caminos a la hora del deambular terreno. Pero, como dice el t¨ªtulo de uno de los relatos, No hay camino al para¨ªso. Al para¨ªso, no.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.