La Leyland brit¨¢nica, amenazada de cierre por la huelga de sus 18.500 operarios
Una vez m¨¢s, British Leyland, el gigante enfermo de la industria automovil¨ªstica brit¨¢nica, ha saltado al primer plano de la actualidad con motivo de una disputa laboral que, en caso de no resolverse satisfactoriamente, puede causar nada menos que el cierre definitivo de la compa?¨ªa. La preocupaci¨®n es intensa y abarca por igual a los c¨ªrculos gubernamentales, a los sindicatos y a la direcci¨®n de la empresa nacionalizada.
La huelga, que afecta a 18.500 trabajadores manuales en varias de las factor¨ªas de Leyland en todo el pa¨ªs, se produjo como consecuencia de la decisi¨®n de la empresa de imponer unos aumentos salariales del 5% a los obreros no especializados y del 10% a los especializados, aumentos que hab¨ªan sido rechazados por insuficientes por la fuerza laboral.Pero la direcci¨®n de Leyland, que se encuentra en una situaci¨®n financiera calamitosa, se redujo a un simple ?o lo toma o lo deja, porque no podemos pagar m¨¢s en estas circunstancias?.
Los modelos Leyland, que hace unos a?os dominaban totalmente el mercado brit¨¢nico, consiguieron solamente un 19% de ese mercado en febrero, aunque aumentaron hasta el 24% en el mes de marzo. Este aumento de las ventas en marzo, conseguido tras una intensa campa?a al consumidor, basada en el eslogan ?Compre productos brit¨¢nicos?, fue acogida con gran alivio por parte de los directivos de la compa?¨ªa, que creyeron que la recuperaci¨®n hab¨ªa comenzado.
Pero desde hace unos d¨ªas, los obreros manuales afiliados al General and Transport Workers Union, el mayor sindicato de Leyland, comenzaron a abandonar sus puestos de trabajo neg¨¢ndose a aceptar los aumentos impuestos por la empresa.
El viernes, 18.500 trabajadores hab¨ªan parado, lo que supuso la detenci¨®n de la producci¨®n en todas las cadenas de montaje de Leyland.
La reacci¨®n de la direcci¨®n no se hizo esperar, y, el pasado mi¨¦rcoles un anuncio firmado por el consejero delegado de la divisi¨®n de autom¨®viles Roy Horrocks, y fijado en todos los tablones de anuncios de las f¨¢bricas, daba a los obreros en huelga un plazo hasta el pr¨®ximo mi¨¦rcoles para reintegrarse al trabajo o ser despedidos sin indemnizaci¨®n alguna.
Antes de producirse el ultim¨¢tum, el secretario general del Sindicato de Transporte y Obreros, Moss Evans, hab¨ªa pedido una reuni¨®n con el presidente, sir Michael Edwards, y los directivos de la compa?¨ªa, en un intento de llegar a un acuerdo sobre la disputa. En los momentos de redactar esta cr¨®nica, la reuni¨®n se est¨¢ celebrando en la sede de Leyland en medio de un ambiente de gran tensi¨®n.
El Transport and General Workers Union cuenta con 47.000 afiliados en las diversas plantas de Leyland. El resto de los trabajadores manuales de la empresa pertenecen al segundo sindicato en importancia del pa¨ªs, The Amalgamated Union of Engineering Workers, cuya directiva, encabezada por Terry Duffy, uno de los l¨ªderes sindicales de m¨¢s prestigio en el Reino Unido, se ha negado a secundar la huelga del Sindicato de Transporte, ante el temor de que una disputa laboral produzca el colapso total de la ¨²nica industria automovil¨ªstica importante que queda en Inglaterra.
Los t¨¦rminos empleados por sir Michael Edwards para condenar lo que califica de ?intento premeditado de hundir la compa?¨ªa? son de una dureza inimaginable. Para Edwards, todo el mundo sabe la actual situaci¨®n de Leyland, que no puede permitirse la p¨¦rdida de una sola hora de trabajo. El conflicto puede poner en peligro la salida al mercado del muevo modelo Metro, que sustituir¨¢ al antiguo Mini, y en el que Leyland tiene basadas todas sus esperanzas de recuperaci¨®n de los mercados exteriores e interiores. El Metro debe ponerse a la venta el pr¨®ximo octubre, y existen fundados temores de que la fecha tenga que ser retrasada.
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