Ronald Reagan sab¨ªa que las maniobras de la Sexta Flota podr¨ªan causar un incidente con Libia
ENVIADO ESPECIAL, A las 72 horas del incidente libio-norteamericano, en el que aviones de la Sexta Flota estadounidense derribaron a dos cazas libios de fabricaci¨®n sovi¨¦tica en aguas del Mediterr¨¢neo, la pregunta sobre qui¨¦n provoc¨® el incidente puede contestarse, en opini¨®n de observadores imparciales de esta capital, con la sentencia evang¨¦lica "El que est¨¦ libre de pecado, que tire la primera piedra". Porque, si bien parece fuera de toda duda que los cazas libios dispararon primero -y los americanos disponen para probarlo de las cintas grabadas en ¨¢rabe con las conversaciones de los pilotos libios, previas al incidente-, tambi¨¦n es verdad que en las altas esferas pol¨ªticas y militares de Washington se sab¨ªa perfectamente el riesgo que se corr¨ªa de tener un conflicto con los libios, caso de mantenerse las maniobras de la Sexta Flota en unas aguas como las del golfo de Sidra, consideradas por Tr¨ªpoli como aguas territoriales libias.
Conviene recordar que Gadafi, en una decisi¨®n unilateral adoptada en 1973 y no aceptada por ning¨²n pa¨ªs occidental importante declar¨® como aguas territoriales libias la totalidad del golfo en cuesti¨®n, as¨ª como una zona de doce millas (doce, y no doscientas) al norte de una l¨ªnea imaginar¨ªa que unir¨ªa los dos promontorios que guardan las dos entradas del golfo.A partir de ese a?o y con el fin de dejar bien claro que Estados Unidos no aceptaba esta decisi¨®n un lateral, aviones y barcos de guerra norteamericanos cruzaron varias veces esa l¨ªnea de las doce millas. Washington s¨®lo reconoc¨ªa tres millas al norte de la entrada del golfo. Sin embargo, estas incursiones peri¨®dicas fueron suspendidas el pasado a?o por el presidente Carter, con motivo de la crisis de los rehenes norteamericanos, para no causar tensiones innecesarias en una zona conflictiva.
Pero los hechos se encargan de probar a diario la diferencia de actuaci¨®n entre la vacilante y contradictoria pol¨ªtica de Carter y la decidida y firme de Reagan desde que el l¨ªder republicano ascendi¨®, el pasado enero, a la Presidencia de Estados Unidos. Hay un consenso general en que el m¨ªstico l¨ªder de Tr¨ªpoli constituir¨¢ una de las bestias negras de esta Administraci¨®n que le ha usado en repetidas ocasiones por boca del secretario de Estado, Alexander Haig, de "fomentar el terrorismo internacional". Ante este planteamiento, el incidente ten¨ªa que producirse m¨¢s pronto o m¨¢s tarde.
El propio Reagan reconoci¨® ayer en California, donde pasa sus vacaciones veraniegas, que su Administraci¨®n conoc¨ªa los riesgos de esas maniobras, pero explic¨® que Estados Unidos ten¨ªa la obligaci¨®n de velar porque no se produzcan violaciones de las aguas internacionales y del libre derecho de paso en las mismas, a?adiendo que este tipo de incursiones no constitu¨ªa un hecho nuevo. "Normalmente, nuestra flota entra en las aguas del mar Negro de la misma forma que los sovi¨¦ticos recorren peri¨®dicamente el Caribe", dijo.
Reagan, agresivo
M¨¢s tarde, en una alocuci¨®n a la tripulaci¨®n del portaviones nuclear Constellation, gemelo del Nimitz , y desde donde el primer mandatario presenci¨® unos ejercicios aeronavales, Reagan, que aparec¨ªa plet¨®rico de forma, se deshizo en alabanzas del poder¨ªo militar norteamericano. Su discurso, considerado por el New York Times como uno de los m¨¢s agresivos desde su toma de posesi¨®n, constituy¨® toda una justificaci¨®n de su pol¨ªtica de rearme y de firmeza.
Ante el entusiasmo de su auditorio militar, Reagan, que proteg¨ªa su cabeza del sol de California con una gorra del Constellation con la inscripci¨®n "Commander in chief" "Comandante en jefe), afirm¨® que "amigos y enemigos deben enterarse por igual de que Am¨¦rica tiene !a fuerza necesaria para apoyar sus palabras, y que barcos como este y, hombres como vosotros constituyen precisamente esa fuerza". Y, por si hubiera alguna duda sobre su opini¨®n acerca del inc¨ªdente, Reagan a?adi¨® que "la potencia de fuego de la flota no s¨®lo me impresiona a m¨ª, sino que tambi¨¦n impresiona a los enemigos de la libertad, y de ello tuvimos un ejemplo con lo que octirri¨® anteayer en el Nimitz". Tampoco ocult¨® sus sentimientos hacia el r¨¦gimen de Gadafi. A la pregunta de si sentir¨ªa mucho la ca¨ªda del l¨ªder libio, el presidente contest¨®, ir¨®nicamente: "Me temo que los diplom¨¢ticos no me dejar¨ªan contestar esa pregunta" .
Por la diferencia horaria con la costa oeste, Reagan no fue informado del incidente hasta seis horas despu¨¦s de haberse producido. Fue su ayudante personal y secretario general de la Casa Blanca, Ed Meese, el encargado de despertarle a las 4.30 horas (hora de Califorma), dos horas despu¨¦s de que la noticia estuviera en los medios informativos. Esta decisi¨®n, crit¨ªcada en c¨ªrculos del Congreso, fue defendida por Reagan con esta simple explicaci¨®n: "Los derribados fueron los l¨ªbios. Si hubiera ocurrido a la inversa y los derribados hubieran sido los nuestros, me habr¨ªan despertado inmediatamente
Incidente zanjado
Washington considera cerrado el incidente en estos momentos, hasta tal punto de que ni siquiera ha notificado del mismo al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Se ha limitado a presentar una nota de protesta a Tr¨ªpoli a trav¨¦s de B¨¦lgica, pa¨ªs que repre senta los intereses norteamerica nos en Libla desde la ruptura de relaciones entre los dos pa¨ªses en la primavera de este a?o.
Por su parte, funcionarios nor teamericanos han reafirmado que las maniobras norteamericanas en el golfo de Sidra ten¨ªan por objeto, m¨¢s que provocar a los libios, realizar una demostraci¨®n del poder¨ªo de EE UU a los amigos de Washington en la regi¨®n, tales como Egipto, Tunicia, Marruecos, Sud¨¢n, Israel y Arabla Saud¨ª, especialmente desde la aventura militar libia en el Chad y las conti nuas amenazas de Gadafi hacia Sud¨¢n y Tunicia. Que el incidente no era totalmente premeditado parece abonarlo el hecho de que ni Reagan ni Haig ni el vicepresidente Bush estaban en Washington en el momento de ocurrir. Los tres se eneontraban de vacaciones, en California los dos primeros, y en Maine el tercero. Y el secretario de Defensa, Caspar Weinberger, es taba de paso en la capital federal camino de Londres. Pero. premeditado o no, lo cierto es que el resultado ha satisfecho por igual tanto a la Administraci¨®n como al americano medio, cansado este ¨²ltimo de las continuas humillaciones sufridas por su pa¨ªs durante el mandato de Carter.
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