Balance de la situaci¨®n actual / y 2
Cuatro grandes preguntas debe hacerse y tratar de contestar un balance sobre la situaci¨®n actual de la econom¨ªa espa?ola: ?c¨®mo se est¨¢ planteando y resolviendo su problema energ¨¦tico?, ?la balanza de pagos responde o no a nuestro empobrecimiento frente al exterior a consecuencia de la ca¨ªda de la relaci¨®n real de intercambio?, ?estamos reconvirtiendo y adaptando nuestras industrias a las nuevos datos que la crisis ha fijado?, ?en qu¨¦ medida la innovaci¨®n y el cambio tecnol¨®gicos se est¨¢n incorporando a nuestros procesos de producci¨®n? Esas preguntas est¨¢n fundadas en que los cuatro grandes temas a los que se refieren definen la crisis actual y sus respuestas son insoslayables para salir de ella. Por otra parte -y como ha tratado de probarse en un art¨ªculo anterior-, las respuestas a esas cuestiones ser¨¢n imposibles sin avanzar a lo largo de cinco l¨ªneas de actuaci¨®n: conseguir una mayor flexibilidad en los salarios reales y en las condiciones de empleo; aplicar una pol¨ªtica de inversi¨®n p¨²blica bien orientada y financiada; favorecer la liberalizaci¨®n del sistema econ¨®mico e impulsar y difundir la innovaci¨®n tecnol¨®gica en los procesos de producci¨®n.Valorar si la econom¨ªa espa?ola est¨¢ avanzando o no a lo largo de esas cinco l¨ªneas de actuaci¨®n que constituir¨¢ el prop¨®sito de nuestro balance de su situaci¨®n actual.
La mejora de la situaci¨®n energ¨¦tica
La debilidad de nuestra posici¨®n energ¨¦tica (crecida densidad del consumo de energ¨ªa por unidad de producci¨®n, corto abastecimiento del consumo de energ¨ªa primaria por la producci¨®n nacional -31%, menos de la mitad de la media de los pa¨ªses de la OCDE- y la acusada dependen cia del petr¨®leo importado -66% del consumo de energ¨ªa primaria, casi el doble de la relaci¨®n vigente en los pa¨ªses de la OCDE-) con cede un inter¨¦s prioritario al trata miento de sus problemas. Un tratamiento largo tiempo demorado por la pol¨ªtica econ¨®mica espa?ola, pagado con crecidos costes. Los datos actuales parecen anunciar un cambio, corto a¨²n, pero perceptible, de este comportamiento. As¨ª se apunta una ca¨ªda en el consumo de energ¨ªa por unidad de producto en el a?o actual, que contin¨²a la tendencia de 1980 (la ca¨ªda de la relaci¨®n aumento del consumo-aumento del PIB se situ¨® en -1,5% en 1980, y por el momento parece sostenerse en va lores pr¨®ximos a -2% para 1981). M¨¢s importante a¨²n es el proceso de sustituci¨®n entre petr¨®leo energ¨¦tico y carb¨®n (v¨¦ase gr¨¢fico l), que intensifica el uso de recursos nacionales. Es tambi¨¦n destacable la diversificaci¨®n de la importa ci¨®n energ¨¦tica, tanto seg¨²n las di versas fuentes como por distintas procedencias geogr¨¢ficas y la in tensificaci¨®n de la exploraci¨®n de hidrocarburos. El decidido respaldo de la opci¨®n nuclear, como garant¨ªa b¨¢sica de un suministro el¨¦ctrico sin problemas de restricciones, constituye otra novedad destacable de la situaci¨®n energ¨¦tica actual.
Detr¨¢s de todos esos resultados est¨¢ la necesaria aplicaci¨®n de precios realistas para energ¨ªa, hoy ad initida con generalidad por todos, .y la colaboraci¨®n del sector p¨²blico y privado, decisiva para alcanzar esos resultados. La f¨®rmula de, mercado + programaci¨®n ha funcionado en el sector energ¨¦tico. Convendr¨ªa recibir estos datos nuevos que definen la situaci¨®n energ¨¦tica del pa¨ªs con cauteloso optimismo, pues es mucha la diferencia que en ese comportamiento nos llevan los pa¨ªses industriales, dada nuestra anterior pasividad. Por otra parte, una actualizaci¨®n del programa energ¨¦tico parece necesaria a la vista de las previsiones actuales de crecimiento de la producci¨®n y de la demanda, muy distintas de aquellas en que se bas¨® el plan hoy vigente.
Costes del trabajo, crisis y desempleo
El intenso crecimiento en Espa?a de los costes reales del trabajo (salarios y Seguridad Social) en el per¨ªodo 1973-1978, situado muy por encima del promedio de los pa¨ªses industriales (47%, frente a un 11,5%.), y la permanencia de esta diferencia -aunque reduciendo la cuant¨ªa absoluta del ritmo de expansi¨®n en la etapa 19791980 (crecimiento en Espa?a, 7,6% media de los pa¨ªses industriales, 0,25%)- constituye uno de los factores m¨¢s importantes del desempleo diferencial con el que la crisis se presenta en nuestro pa¨ªs (14%. como tasa de paro, frente a 7,2% en la CEE; 34,1 % poblaci¨®n activa/poblaci¨®n total, frente a 42,3% de la CEE). Con efectos similares y negativos para el empleo deben contabilizarse la rigidez en las condiciones de contrataci¨®n existentes en ese mismo per¨ªodo.
Por este motivo debe registrarse como importante partida positiva del balance de la situaci¨®n actual la reducci¨®n en 1981 del ritmo de crecimiento de los costes de trabajo, tanto en los salarios (con una desaceleraci¨®n cercana a dos puntos en sus tasas de aumento) como en las cuotas de la Seguridad Social (con una desaceleraci¨®n de m¨¢s de tres puntos). Por otra parte, la adopci¨®n de f¨®rmulas m¨¢s flexibles de contrataci¨®n del trabajo, a consecuencia del ANE, y la admisi¨®n por ¨¦ste del principio de descenso pactado de salarios reales para tratar la crisis constituyen comportamientos destacados sin los cuales es imposible realizar los ajustes productivos que necesitamos.
No puede exagerarse, por mucho que se pondere, la importancia que este ¨²ltimo punto tiene para el presente y el futuro de la econom¨ªa espa?ola. Lograr la negociaci¨®n de una ca¨ªda en los salarios reales por un plazo suficiente que produzca efectos sobre el empleo es un objetivo vital para el tratamiento de la crisis econ¨®mica. Vital y dif¨ªcil, pues requiere una colaboraci¨®n de trabajadores, empresarios y Gobierno que comporta un cambio de comportamientos sindicales y empresariales continuados durante tantos a?os que se han convertido hoy en arraigadas costumbres. ?C¨®mo renunciar al sindicalismo reivindicativo de las mejoras salariales y garant¨ªa del puesto de trabajo a toda costa, con olvido de la productividad y la negativa a las f¨®rmulas de contrataci¨®n flexible del trabajo? ?Ser¨¢ posible sustituirlo por un sindicalismo de colaboraci¨®n que modere los salarios, admita la flexibilidad del empleo y contabilice la productividad como base de la negociaci¨®n colectiva en tiempo de crisis? ?Invertir¨¢n los empresarios ante rebajas pactadas de los salarios reales que pueden debilitar sus mercados? ?No preferir¨¢n la comodidad negociadora, accediendo a las elevaciones pedidas de salarios, tras de las cuales se halla la subasta inflacionista de sus productos? Dejamos al lector las respuestas a estas decisivas preguntas que atribuyen una importancia singular al ANE por los cambios de costumbres que su firma supone. Extender el plazo del ANE ser¨ªa una prueba definitiva de entendimiento de la crisis econ¨®mica por las fuerzas sociales. Porque, ?qu¨¦ otra alternativa puede conseguir la flexibilidad necesaria de los costes de trabajo y las condiciones de empleo con los que afrontar la crisis?
El comportamiento de la inflaci¨®n
El alivio de la tensi¨®n de los costes de trabajo se ha dejado sentir en el crecimiento de los precios. Las fuerzas de la inflaci¨®n parten de los productos alimenticios, de la energ¨ªa y del los productos importados. El componente no alimentario de los precios de consumo, por el contrario, ha reducido considerablemente su tendencia alcista (casi cuatro puntos desde finales de 1980 a septiembre de 1981: de 19% a 15,7%).
A lo largo de 1980 y primeros meses de 1981 se registra una recuperaci¨®n de las inversiones, alter¨¢ndose as¨ª la tendencia dominante de un comportamiento negativo que ha dominado a lo largo de la crisis (1975-1979). De esta manera, las tasas de crecimiento de la inversi¨®n sobrepasan, por vez primera desde el comienzo de la crisis, al desarrollo de la pro ducci¨®n (v¨¦ase gr¨¢fico 2). Ese cambio de signo de la inversi¨®n es a¨²n d¨¦bil (la tasa de crecimiento anual de la inversi¨®n real era de 1,5% para la media de 1980, y de 2,3% hasta los ¨²ltimos datos disponibles de mayo de 1981) y parcial, pues se debe fundamental mente al sector de bienes de equipo, con tasas de crecimiento hasta mayo de 1981 del 13,8% (6,9% en el equipo importado, y 15,5% de producci¨®n nacional). Fortalecer y extender esta recuperaci¨®n de las inversiones deber¨ªa ser un objetivo destacado de la pol¨ªtica econ¨®mica.
Una balanza comercial con saldo muy distinto del esperado
La recuperaci¨®n de las exportaciones de mercanc¨ªas de sus cifras negativas del primer trimestre del a?o ha permitido ganar m¨¢s de 170 millones de d¨®lares para el per¨ªodo enero-agosto de 1981 sobre las cifras de 1980. Por otra parte, la fuerte ca¨ªda de las importaciones no petroleras (que rebajan en m¨¢s de mil millones de d¨®lares a las realizadas en enero-agosto de 1980) ha reducido el d¨¦ficit comercial en 736 millones de d¨®lares en 1981 sobre las cifras de 1980. Una mejora importante que altera el saldo esperado de la balanza comercial en este a?o y alivia (aunque no corrige) la preocupante situaci¨®n exterior de nuestra econom¨ªa.
Empleos y paro: lentas variaciones
La p¨¦rdida de empleos durante el primer semestre de 1981 (127.800) ha sido inferior a la del pasado a?o (303.900). El paro se elev¨®, pero redujo su ritmo de crecimiento (del 31,2% con que se iniciaba el a?o 19 80, hasta el 24,1 % a que marchaba su tasa de aceleraci¨®n anual en el segundo trimestre del a?o 1981). Cifras todas ellas duras, que definen la principal de las preocupaciones espa?olas, en las que se aprecian, apenas lentas variaciones
Las partidas negativas del balance
En las partidas negativas del balance de situaci¨®n destacan tres sectores sobre los que deber¨ªa concentrarse toda la atenci¨®n y la voluntad reformadora de la sociedad espa?ola y su pol¨ªtica econ¨®mica:
- El sector p¨²blico, que no logra controlar el crecimiento desbordado de sus gastos corrientes (los gastos de consumo crecen a ritmos superiores a los de producci¨®n, aunque deba reconocerse que su aceleraci¨®n se ha producido en 1981 -de 3,5%, en t¨¦rminos reales a que marchaba en 1980, a 2%, a que caminan en 1981-; los gastos de transferencia, por el contrar¨ªo, siguen galopando en 1981 a tasas elevad¨ªsimas -33%, en el Estado; m¨¢s de 20%, en la Seguridad Social). Ese intenso aumento de los gastos corrientes se ha llevado por delante el ahorro p¨²blico, claramente negativo desde 1980, pese a la importante elevaci¨®n de los ingresos p¨²blicos. El d¨¦ficit p¨²blico se mueve as¨ª a merced de los impulsos que le marcan los saltos de los gastos p¨²blicos corrientes, no pudiendo financiar el necesario aumento de las inversiones p¨²blicas. El a?o 1981 se cerrar¨¢ con un d¨¦ficit de 800.000 millones de pesetas, con un aumento del 87% sobre el de 1980, situ¨¢ndose en el 4,5% del PIB (0,6% en 1977). D¨¦ficit p¨²blico mal financiado, pues se cubrir¨¢ con una ayuda mayoritaria del Banco de Espa?a en porcentaje que no admite comparaci¨®n con los de otros pa¨ªses europeos (en 198 1, el 80% del d¨¦ficit se financiar¨¢ por el Banco de Espa?a). Sobre este tema habremos de volver en otros an¨¢lisis de la situaci¨®n econ¨®mica espa?ola, ya que constituye un problema constantemente agravado, pese a las voces de alerta que todos los economistas han levantado y pese a los reiterados consejos del Banco de Espa?a. Se trata de un problema de todos, porque es la sociedad entera la que lo plantea y la que debe contribuir a resolverlo.
- Sector exterior, cuyos males manifiesta el intenso crecimiento de los pagos por servicios situados por encima del 23%. Causa fundamental de esa elevaci¨®n es la marcha de nuestro endeudamiento exterior y de su creciente coste por el aumento de los tipos de inter¨¦s. La progresiva debilidad del saldo de la balanza de servicios y transferencias, por este motivo, manifiesta las consecuencias y el coste del d¨¦ficit exterior. El proceso de en
Balance de la situaci¨®n actual
deudamiento externo tiene unos l¨ªmites cuyo reconocimiento reclama actuar eficientemente sobre las exportaciones, unica manera eficaz de reducir el d¨¦ficit de la balanza corriente y de frenar as¨ª e ritmo del endeudamiento externo. Espa?a no ha ajustado su balanzde pagos a la segunda crisis en¨¦rgetica, como lo demuestra el hecho de que tras los super¨¢vit de la balanza corriente de 1978 y 1979 hayamos ca¨ªdo a d¨¦ficit del orden de los 5.000-6.000 millones de d¨®lares. D¨¦ficit abierto por el dram¨¢tico desplome de nuestro ¨ªndice de cobertura (de 104, en 1979, a 86, en 1981), lo que quiere decir que las exportaciones espa?olas no cubren un 14% de las importaciones. Esto se llama vivir por encima de nuestras posibilidades. Algo que un pa¨ªs no ha podido hacer duraderamente nunca.- Al d¨¦ficit del sector p¨²blico y del sector exterior se a?ade la crisis industrial, que pide la articulaci¨®n de una parte delicada y dificil de la pol¨ªtica econ¨®mica compuesta de dos sumandos: la reconversi¨®n de los sectores da?ados irreversiblemente por la crisis y la incorporaci¨®n de las nuevas tecnolog¨ªas por la producci¨®n nacional. La primera de esas pol¨ªticas se ha iniciado tard¨ªamente en Espa?a. Hoy disponemos de un marco legal en el que se est¨¢n inscribiendo los tratamientos sectoriales. Cuentan con poco tiempo y no se han publicado datos sobre su marcha, pero apuntan -por algunos signos- peligros de que esos ajustes sectoriales no sean positivos, sino negativos (es decir, defensivos de la estructura productiva y ocupacional de los sectores, convirtiendo as¨ª a las ayudas p¨²blicas en subvenciones dirigidas a asegurar su continuidad). Prevenir ese peligro es tarea y responsabilidad de la pol¨ªtica industrial. Por otra parte, la incorporaci¨®n del progreso tecnol¨®gico constituye una de las preocupaciones principales abiertas por la crisis en todos los pa¨ªses. Una preocupaci¨®n dificil de concretar en una pol¨ªtica y en una organizaci¨®n adecuadas, como prueba el ejemplo de otros pa¨ªses y que en el nuestro no ha suscitado ni la inquietud ni la voluntad suficientes para su articulaci¨®n.
La mala cara de la agricultura
Al balance econ¨®mico de 1981, realizado a partir de la crisis, deben a?adirse dos partidas derivadas de la desfavorable coyuntura agraria. En tiempos de crisis industrial, un buen a?o agrario es sumando importante de renta y de estabilidad. Un a?o agr¨ªcola malo afecta al crecimiento y a los precios con m¨¢s resonancia que en el pasado. Y esto ¨²ltimo es lo que ha ocurrido en 1981. La cuenta de la agricultura contabiliza una ca¨ªda del 6% en la producci¨®n y del 8,5% en el valor a?adido bruto. Resultados totales que esconden diferencias regionales importantes. Consecuencia del mal a?o agr¨ªcola es tambi¨¦n el crecimiento de los precios del componente alimentaci¨®n, que se est¨¢ convirtiendo en la fuerza que sostiene la inflaci¨®n (el ¨ªndice de alimentaci¨®n ha pasado del 9,1%, en diciembre de 1980, al 15% en septiembre de 1981) y amenaza con continuar haci¨¦ndolo en los pr¨®ximos meses.
Desde ese balance de situaci¨®n que se ha presentado se configurar¨¢n los acontecimientos de los pr¨®ximos meses y a partir de sus partidas deber¨ªa concretarse una pol¨ªtica econ¨®mica que diese respuesta a los claros problemas que su saldo plantea.
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