La soledad del superviviente
?Entre estos montones de ca¨ªdos, el superviviente se yergue como afortunado y preferido. Que ¨¦l a¨²n conserve la vida mientras que tantos otros que hace un momento estuvieron con ¨¦l la hayan perdido es un hecho monstruoso?. Es forzosa la sospecha de que Canetti apunta indirectamente contra s¨ª mismo cuando denuncia los aspectos m¨¢s tenebrosos de la figura del superviviente, porque ¨¦l mismo es un superviviente. Eterno extranjero, hijo de sefard¨ªes en Bulgaria, ve morir a su padre en Manchester, en 1912, cuando ¨¦l s¨®lo cuenta siete a?os, y su padre, treinta. Trasladado despu¨¦s a Viena y Zurich, considera su adolescencia en esta ¨²ltima ciudad como sus ¨²nicos a?os de felicidad completa, y su salida de ella, en 1921, como una p¨¦rdida del para¨ªso, a trav¨¦s de la cual, como el primer hombre, llega finalmente al mundo.Tras una agitada infancia huye de la Europa del fascismo a Londres en 1938, y all¨ª pasa la segunda guerra mundial; bajo las bombas nazis comienza los trabajos preparatorios de su gran ensayo, Masa y poder, un discurso epigram¨¢tico que gira como una espiral en torno al fen¨®meno del fascismo, y a cuya elaboraci¨®n dedicar¨ªa veintid¨®s a?os. ?Canetti transforma el tiempo (la historia) en un espacio en el que retozan una horripilante serie de entidades biomorfas: las distintas formas de la gran bestia, la masa?, ha escrito Susan Sontag. Masa y poder es un libro conservador inspirado por el terror masivo del fascismo, no por el estalinismo. Y tambi¨¦n, parad¨®jicamente, Canetti, superviviente del holocausto y de la batalla de Inglaterra, decide seguir escribiendo siempre en alem¨¢n, porque es jud¨ªo.
No es f¨¢cil evitar el pensamiento de que voluntad tan contradictoria tiene su origen en un sentimiento de soledad: la soledad del testigo, del observador, del superviviente que s¨®lo desea poder seguir hablando sobre un mundo en el que de alguna manera ha renunciado a intervenir. En Auto de fe, su ¨²nica novela, Canetti traza una par¨¢bola oscura y cruel de la condici¨®n del intelectual aislado que s¨®lo conoce sus libros y lo ignora todo sobre la vida real. En este marco, las mujeres se presentan como ¨¦l elemento perturbador, como una fuerza desp¨®tica que rompe el mundo ilusorio del observador aislado.
Quiz¨¢ haya en tal imagen un reflejo de la propia vida de Canetti, de la madre tir¨¢nica y absorbente que pretende dictarle sus gustos intelectuales y proyecta sobre ¨¦l la culpabilidad y la soledad que la marcan desde la muerte de su marido. Es su madre quien decide la partida de Zurich que inaugura la verdadera venida al mundo de Canetti.
El n¨²cleo de la voluntad de resistencia del observador frente al fascismo, el holocausto y la guerra debe buscarse en una implacable fe en las palabras. El ¨²nico y muy temprano arrebato de violencia de Canetti, su intento de abrirle la cabeza a una prima que no quiere compartir con ¨¦l los secretos de la escritura, parece una clara premonici¨®n de una vida dedicada a la b¨²squeda de palabras que merezcan ser transmitidas, a la reelaboraci¨®n de experiencias que deban ser comunicadas. ?C¨®mo no ver en esta opci¨®n por el papel de testigo una voluntad de supervivencia?
Pero detr¨¢s de esta negativa a intervenir en el mundo por cualquier medio que no sea la palabra, detr¨¢s de esta resuelta actitud de observador, hay m¨¢s que una prematura muerte del padre, m¨¢s que un continuo trasterramiento, m¨¢s que un f¨¦rreo complejo ed¨ªpico. Incluso su conciencia de extranjero universal s¨®lo puede entenderse recordando que Canetti domina casi todas las lenguas, al igual que ha le¨ªdo todos los libros. No estamos ante un observador desde?oso, aunque haya en su obra mucho desd¨¦n, sino ante un observador que se tortura por encontrar puntos de contacto con gentes a las que es ajeno, pero con las que, sin embargo, sabe y desea compartir muchas cosas.
Conservador y humanista
En este sentido, Canetti es uno de los grandes humanistas de nuestro tiempo. Su talante pol¨ªticamente conservador no podr¨ªa contrapesar su opci¨®n contra la violencia, contra el terror, que son las dos abstracciones que dan a la masa en su obra ese sello de repulsi¨®n y simult¨¢nea fascinaci¨®n. El humanismo de Canetti es quiz¨¢ el ¨²nico humanismo comprensible en el siglo de Auschwitz y Kolyma, en el mundo del Holocausto y el Gulag. Hace falta realmente ser muy optimista para creer aqu¨ª y ahora en un humanismo no conservador. Canetti, al fin y al cabo, sigue el criterio que le ense?¨® el Calendario escolar de Pestalozzi: ?La pol¨ªtica deliberada de los creadores del calendario hab¨ªa sido la de reunir a los bienhechores de la humanidad, no a sus destructores?, nos cuenta en La lengua absuelta, primer volumen de su autobiograf¨ªa.
Pero la conciencia de la propia extra?eza siempre subyace en la obra de Canetti, y no deja de ser ir¨®nico que este Gregorio Sainsa reencarnado haya recibido el Premio Kafka poco antes de alcanzar el Nobel. La singularidad de Canetti ha sido realzada por ¨¦l mismo, que ha elaborado muy consciente mente una obra inclasificable y se ha mantenido apartado del mundo intelectual, de los escritores, a los que, en cierto sentido, deber¨ªa haber buscado como compa?eros. Es posible que ese deseo de ocultaci¨®n, esa negativa a competir y a cotizarse en el mercado, sean una secuela de la repulsi¨®n de Canetti a¨²n un ni?o, ante las actividades comerciales de una rama de su familia; pero tambi¨¦n podr¨ªan ser reflejo de la sat¨¢nica soberbia del superviviente. En cualquier caso da idea del valor de la obra y la personalidad de Canetti el hecho de que este hombre voluntariamente aislado, este exiliado incurable, haya acabado recibiendo un homenaje sin reservas de sus contempor¨¢neos.
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