Yo creo en la peseta
La moneda de un pa¨ªs no es s¨®lo un medio de cambio, sino el exponente de su salud financiera y la expresi¨®n de su soberan¨ªa econ¨®mica. Hay quienes miran el estado de una naci¨®n contemplando el juego y desenvolvimiento de ciertas magnitudes macroecon¨®micas, que son, sin duda, datos esenciales para conocer qu¨¦ pasa en la econom¨ªa de un pa¨ªs, pero que no dan nunca la interpretaci¨®n ni la significaci¨®n de esos hechos en el futuro. Esta interpretaci¨®n es un privileg¨ªo del hombre que no le ha podido arrebatar ning¨²n Gobierno. De hecho, la humanidad ha arbitrado f¨®rmulas para interpretar una innumerable lista de fen¨®menos, mostrando soluciones para muchos de ellos, salvo, por desgracia, los m¨¢s importantes.Existen problemas cruciales en la vida, en la medicina, en la religi¨®n o en el derecho que quedan sujetos a m¨²ltiples concepciones y a enorme variedad de puntos de vista. En econom¨ªa, el problema m¨¢s controvertido, el problema m¨¢s inaprehens¨ªble, es el de la moneda de un pa¨ªs. ?Acaso se puede hoy explicar la extraordinaria fortaleza, por ejemplo, del d¨®lar en base a las magnitudes macroecon¨®micas actuales? ?Es acaso la econom¨ªa norteamericana m¨¢s fuerte hoy por el hecho de que el d¨®lar se haya apreciado en un 25% sobre el nivel promedio existente entre 1975 y 1980? Se espera en Estados Unidos un d¨¦ficit presupuestario de unos 160.000 millones de d¨®lares y un d¨¦ficit comercial del orden de los 75.000 millones de d¨®lares. Estas dos cifras son tan s¨®lo, por s¨ª, elocuentes de una falta de correlaci¨®n total entre la situaci¨®n econ¨®mica de un pa¨ªs y el estado de salud de una moneda.
?Por qu¨¦ es esto as¨ª? Cualquiera que se haya asomado a los fen¨®menos econ¨®micos, y todos, de una u otra forma, nos estamos asomando todos los d¨ªas, podr¨¢ percibir que ¨¦stos no se producen tan s¨®lo en funci¨®n de lo que ya ha sucedido, sino sobre todo en relaci¨®n con las expectativas de lo que pueda suceder. En los tiempos actuales, en los componentes financieros de una econom¨ªa hay que contar con las t¨¦cnicas anticipativas como parte esencial del comportamiento de los distintos agentes econ¨®micos. Ya no cuenta tan s¨®lo la inflaci¨®n existente, sino la inflaci¨®n que se espera. En inuchas econom¨ªas, el aumento de la masa monetaria, por ejemplo, no conlleva una disminuci¨®n de los tipos de inter¨¦s, sino, antes al contrario, como sucede en Estados Unidos, provoca un alza, porque este acontecimiento revela al inversor que las autoridades monetarias forzar¨¢n los tipos para compensar las desviaciones de la liquidez. De la misma manera, la tasa de cambio de una moneda ya no est¨¢ tan s¨®lo condicionada por los saldos de balanza de pagos, por las cifras de desempleo ni, incluso, por la tasa de inflaci¨®n, sino por la demanda real y crectiva de esa moneda en el mercado de contado y a plazo, en funci¨®n de unas expectativas.
La demanda de seguridad
La enorme ?iriportancia de los flujos internacicnales de dinero en el mundo de hoy, sobre todo a partir de la crisis del petr¨®leo, ha sensibilizado extraordinariamente las balanzas de capitales de todos los pa¨ªses y ha hecho afinar las t¨¦cnicas de inversi¨®n en las que cuentan, no ya los factores macroecon¨®micos registrados, sino los que se espera que puedan producirse. Adem¨¢s deljuego de expectativas, hay que contar con la nueva demanda de seguridad basada en consideraciones de estabil¨ªdad pol¨ªtico-estrat¨¦gica y la importancia creciente de las balanzas de capitales, elemento clave para la financiaci¨®n del d¨¦ficit exterior. De ah¨ª la importancia del descenso de ingresos netos en divisas por operaciones de capital de 2.500 millones de d¨®lares anuales que registra nuestra balanza por cuenta de capital, que revela la necesidad de fortalecer el papel internacional de la peseta, al margen de consideraciones comerciales.
Este papel creciente de las inversiones y movimientos internacionales de capital est¨¢ trazando una nueva frontera en el mundo, no ya tan s¨®lo entre pa¨ªses desarrollados y subdesarrollados, sino tambi¨¦n, y sobre todo, entre pa¨ªses a los que se les puede prestar y pa¨ªses a los que no se les puede prestar. Si en el orden financiero actual se ha producido un acomodo del deudor, pasando el mercado de capitales de ser un mercado de acreedores hace unos a?os, a ser un mercado de deudores, la prospectiva financiera ahora pone sus ojos mucho m¨¢s en el historial de comportamiento de un pa¨ªs a trav¨¦s de la historia de su deuda que en la aritm¨¦tica pura y simple de sus magnitudes maeroecon¨®micas. Por eso son tan perjudiciales los malabarismos de algunos atrevidos funcionarios que ponen en juego el buen nombre de este histor¨ªal en lances m¨¢s o menos arriesgados, que empa?an el cr¨¦dito exterior.
Espa?a, buen pagador
Si existe un pa¨ªs occidental con un historial financiero impecable, ese es Espa?a. S¨®lo la negligencia y el abandono han permitido que Espaila no haya salido en su debido momento a la palestra financiera internacional a clasificar su deuda y a darle el rango a que su historial le hace acreedor. Sin embargo, estamos en el ranking de los mejores pagadores, y la econom¨ªa espa?ola, a pesar del terrible azote del desempleo, est¨¢ mostrando una versatilidad y una adaptabilidad a las circunstancias que quedan demostradas, con todas sus limitaciones, por el boom exportador, orientado a generar divisas, y el enorme aggiornamento de que est¨¢ siendo objeto nuestro sistema financiero que, si bien es cierto que est¨¢ necesitado de una reforma m¨¢s amplia, el hecho real es que tiene un nivel de solvencia internacional, a costa de cualquier impedimiento, que es preciso tener presente.
Existe un catastrofismo financiero que piensa en el derrumbamiento de nuestro cr¨¦dito exterior y fundamentalmente de nuestra moneda, con una visi¨®n muy estrecha de nuestras expectativas de futuro. Quienes hablan de devaluaci¨®n a toda costa convendr¨ªa que reflexionasen sobre los cambios ocurridos en el mercado ¨ªnternacional de capitales, sobre la disminuci¨®n de nuestro d¨¦ficit comercial y tambi¨¦n sobre las implicaciones t¨¦cnicas de tal hecho. En un sistema de flotaci¨®n como en el que vivimos, las devaluaciones formales son, como dec¨ªan los escol¨¢sticos,flatus vocis. La voluntad de la Administraci¨®n, decretando una tasa de cambio, quedar¨¢ en ¨²ltima instancia sometida al veredicto internacional de lo que diga el mercado, como se ha demostrado por dos veces consecutivas en el caso franc¨¦s. La erosi¨®n de la competitividad francesa, a pesar de dos devaluaciones, es una prueba palpable de la falta de efectividad de esta medida en la actualidad, y se ha puesto de manifiesto en los d¨¦ficit comerciales en los que este pa¨ªs ha incurrido con todos los miembros de la CEE, excepto Grecia, y ha perdido competitividad en su propio mercado interior de productos manufacturados con respecto a importaciones por este mismo concepto, de un 4,3% entre el primer y el segundo trimestres de 1982. La ¨²nica diferencia de una llamada devaluaci¨®n formal en el s¨ªstema actual estar¨ªa en el tama?o de la tipograf¨ªa titular del peri¨®dico, porque ?acaso no ha sido devaluaci¨®n el 20% que ha perdido nuestra moneda frente al d¨®lar en los ¨²ltimos meses, desde el pasado mes de febrero?
Se barajan una serie de razonamientos justificativos de la depresi¨®n de la peseta, como pudiera ser el d¨¦ficit esperado de nuestra balanza por cuenta corriente de alrededor de 4.000 millones de d¨®lares, ignorando el hecho de que esta misma cifra, en el pasado ejercicio, alcanz¨® los 5.000 millones, y se aduce tambi¨¦n a favor de esta tesis el diferencia? de inflaci¨®n en nuestro pa¨ªs, de alrededor del 16%, algo elevado comparativamente con Francia, situada en el 12%, o el Reino Unido, en el 9%, sin tener en cuenta que esos diferenciales de inflaci¨®n ya est¨¢n reflejados en nuestra tasa de cambio y que volver a reflejarlos no ser¨ªa m¨¢s que acelerar el propio proceso inflacionario.
Quien se asome con regularidad al mundo exterior podr¨¢ comprobar que el poder adquisitivo de la peseta en t¨¦rminos reales tampoco justificar¨ªa esta medida devaluatoria por decreto. El Estado espa?ol debe armarse financieramente utilizando su capacidad de cr¨¦dito exterior y recabando, recursos del sistema financiero internacional para contrarrestar los embates especulativos, y al mismo tiempo, esto creo que no ofrece duda, debe llevar a cabo algunas medidas selectivas proteccionistas para productos, como ha hecho el Jap¨®n, y acometer una flexibilizaci¨®n porgresiva de nuestro sector financiero exterior, detrayendo nuestro comercio de una fuerte rigidez estructural y movilizando ingresos por cuenta de capital, tal¨®n de Aquiles de nuestro sector exterior. No se puede abordar la crisis financiera internacional con el instrumental econ¨®mico de hace veinte a?os. Tenemos, por ejemplo, un mercado a plazo de la peseta volcado totalmente del lado de compra, porque su diferencial protegido lo hace tan s¨®lo atractivo a los importadores.
La peseta necesita integrarse en el mercado internacional de monedas, dentro o fuera del Sistema Monetario Internacional, pero, en cualquier caso, con un papel activo y, sobre todo, como decimos, con un mercado a plazo operativo.
Pero sobre estas consideraciones debemos tener en cuenta que en estos momentos la sobrevaloraci¨®n del d¨®lar hace prever que, en cualquier momento, se desencadene una depreciaci¨®n de esta moneda con respecto a las europeas y al yen. En esa eventualidad, ?volver¨ªamos entonces a devaluar?
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