La herencia de un tal Behn

Un tal Behn, que se hace llamar coronel y viene acompa?ado de varios colaboradores, lleg¨® a Madrid pocos meses despu¨¦s del golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera. El dictador, que prohibi¨® los piropos callejeros, hab¨ªa convocado un concurso internacional para unificar la red de tel¨¦fonos en Espa?a, y Sosthenes, Behn, aventurero norteamericano, acudi¨®, como acuden las moscas a la miel, en busca de la concesi¨®n administrativa. Con un castellano fluido, aprendido en sus a?os de traficante de az¨²car en Puerto Rico, el coronel Behn se instala en uno de los mejores hoteles de la capital, el hotel Ritz, desde donde monta la operaci¨®n de conquista de la concesi¨®n.Sosthenes Behn, que hab¨ªa entrado en el negocio de la telecomunicaci¨®n de forma fortuita (adquiri¨® una peque?a compa?¨ªa de tel¨¦fonos en Puerto Rico como pago de una deuda), se alist¨® en el Ej¨¦rcito de Estados Unidos durante la primera guerra mundial. De esta corta etapa militar procede su t¨ªtulo de coronel, que jam¨¢s abandonar¨ªa, y buena parte de sus importantes relaciones con los poderes de Washington y Wall Street.

Decidido a conquistar el mundo, al concluir la guerra funda la compa?¨ªa International Telephone and Telegraph (IIT). La compa?¨ªa es poco m¨¢s que una escritura y un domicilio social, pero sus siglas (remedo de la todopoderosa ATT, la American Telephone and Telegraph, que controla el mercado de las comunicaciones en Estados Unidos) hablan ya de los delirios de grandeza de este coronel reci¨¦n licenciado.

Ante la imposibilidad de acceder al mercado interior norteamericano, Sosthenes Behn pone sus ojos en Europa, y con sus siglas ITT, que poco o nada eran en aquel entonces, pide habitaciones en el Ritz madrile?o. El cliente americano hace gala de un dinero que no le sobra, prodiga banquetes, invitaciones y buenas propinas, y en pocas semanas traba buenas relaciones con el funcionariado m¨¢s influyente, con la oligarqu¨ªa financiera local, con la aristocracia y con el Gobierno.

Tal es su ostentaci¨®n, que el Madrid de las habladur¨ªas comienza a propagar que una gran caja, que siempre lleva consigo el americano, est¨¢ llena de oro para premiar a quien le ayude. En realidad, seg¨²n testimonio posterior de un alto directivo de ITT (Maurice Deloraine, Jeunesse des T¨¦l¨¦communications et de l'ITT), en la citada caja hay permanentemente un humilde queso manchego; pero Behn deja, complacido, que corra por la villa y corte la falacia del oro.

Con estas armas y el trabajo denonado de sus colaboradores, el coronel Behn logra la concesi¨®n de explotaci¨®n, en r¨¦gimen de monopolio, del servicio telef¨®nico en Espa?a. Y lo logra sin contar con un respaldo tecnol¨®gico suficiente y careciendo del m¨¢s m¨ªnimo taller de fabricaci¨®n de equipos telef¨®nicos. El discreto encanto americano de Sosthenes Behn ("general, no me sea pendejo") deja en la estacada del concurso a dos firmas de solera y renombre: Siemens y Ericsson.

Maurice Deloraine, en el libro citado, se?ala como colaboradores espa?oles del coronel Behn, en la operaci¨®n para conseguir la concesi¨®n del monopolio, a Pedro Peres S¨¢nchez, miembro de la direcci¨®n de Correos y Tel¨¦grafos; a Gumersindo Rico, secretario general del citado organismo, y al ingeniero Luis Alcaraz. El duque de Alba, uno de los mayores accionistas del Banco de Espa?a (entonces privado) y uno de los primeros entre los terratenientes espa?oles, y el marqu¨¦s de Urquijo, propietario de uno de los mayores bancos del pa¨ªs, facilitaron a Behn sus contactos con el rey Alfonso XIII y con el dictador Primo de Rivera. Sus nombres y sus intereses -Casa de Alba y Banco Urquijo- contin¨²an todav¨ªa hoy ligados a los consejos de administraci¨®n de Standard El¨¦ctrica (filial de ITT en Espa?a) y de la Compa?¨ªa Telef¨®nica Nacional de Espa?a.

Sosthenes Behn est¨¢ seguro de lo que quiere, y no duda, para conseguirlo, en repartir dinero o comprometer futuras participaciones en la explotaci¨®n de la concesi¨®n. Juega fuerte y desconf¨ªa de todos.

El propio rey Alfonso XIII, en una de las audiencias que le concede, no duda en reprocharle este comportamiento -seg¨²n cuenta Maurice Deloraine-: "Mientras hablamos, usted no ha dejado de mirar por esa ventana, desde la que se ve la entrada de palacio, para ver si llegan sus competidores y para espiar mis visitas". Behn debi¨® poner cara de jugador de p¨®ker.

El caos telef¨®nico existente en nuestro pa¨ªs, con m¨²ltiples concesiones y sistemas (en muchos casos sin posibilidad de conexi¨®n entre unos y otros), urg¨ªa la unificaci¨®n. El 7 de marzo de 1924, la v¨ªspera del definitivo acuerdo entre el coronel Behn y Primo de Rivera, el mosaico de concesiones existentes en nuestro pa¨ªs -seg¨²n recoge Juan Antonio Cabezas en su libro Cien a?os de tel¨¦fono en Espa?a- era el siguiente: de los 78.124 tel¨¦fonos instalados, el Estado ven¨ªa a explotar el 28%.; las corporaciones locales, un 9%; empresas concesionarias importantes, entre las que figuraba la Compa?¨ªa Peninsular de Tel¨¦fonos, el 33%. El otro 30% lo explotaban peque?os concesionarios particulares.

El terreno, a la vista de estos datos, est¨¢ abonado, y las semillas cuidadosamente esparcidas por el coronel pronto dan frutos. Alfonso XIII, a propuesta del dictador, firma el 25 de agosto de 1924, en Santander (Gaceta, n¨²mero 241, de 28 de agosto de 1924), un real decreto por el que se concede a ITT, a trav¨¦s de una compa?¨ªa de nueva creaci¨®n (la Compa?¨ªa Telef¨®nica Nacional de Espa?a), la explotaci¨®n del servicio telef¨®nico en Espa?a.

La Compa?¨ªa Telef¨®nica Nacional de Espa?a se constituye con un capital social de trescientos millones de pesetas (unos 45 millones de d¨®lares al cambio de la ¨¦poca), de los que 115 millones son cubiertos por una suscripci¨®n de acciones privilegiadas y ordinarias. La Casa de Alba y el marqu¨¦s de Urquijo, que se convirti¨® en el primerpresidente de la CTNE, adquieren, junto a otros representantes de la oligarqu¨ªa espa?ola, buena parte de estas ¨²ltimas acciones.

La oferta de Behn, sobre la que recay¨® la concesi¨®n, consiste, en sintesis, en fundar una compa?¨ªa de servicios (la CTNE) y en instalar una f¨¢brica de equipos electr¨®nicos (la actual Standard El¨¦ctrica, que se inaugura en 1926) para asegurar la fabricaci¨®n de los equipos necesarios. El coronel, que no ten¨ªa ninguna f¨¢brica en el mundo ni tecnolog¨ªa propia, tiene que comprar apresuradamente la Western Electric International (WEI) para cumplir sus compromisos. El contrato espa?ol, sin embargo, facilita a la ITT la captaci¨®n de fondos necesarios para llevar adelante esta y otra serie de operaciones internacionales.

"Entre otras cl¨¢usulas leoninas del contrato entre el Gobierno y la Telef¨®nica -escriben C¨¦sar Alonso R¨ªos y Peru Erroteta en un reciente libro sobre la ITT-, se inclu¨ªa el monopolio de las comunicaciones de voz punto a punto, se utilicen o no las redes de la compa?¨ªa. A¨²n hoy, hay que pagar un canon a la Telef¨®nica por cualquier comunicaci¨®n de voz bilateral; por ejemplo, las comunicaciones por radio en empresas de transporte o taxis, aunque no se utilicen en absoluto las redes o servicios de la Telef¨®nica".

Advertencia del 't¨ªo Sam' a la Rep¨²blica

La duraci¨®n de la concesi¨®n era ilimitada, pero con un derecho de rescate de la misma por parte del Estado, una vez transcurridos los primeros veinte a?os, siempre que el Gobierno advirtiera de su intenci¨®n a la Compa?¨ªa Telef¨®nica con un preaviso de dos a?os.

Los a?os de la dictadura de Primo de Rivera fueron de una gran actividad para Telef¨®nica, con important¨ªsimas realizaciones y buenos resultados econ¨®micos. Un joven abogado hijo del dictador, Jos¨¦ Antonio, el que ocho a?os despu¨¦s fundar¨ªa Falange Espa?ola, trabaj¨® durante algunos meses en la asesor¨ªa jur¨ªdica de Telef¨®nica. ITT, de forma paralela, se desarrollaba y crec¨ªa de forma imparable en el mundo, aunque en estos a?os la Telef¨®nica continuaba siendo la obra predilecta de su presidente, el coronel Behn.

La llegada de la Rep¨²blica, tras las elecciones del 14 de abril de 1931, y el abandono de Espa?a de Alfonso XIII, supuso una revisi¨®n del septenio dictatorial anterior. El contrato de concesi¨®n del servicio telef¨®nico a intereses americanos no qued¨® al margen. Para intentar la anulaci¨®n del citado contrato, escribe Juan Antonio Cabezas (Cien a?os de tel¨¦fono en Espa?a), el presidente del primer Gobierno de la Rep¨²blica autoriz¨® al ministro de Comunicaciones "para que someta a la deliberaci¨®n y aprobaci¨®n de las Cortes Constituyentes un proyecto de ley, declarando ilegal la adjudicaci¨®n de la reforma, reorganizaci¨®n y ampliaci¨®n del Servicio Telef¨®nico Nacional, del 25 de agosto de 1924".

En la pol¨¦mica sale a relucir un intercambio de cartas entre el coronel Tafur, que era director general de Telecomunicaciones n 1924, y Sosthenes Behn, meses antes de la firma del contrato de concesi¨®n a la Compa?¨ªa Telef¨®nica.

En las alegaciones presentadas por Gumersindo Rico, representante de Telef¨®nica, contra el proyecto de ley, se afirma: "Podr¨¢ discutirse la legitimidad del poder que se atribuyeron el jefe del Estado y el dictador. Pero producida la dictadura y admitidas, de grado o por fuerza, las disposiciones legales que de la misma dimanaron, por todos los organismos del Estado, personas jur¨ªdicas o individuales, no cabe sostener, en buenos principios de derecho, que la legalidad vigente en 1924 no era la que expresamente derog¨® la dictadura, sino aquella que la propia dictadura instaur¨®".

El asunto de la legalidad o ilegalidad de la concesi¨®n levant¨® una gran pol¨¦mica en la Prensa durante algunas semanas, que se crisp¨® sobremanera al conocerse el env¨ªo de algunas notas de la Embajada de Estados Unidos al Gobierno espa?ol. El diario El Sol, el 4 de diciembre de 1932, escrib¨ªa: "El embajador de Estados Unidos en Espa?a ha presentado al Ministerio de Estado una nota relacionada con la Compa?¨ªa Telef¨®nica. El ministro ha contestado adecuadamente. Quiere esto decir que entre las canciller¨ªas espa?ola y norteamericana se tramita una negociaci¨®n a prop¨®sito de la concesi¨®n otorgada por la dictadura a un grupo de financieros para explotar en Espa?a el negocio de los tel¨¦fonos".

La sangre, en cualquier caso, no lleg¨® al r¨ªo. El Parlamento no se atrevi¨® a aprobar el mencionado proyecto de ley, y s¨ª una propuesta de Manuel Aza?a en el sentido de que "no ha lugar a deliberar" el asunto de la concesi¨®n telef¨®nica.

Franco, Suanzes y Juan March

Al producirse la rebeli¨®n de Franco contra la Rep¨²blica, los hermanos Behn se trasladan a Madrid y montan, en el rascacielos construido por Telef¨®nica en el mejor estilo de Manhattan, en la Red de San Luis, su cuartel general. Los bombardeos de la aviaci¨®n de Franco apenas producen desperfectos sobre este edificio, a pesar del indudable valor que como objetivo de guerra tiene.

La marcha de la guerra civil hace comprender al coronel Bel¨ªn que debe iniciar contactos con los jefes sublevados. Paul Baldi, en representaci¨®n del coronel Bel¨ªn, realiza numerosos viajes a Burgos y Par¨ªs, donde negocia con el conde de Jordana, entonces ministro de Asuntos Exteriores de Franco. Termina lit guerra civil, y a comienzos de 1940, un grupo de banqueros espa?oles hace una oferta de unos sesenta millones de d¨®lares por la participaci¨®n de la ITT (un 80% de su capital) en la Compa?¨ªa Telef¨®nica. Es una buena oferta -36 millones de d¨®lares m¨¢s que el valor de las acciones en los libros de ITT-, pero Behn la rechaza. Ha consultado al Gobierno de Estados Unidos y le han dicho que tras esa oferta hay dinero alem¨¢n y que no debe vender.

Cinco a?os despu¨¦s, en 1945 ITT vende: la Telef¨®nica al Gobierno espa?ol. La sociedad recibe 5 millones de d¨®lares por su participaci¨®n, a los que hay que a?adir otros 31 millones en concepto de pago de d¨¦bitos (royalties y suministros), que la CTNE no hab¨ªa abonado desde 1936. En el momento de la firma, ITT recibe veintis¨¦is millones de d¨®lares en met¨¢lico y aplaza a finales de 1945 el cobro de otros doce millones de d¨®lares. Los cincuenta millones restantes deber¨¢n ser pagados bajo la forma de bonos del Gobierno espa?ol, en d¨®lares, a un inter¨¦s del 4% y a un plazo de diecis¨¦is a?os, con una amortizaci¨®n anual m¨ªnima de dos millones de d¨®lares.

Manuel M¨¢rquez Mira, presidente de Standard durante muchos a?os (cargo en el que le ha sucedido su hijo, Manuel M¨¢rquez Bal¨ªn), ha escrito un libro de memorias en el que se recogen algunas an¨¦cdotas sobre la personalidad del coronel Behn y sobre las dificultades del Gobierno de Franco en 1945, al encontrarse sin divisas para pagar a ITT el rescate del monopolio telef¨®nico.

Cuenta M¨¢rquez que Juan Antonio Suanzes, paisano y amigo de la infancia de Franco (prepar¨® a ¨¦ste para su ingreso en la Escuela Naval), fue el encargado de llevar la negociaci¨®n de los pagos a la compa?¨ªa ITT.

Dadas las muchas dificultades que ten¨ªa para hacer frente a los mismos, la v¨ªspera de un vencimiento de doce millones de d¨®lares, Suanzes llam¨® a Juan March, el banquero que financi¨® la sublevaci¨®n contra la Rep¨²blica, para decirle: "Don Juan, ?podr¨ªa usted facilitar al Gobierno doce millones de d¨®lares?"; su respuesta fue: "?Qu¨¦ d¨ªa y a qu¨¦ hora?". "Pues ahora mismo", le pidi¨® Suanzes. "Pues ahora mismo ser¨¢n depositadas en el City Bank, al nombre que usted diga", fue la contestaci¨®n.

Los bancos, aquellos bancos de la primera hora de las negociaciones con ITT, contin¨²an desde entonces copando el consejo de administraci¨®n de la Telef¨®nica, a pesar de no reunir en conjunto el 1% de su capital social. Por la presidencia, retiro dorado de pol¨ªticos, han pasado Jos¨¦ Navarro Reverter, Antonio Barrera de Irimo, Jos¨¦ Antonio Gonz¨¢lez Bueno, Tom¨¢s Allende y Garc¨ªa Baxter y Salvador S¨¢nchez Ter¨¢n.

Los delegados del Gobierno en la compa?¨ªa, cuyo papel no ha sido hasta ahora nada relevante, han sido tambi¨¦n "aparcamiento de lujo" para pol¨ªticos en activo. El ex presidente Su¨¢rez fue durante algunos meses delegado del Gobierno en la Telef¨®nica.

La herencia del tal Behn, que comenz¨® a forjarse hace sesenta a?os en los salones del Hotel Ritz, concluye, por ahora, donde empez¨®. El poder de Telef¨®nica se cierra sobre s¨ª mismo: Pierre Trudeau, primer ministro canadiense y hu¨¦sped ilustre del Ritz, vio hace unas semanas, con motivo de su visita oficial a nuestro pa¨ªs, c¨®mo un personaje local, un tal S¨¢nchez Ter¨¢n, le arrebataba el gran sal¨®n de banquetes del hotel. Trudeau tuvo que buscar otras dependencias para ofrecer un almuerzo a las autoridades espa?olas. Salvador S¨¢nchez Ter¨¢n, entre tanto, celebraba un multitudinario banquete para dar cuenta a los medios informativos de los "buenos resultados, en un a?o dif¨ªcil", obtenidos por la CTNE en 1981.