El toro ensangrentado

El domingo, en Las Ventas, le hizo el picador de turno tal carnicer¨ªa a uno de los toros -era el cuarto de la tarde-, que lo dej¨® ensangrentado; el pobre animal, nacido negro za¨ªno, a los pocos minutos de saltar a la arena era rojo encendido casi en su totalidad.No los aficionados, que est¨¢n a la que salta, pero s¨ª muchos espectadores, hasta aquel momento no se dieron cuenta de la barbarie que comet¨ªan los picadores con los toros. Mediante puyazos traseros los destrozaban. El peto, que se implant¨® como protecci¨®n del caballo y alivio del jinete, les sirve de escudo para desgarrar a su antojo las carnes de las reses. Y adem¨¢s act¨²an en la impunidad. La autoridad, que preside la corrida, a¨²n no ha cumplido con su deber adoptando las medidas necesarias para acabar con este atropello, que ya es norma en todas las corridas y en todas las plazas. El presidente no necesita requerir atribuciones excepcionales: el vigente reglamento taurino le concede las adecuadas.

Mientras no desaparezca esta versi¨®n fraudulenta y sanguinaria del primer tercio, siempre fundamental y muchas veces el m¨¢s bello de la corrida, ser¨¢ imposible que haya toro y lidia. Los malos picadores, sus jefes de cuadrilla y la autoridad que hace el Don Tancredo cuando se producen los desmanes, le roban todos los d¨ªas a la fiesta su raz¨®n de ser.