"Good-bye, Mr. president"
Acabo de volver de la Cl¨ªnica de la Concepci¨®n de la primera misa que se acaba de celebrar por el descanso de Joaqu¨ªn Garrigues. Me ha acompa?ado a la vuelta Paco Ord¨®?ez; los dos hemos sentido la misma sensaci¨®n de dolor y de vac¨ªo al abandonar la Concepci¨®n sin necesidad de que mediara palabra alguna entre nosotros. En el curso de estos ¨²ltimos a?os, los tres, Joaqu¨ªn, Paco y yo, hemos recorrido muchas veces juntos el camino hacia la Ciudad Universitaria para distintas reuniones en la Moncloa. Esta vez volv¨ªamos los dos a Madrid sin Joaqu¨ªn.Conozco a Joaqu¨ªn Garrigues desde hace cerca de treinta a?os. El era de la promoci¨®n de mi hermano Jaime, amigo ¨ªntimo de Joaqu¨ªn y tambi¨¦n de Mercedes. Recuerdo a los Garrigues, como ya se les llamaba en el colegio, a Joaqu¨ªn y a Antonio, como dos destacados deportistas, pioneros en aquellas ¨¦pocas en la pr¨¢ctica del hockey sobre patines. Despu¨¦s, los a?os universitarios y sus primeras experiencias en el campo profesional y empresarial dejan ya entrever en Joaqu¨ªn una profunda vocaci¨®n por la vida p¨²blica. Eran los a?os de apogeo del r¨¦gimen de Franco y ¨¦l hab¨ªa escogido claramente el campo para participar en la vida. pol¨ªtica espa?ola al lado de la oposici¨®n democr¨¢tica, y viv¨ªa prepar¨¢ndose para cuando llegara el momento de la sucesi¨®n.
Creo recordar que fue en el oto?o de 1975 cuando un d¨ªa convinimos una reuni¨®n en la cafeter¨ªa del hotel Castellana, lugar despu¨¦s de muchas reuniones nuestras y base de operaciones de numerosos encuentros para preparar la operaci¨®n Centro Democr¨¢tico, y en la que Joaqu¨ªn me explic¨® detalladamente su prop¨®sito de abandonar todas las actividades empresariales para entrar de lleno en la organizaci¨®n de un grupo pol¨ªtico que se configurar¨ªa al inicio como Sociedad de Estudios, de la que surgir¨ªa m¨¢s tarde la plataforma de arranque del partido dem¨®crata que entonces ya pretend¨ªa formar.
Desde aquel d¨ªa hasta hoy han sido incontables las jornadas vividas en com¨²n, siempre unidos por un mismo af¨¢n: contribuir a hacer posible en Espa?a un r¨¦gimen democr¨¢tico que modernizase sustancialmente las estructuras tradicionales del pasado para los dos, sumamente intolerantes, dogm¨¢ticas e impregnadas de contenido nacional-sindicalista. Parece que lo estoy viendo despotricar con sonrisa burlona y con toda su iron¨ªa, al referirse a los que ¨¦l llamaba ?estos fascistas-leninistas que no tienen soluci¨®n?.
Juntas salieron nuestras fotos a la calle cuando los dos grupos pol¨ªticos que encabez¨¢bamos organizamos la I Convenci¨®n Liberal, en marzo de 1977. Las vallas publicitarias que se prepararon para este acontecimiento dec¨ªan: ?Los liberales caminan?. Alguna vez, posteriormente, hemos vuelto a rememorar esta frase que, en forma de clave, ambos entend¨ªamos lo que quer¨ªamos decir. Los dos pens¨¢bamos que una nueva formaci¨®n democr¨¢tica en Espa?a necesitaba del ingrediente liberal, pues los cat¨®licos, los tecn¨®cratas, y no digamos nada los hombres del Movimiento, sal¨ªan del r¨¦gimen de Franco sumamente desgastados.
Despu¨¦s comenzamos juntos las primeras conversaciones y negociaciones con Su¨¢rez en la Moncloa para la formaci¨®n de lo que luego seria UCD. A nosotros nos hubiese gustado ir solos a las elecciones, como a tantos otros, pero el m¨¢s m¨ªnimo sentido del realismo y la responsabilidad pol¨ªtica" nos imped¨ªa acometer tan arriesgada aventura.
Recuerdo centenares de kil¨®metros y numerosos m¨ªtines electorales al alim¨®n durante la campa?a de junio de 1977. Joaqu¨ªn, en el m¨¢s puro estilo anglosaj¨®n, empezaba siempre sus discursos con alguna an¨¦cdota, que serv¨ªa frecuentemente para relajar el ambiente y provocar la sonrisa del auditorio, que le premiaba con el primer aplauso de los muchos que luego cosechaba al acabar, Ya por aquel entonces, entre mitin y mitin por las carreteras de Espa?a, sol¨ªa referirse a menudo a su ?mala salud de hierro?.
Luego, de nuevo compa?eros en el primer Gobierno surgido de las elecciones del 15 de junio, hac¨ªa c¨¦lebres sus desapariciones despu¨¦s de comer, aun cuando continuasen las deliberaciones del Consejo de Ministros, para descansar un rato, porque aguantaba mal las largas sesiones con las que por aquel entonces nos obsequiaba el presidente del Gobierno. Joaqu¨ªn, desde ya, nadie lo sospech¨¢bamos, comenzaba a sentir los zarpazos de su larga y cruel enfermedad.
Ha so?ado siempre con ser alg¨²n d¨ªa presidente del Gobierno, hasta constituir este tema a veces en ¨¦l una aut¨¦ntica obsesi¨®n. El descaro y la gracia con que tantas veces se lo ha dicho al propio Adolfo Su¨¢rez causaba la sorpresa y el regocijo de tantos que, pensando lo mismo, nunca se hubieran atrevido a reconocerlo. Despu¨¦s de la dura campa?a electoral en Murcia con las elecciones de 1979, la salud de Joaqu¨ªn se quebr¨® definitivamente.
El ejemplo de entereza moral y f¨ªsica que ha dado en estos ¨²ltimos meses de su vida nos descubren al verdadero hombre que hay detr¨¢s de su sonrisa, sus gruesas gafas y el mech¨®n juvenil de cabello sobre la cabeza. Conoc¨ªan mal, muy mal, a Joaqu¨ªn quienes no sab¨ªan ver detr¨¢s de su buen humor y de su fina iron¨ªa una recia personalidad, una voluntad insobornable a la b¨²squeda de un objetivo, eso s¨ª, deportivamente imaginado.
Sus ¨²ltimas incursiones period¨ªsticas y literarias al borde ya del final quedan como feliz apunte de lo que Joaqu¨ªn Garrigues pudiera haber dado de si con la pluma en la mano en un futuro m¨¢s despegado y sosegado.
Estoy seguro que ser¨¢n muchos los que estos d¨ªas se sumar¨¢n a hacernos recordar a todos mil y una an¨¦cdotas, experiencias y pensamientos de Joaqu¨ªn, en las que se ir¨¢n dibujando el perfil humano y pol¨ªtico de este gran espa?ol que la providencia nos ha arrebatado tan de repente.
Joaqu¨ªn nunca quiso morirse, a pesar del dolor y del sufrimiento, y al morirse, tambi¨¦n todos nos hemos muerto un poco con ¨¦l. ?La situaci¨®n es desesperada, pero no seria?, sol¨ªa repetir ¨¦l con mucha frecuencia. Nos deja a sus amigos y compa?eros un ejemplo probablemente irrepetible de capacidad de lucha frente a la adversidad hasta no rendirse nunca.
Te despido, Joaqu¨ªn, con el t¨ªtulo de un viejo art¨ªculo tuyo publicado hace unos a?os en Abc, y que estoy seguro que te gustar¨¢: ?Good-bye, Mr. president?.
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