Paula
Plaza de Las Ventas. Novena corrida de feria. Tres toros de Luis Algarra, con hierro de Juan Pedro Dornecq (primero, segundo y quinto), flojos; el segundo, indecoroso y protestado; el quinto, de gran nobleza, y tres de Lisardo S¨¢nchez, bien presentados, tercero y cuarto cojos y protestados, mansurrones. Rafael de Paula: pinchazo, estocada enhebrada y tres descabellos (divisi¨®n y saludos). Estocada corta atravesada e insistente rueda de peones (divisi¨®n y saludos). Estocada corta baja (gran ovaci¨®n y saludos desde el centro del ruedo). Angel Teruel: dos pinchazos y estocada corta trasera desprendida (indiferencia). Estocada desprendida (oreja). Nime?o II, que confirm¨® la alternativa: estocada (ovaci¨®n y saluda la cuadrilla). Pas¨® a la enfermer¨ªa, de donde no sali¨®. Sufre cornada en una pantorrilla, de pron¨®stico reservado. Presidi¨®, muy mal, el comisario Castro.Angel Teruel cort¨® ayer la primera oreja de la feria, pero la gente sal¨ªa de la plaza volcada con Paula. No era para menos. Hab¨ªa toreado a la ver¨®nica como los ¨¢ngeles; algunos de sus muletazos tuvieron el toque de la genialidad, y su ¨²ltima faena fue -y lo digo sin acab¨¢rmelo de creer, aunque lo vi- de torero valiente a carta cabal.
?Qu¨¦ ex¨®tica inyecci¨®n le ha puesto Manolo Chopera a Rafael de Paula para convertirle en ese torero responsable y decidido que ayer iba a por todas en el ruedo de Las Ventas? Seguro que la ha comprado en Am¨¦rica por una bolsa de canicas al hechicero de alguna tribu rec¨®ndita de la selva, porque en el mundo civilizado no hab¨ªa (ni creo que la haya) medicina que pudiera transformar tan radicalmente a este gitano de las genialidades y de los duendes, el m¨¢s miedoso que hab¨ªa conocido la historia de la tauromaquia.
Las ver¨®nicas de recibo a su primer toro, que remat¨® con dos medias de manos bajas, pusieron al p¨²blico en pie, pero mejor me quedo con el quite al quinto, donde suspend¨ªa el tiempo desmayando el lance y el toro pasaba embebido en el percal, quiero creer que embrujado por el soplo del arte, un arte que -ahora s¨ª- no se pu¨¦ aguant¨¢. Ni el propio Paula deb¨ªa tener noci¨®n de lo que fue aquello, y cuando caminaba hacia la barrera se encontr¨® con la sorpresa de que el p¨²blico se levantaba de sus asientos y estallaba en una nueva ovaci¨®n, con aclamaciones y todo, a la que tuvo que corresponder montera en mano.
Llev¨¢bamos ni se sabe sin ver torear, y ayer lo hizo el gitano de Jerez, aunque no llegara a cuajar ninguna faena. De cuanto vimos en la tarde, de cuanto ha ocurrido en la feria y en muchas ferias, yo s¨®lo recuerdo sus pinceladas del derechazo, los ayudados puro sentimiento, un trincherazo cadencioso y hondo, imposible de mejorar.
Y la sorpresa de su ¨²ltima faena, con un toro prob¨®n, que gazapeaba, al que aguant¨® como muy pocos toreros habr¨ªan sido capaces de hacer, Hay que ver lo que cuesta esperar a los toros, que embisten al paso y se paran junto al muslo. Cuesta tanto que para muchos diestros ¨¦ste es uno de los m¨¢s amargos tragos que pueden imaginar en la lidia. Y resulta que Paula, inyectado de una responsabilidad y un valor en ¨¦l desconocidos, esperaba, aguantaba, trazaba el muletazo y, al remate, ya ten¨ªa la muleta adelante para ligar el siguiente.
La faena fue emotiva, art¨ªstica y torera, con las desigualdades l¨®gicas que impon¨ªa la condici¨®n del toro. No redonde¨® la tarde (tuvo g¨¦nero para ello, por cierto), y quiz¨¢ haya sido esa nuestra suerte. Porque tal como ven¨ªa de decidido y de inspirado, si llega a cuajar una faena, nos vuelve locos a todos, nos tienen que llevar de Las Ventas al manicomio.
El comentario era un¨¢nime: ?qu¨¦ hubiera pasado si el quinto toro le llega a tocar a Paula? Ese toro, literalmente el carret¨®n, le correspondi¨® a Angel Teruel, que estuvo compuesto, y de ah¨ª no pas¨®. Su principio de faena fue bueno, con unos pulcros ayudados por bajo y una serie de naturales de perfecto temple y ligaz¨®n. Pero el trasteo fue a menos. Unas veces lo cortaba para enjaretar el unipase; otras, cargaba con ortodoxia la suerte; otras, embarcaba de costadillo y con el pico; en dos o tres ocasiones se agarr¨® al toro para rematar los derechazos. Faltaba, por supuesto, la chispa del arte, pero faltaba tambi¨¦n una mejor t¨¦cnica para construir esa faena completa que exige el toro so?ado. Y ese jabonero quinto, admirable de prontitud, suavidad y fijeza era, efectivamente, el toro so?ado.
La tarde no transcurri¨®, pese a todo, de rositas, porque salt¨® a la arena el toro sin trap¨ªo, hubo muchos cojos, en ninguna ocasi¨®n soportaron las reses las varas reglamentarias, y el p¨²blico tuvo motivos sobrados para armar la gran bronca. Al presidente le dijeron detodo, hubo referencias muy directas a los veterinarios, y Canorea tampoco se fue de vac¨ªo. Y para agravar las cosas, Teruel se puso en plan insolente y decidi¨® coger las banderillas cuando era mayor la indignaci¨®n en la plaza. Est¨¢ claro que le tienen perdido el respeto al p¨²blico. ?C¨®mo no, si el taurinismo act¨²a desde la impunidad? Pero sucedi¨® que, con los palos en la mano, Teruel hizo el peor de los rid¨ªculos, pues ning¨²n terreno le parec¨ªa bueno, y tard¨® m¨¢s de diez minutos en colocar tres pares bastante malos. El trasteo de muleta para igualar tambi¨¦n lo hizo interminable.
Entre ese toro y el anterior pas¨® hora y cuarto, porque tambi¨¦n Nime?o se eterniz¨® en banderillas y su faena por derechazos -despu¨¦s de sufrir una cornada durante los pases de tanteo- parec¨ªa no tener fin. Afortunadamente, lo tuvo. As¨ª de mal empez¨® una corrida alborotada y accidentada, que oscilaba continuamente entre el fraude y la genialidad, y que s¨®lo tuvo un nombre: Paula.
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