El cambio del sistema industrial
Puede ser qu¨¦ la difusi¨®n de lo que entiendo es una interpretaci¨®n falsa de la crisis tenga aspectos positivos, sobre todo para los pol¨ªticos. Incorpora, cuando menos, esperanza, y supongo que permite dise?ar unos programas poco realistas, pero m¨¢s alegres. Es cierto que parece dif¨ªcil programar en pol¨ªtica sin hacer uso del optimismo o al menos de la ilusi¨®n en un modo econ¨®mico mejor, pero cabe preguntarse hasta qu¨¦ punto una medotolog¨ªa casi fant¨¢stica no castra la imaginaci¨®n y la voluntad necesarias para una adaptaci¨®n paulatina y flexible a una nueva y casi desconocida situaci¨®n, producto del cambio que no de la crisis.Ideas vigentes, tales como las concernientes al modelo de sociedad industrial o al de una sociedad de consumo, no dan m su actual concepci¨®n. Empecinarse en mantener unos sistemas que, fatalmente, empiezan a ser anacr¨®nicos es suicida. No es posible continuar viviendo en el enga?o, independientemente de si es provocado por otros o inducido por un mecanismo de autodefensa.
Empresas que no sirven
Es necesario empezar a decir, aunque sea con todo tipo de precauciones, verdades tan enojosas como que buena parte de las empresas industriales creadas para y por el desarrollo no sirven ya ni ahora ni nunca y que el paso o, mejor dicho, la falta de oferta de trabajo, en t¨¦rminos convencionales, no tiene soluci¨®n posibilista previsible en el tiempo. Por ello, lo ¨²nico viable va a ser el parcheo, hasta que la propia din¨¢mica del cambio (y en ¨¦sta s¨ª que pueden influir los pol¨ªticos para que sea m¨¢s soportable) conduzca a una situaci¨®n de acomodo a una sociedad que ignoro si ser¨¢ mejor o peor, pero s¨ª, en cualquier caso, distinta. De cualquier. forma, hay un tema con especial trascendencia para el futuro industrial. Sobre ¨¦l expongo algunas reflexiones.
El modelo de sociedad consumista pura se muere. No es cuesti¨®n de analizar las causas. Como t¨¦cnico, me limito a constatar un proceso de extinci¨®n evidente. El problema reside en que, para subsistir, las empresas industriales tienen que asumir la desaparici¨®n del modelo prepar¨¢ndose para el que va a venir y que, con matices, se perfila, en un horizonte nada lejano, con bastante justeza. Me refiero a un modelo de "consumo para el ahorro", sustitutivo del anterior, que se ha apoyado, de, modo b¨¢sico, en el consumo para el gasto e, incluso, para el derroche.
Esto va a suponer un vuelco en la gama de productos industriales., y en el tipo de servicios a solicitar de las empresas. Pero, a la vez, va a repercutir a. fondo en la propia esencia de las industrias, independientemente de si sus productos van a ser sustituidos total o parcialmente. No es seguro que las macroconcepciones industriales vuelvan a encontrar sitio. La econom¨ªa de escala raramente volver¨¢ a ser aplicada en el nuevo ciclo. Es posible que haya que redise?ar con urgencia el tama?o de las empresas, y todo hace pensar que habr¨¢ m¨¢s, aunque con menor dimensi¨®n.
Las inversiones, cada vez m¨¢s problem¨¢ticas, van a concentrarse en un movimiento permanente de revamping industrial. Pocas cosas nuevas y muchas reformas y adaptaciones que favorezcan una mejor aplicaci¨®n del dinero disponible, ajustando las capacidades productivas con la ayuda de los avances tecnol¨®gicos.
Comportamiento de los individuos
En cierto modo, la estructura industrial va a responder al comportamiento de los propios individuos de la sociedad. Estos no van a tener m¨¢s remedio que gastar menos, por lo que debe imponerse un consumo preferente que propicie el ahorro. Citar¨¦ alg¨²n ejemplo posible a corto plazo. No es f¨¢cil que permanezcan invariables sistemas o h¨¢bitos iinplementados a la sombra del desarrollismo. La distribuci¨®n centralizada de calefacci¨®n o agua caliente, institucionalizada en miles de viviendas, va a sufrir importantes modificaciones. Los individuos habr¨¢n de invertir en obras e instalaciones que permitan el acomodo deI bienestara sus propias posibilidades. La econom¨ªa de escala que supuso la centralizaci¨®n fue viable en un modelo donde la energ¨ªa era barata y, por tanto, donde la relaci¨®n inversi¨®n/combustible era muy alta. En el futuro, el peso econ¨®mico insoportable vendr¨¢, precisamente, del combustible. El individuo acabar¨¢ exigiendo su control personal, aunque esto le suponga una inversi¨®n.
Otro ejemplo sencillo de consumo para el ahorro puede ser el de aquellos productos nuevos o poco utilizados que den acceso a un cierto autoservicio de las personas o familias. La m¨¢quina de coser, tradicional en la primera mitad del siglo, casi desapareci¨® en nuestra actual sociedad de consumo. Creo que, por razones similares a las del anterior ejemplo, las personas podr¨¢n controlar su gasto en el vestido si cuentan con un m¨ªnimo de habilidad manual y con unos ¨²tiles medios olvidados que, curiosamente, han llegado a un alto grado de perfecci¨®n gracias a las nuevas t¨¦cnicas electr¨®nicas. Por contra, se presenta muy dudoso el futuro mercado de m¨²ltiples artefactos dom¨¦sticos que, sin excesiva justificaci¨®n, arrollaron al consumidor durante las ¨²ltimas d¨¦cadas.
El compromiso
El cambio radical que va a experimentar el binomio productomercado y las incidencias de todo tipo que van a obligar a contemplar un sistema industrial diferente deben exigir acciones donde se conjuguen la imaginaci¨®n y el realismo, lo que es, hasta ahora, poco habitual. Estoy seguro de que es dif¨ªcil, e incluso comprometido, desde un plano pol¨ªtico o sindical, llevar hasta el ciudadano la realidad de lo que significa el cambio, pero no hacerlo puede ser el peor de los fratides.
Ya s¨¦ que los expertos en la crisis pensar¨¢n que no es muy serio lanzar estas ideas sin pararse a reflexionar en c¨®mo van a comportarse las tasas de paro o los distintos ratios econ¨®micos o las tablas input / output. Probablemente tendr¨¢n raz¨®n, pero, con sinceridad, temo que, desde hace tiempo, los expertos est¨¢n inmersos en un puro movimiento browniano y no se ve sustancia ni claridad por ning¨²n sitio. Pero los malos efectos de la crisis / cambio siguen estando ah¨ª, cada vez m¨¢s agresivos, quiz¨¢, porque no se ha querido asumirla con autenticidad. Por ello, me parece mejor aportar algunas ideas concretas, aunque sean poco estimulantes, que aceptar mi cuota de silencio mientras los expertos de una y otra latitud del pa¨ªs no se ponen de acuerdo en cu¨¢l es el pa?o caliente que quema menos.
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