Una joven, muerta en un recital de Pecos en Barcelona
Al acto asist¨ªan m¨¢s de 10.000 hinchas del d¨²o
Una serie de desgraciadas coincidencias han conseguido que el fin de semana en Barcelona se haya convertido en una mezcla tr¨¢gica de creaci¨®n y destrucci¨®n. Una joven muerta, Marta Tormo Trian (de quince a?os) y seis heridos en el recital que los Pecos daban en el Gran Musical de la Cadena Ser, que tuvo lugar el pasado domingo en el parque de atracciones de Montjuich. Dos coches quemados y diversos grados de contusiones en las puertas de? pabell¨®n deportivo del Juventud de Badalona, donde el grupo ingl¨¦s The Police actuaba por primera vez en nuestro pa¨ªs.
Explicar nuevamente que ?no hay derecho?, repartir responsabilidades entre quienes las tienen o las puedan tener, no es suficiente: los hechos muestran mucho m¨¢s a las claras el absurdo de unos montajes y unos ataques hist¨¦ricos, en los cuales puede ocurrir cualquier cosa.
El concierto de los Pecos era su primera actuaci¨®n masiva tras regresar de su primera gira americana. Los recitales del Gran Musical perpet¨²an una idea que naci¨® a mediados de los a?os sesenta y que trataban de presentar a todo el pa¨ªs, y a trav¨¦s de la cadena radiof¨®nica SER, lo mejor o m¨¢s comercial de la m¨²sica popular.
En esta ocasi¨®n, el ?magno evento? se traslad¨® a Barcelona, m¨¢s en concreto al parque de atracciones de Montjuich. La organizaci¨®n (parcial) del concierto, la cadena SER, hab¨ªa reservado y controlaba unas mil entradas para repartir entre sus oyentes y los miembros de los distintos clubes de fans de Pecos, pero el recinto se encontraba abarrotado por un gent¨ªo que los c¨¢lculos m¨¢s t¨ªmidos cifraban en unas 10.000 personas, aunque otros asistentes daban cifras de 15.000 y hasta 20.000. As¨ª, en una situaci¨®n insostenible hasta con desmayos ocasionales que varios m¨¦dicos atendieron detr¨¢s del escenario, esas masas esperaron pacientemente hasta las doce y media la salida de sus ¨ªdolos. Todo discurr¨ªa en una anormalidad controlada, cuando, diez minutos antes de acabar el concierto, tuvo lugar una avalancha en las escaleras laterales del escenario que sepultar¨ªa a una serie de j¨®venes, produci¨¦ndose la muerte por asfixia de Marta Tormo, de quince a?os, quien acud¨ªa por primera vez, y contra la opini¨®n de sus padres; a un acto de este tipo. Seg¨²n algunos testigos presenciales, la avalancha pudo producirse al intentar la fuerza p¨²blica un desalojo de las escaleras laterales del escenario, posibilidad esta desmentida por la Jefatura Superior de Polic¨ªa de Barcelona, donde afirman que nunca se intent¨® tal desalojo, y que la avalancha fue una consecuencia desgraciada, pero no inimaginable, en este tipo de reuniones. El hecho es que nadie de entre quienes estaban en el escenario (casa de discos, cadena SER, Pepe Ca?averas, que ejerc¨ªa de presentador) conocieron lo sucedido hasta bien entrada la tarde. Ayer, algunos heridos continuaban su proceso de recuperaci¨®n en distintos centros sanitarios.
Pero con ser los m¨¢s tr¨¢gicos, los hechos del Parque de Atracciones no fueron los ¨²nicos. Dos d¨ªas antes, y con motivo del concierto de Police, unas 2.000 personas sin entrada (seg¨²n c¨¢lculos de los organizadores), se agolparon en las puertas del Pabell¨®n de Deportes de Badalona, para intentar una especie de asalto al palacio de invierno, que fue contestado con rigor y contundencia por la Polic¨ªa Nacional. Las masas fustigadas y frustradas no vieron, al parecer, otra salida que romper cristales, pinchar las ruedas de diez coches y como fin de fiesta especial, quemar dos veh¨ªculos que ardieron hasta el ¨²ltimo tornillo. En esta ocasi¨®n, el vandalismo no se dirigi¨® contra algo concreto (los servicios de orden, por ejemplo) sino contra los medios de transporte de quienes -?horrible pecado!- estaban, sencillamente, disfrutando con su m¨²sica.
Asimismo, y como resultado de estos forcejeos, se produjeron diversos grados de contusiones, sin que en el interior del Pabell¨®n se registraran en ning¨²n momento movimientos animales, excepci¨®n hecha del hacinamiento a que los casi 5.000 asistentes estaban sometidos. S¨®lo al final, estos sufridos rockers pudieron percatarse de los acontecimientos, cuando tuvieron que salir escoltados por una doble hilera de polic¨ªas que mostraban con cierto aparato sus bombas de humo.
Ambos hechos son lo suficientemente est¨²pidos y lamentables -y tr¨¢gico uno de ellos- como para que sus ocultos protagonistas se lo pensaran dos veces. Pero es una esperanza muy leve: probablemente no piensan.
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