?Arde el pa¨ªs?
El m¨¢ximo responsable de este asunto de los incendios forestales es el ICONA. Quiero decir que este instituto es el agente causal primordial de los incendios. La causa fundamental de que los montes espa?oles ardan, afirma el autor, radica en la dedicaci¨®n extensiva e intensiva de grandes superficies de terreno al cultivo de especies forestales de crecimiento r¨¢pido fundamentalmente pinos y eucaliptos. Seg¨²n Parra, la consideraci¨®n de que la actuaci¨®n de los t¨¦cnicos es como una plaga o un desastre natural, al modo del pedrisco o la sequ¨ªa, es bastante com¨²n a nuestras sagaces gentes del campo.
Ya estamos en otro c¨¢lido y flam¨ªgero verano. Vuelve el pa¨ªs -los pa¨ªses del Estado- a estar densamente transitados de pir¨®manos. Y parece que la pol¨¦mica -social, ecol¨®gica- en torno a los incendios forestales se deteriora, baja bochornosamente de nivel. Ahora se centra banalmente el tema en los hidroaviones del Icona o de la Generalitat o en la pretenciosa injerencia de los vecinos galos que nos apagan los incendios sin pedirnos permiso antes. Y, sin embargo, a?o tras a?o se siguen aplazando las mismas cuestiones: ?por qu¨¦ arde este pa¨ªs?, ?qui¨¦n lo quema?, ?qu¨¦ podemos hacer?, ?por qu¨¦ hay tanto pir¨®mano impune?, ?qu¨¦ pasa en Galicia y en Catalu?a? Si se trata de buscar responsabilidades, dig¨¢moslo ya: el m¨¢ximo responsable de este asunto es el Icona. Y no me estoy refiriendo a las atribuciones administrativas que le competen por ley. Quiero decir que este instituto es el agente causal primordial de los incendios forestales.Se lo explicar¨¦. Un cazurro y sagaz aparcero, amigo m¨ªo, a la pregunta sobre la calidad de los pastos de la dehesa que h¨¢bilmente gestionaba, me respondi¨® una vez: "Esta finca es muy buena, pero est¨¢ muy castigada por los ingenieros". La consideraci¨®n de que la actividad de los t¨¦cnicos supuestamente cualificados es como una plaga o un desastre natural, al modo del pedrisco o la sequ¨ªa, es bastante com¨²n a nuestras sagaces gentes de campo. El Icona evita cuidadosamente situar el problema en estos t¨¦rminos. Pero la causa fundamental de que los montes espa?oles ardan por sus cuatro costados cardinales radica en la dedicaci¨®n extensiva e intensiva de grandes superficies del territorio al indiscriminado cultivo de especies forestales de crecimiento r¨¢pido, fundamentalmente pinos y eucaliptos. En especial, las resinosas son altamente inflamables; su mon¨®tona abundancia, unida a las peculiaridades clim¨¢ticas mediterr¨¢neas resulta una mezcla explosiva, en el sentido literal del ep¨ªteto. En efecto, la costumbre nos hace olvidar la maldita y peculiar disposici¨®n clim¨¢tica de nuestra pen¨ªnsula, en la que la ¨¦poca de m¨¢ximas temperaturas coincide con la sequ¨ªa: el verano. Este hecho, ins¨®lito en el panorama clim¨¢tico mundial, supone una aut¨¦ntica prueba -?de fuego?- para los vegetales mediterr¨¢neos, que deben superar este stress h¨ªdrico con mil imaginativas adaptaciones que se conocen bajo el gen¨¦rico nombre de esclerofilia (literalmente hojas duras). El bosque mediterr¨¢neo original estaba formado por especies siempres verdes y de hojas duras, como la encina, o cubiertas de substancias cerosas, como la jara, que les permit¨ªan evitar las p¨¦rdidas de agua por evapotranspiraci¨®n: la planta resiste la dr¨¢stica sequ¨ªa estival reduciendo al m¨¢ximo sus intercambios gaseosos y sus actividades metab¨®licas. El fuego espont¨¢neo siempre ha sido un agente modelador de las comunidades y biotopos ib¨¦ricos, originando unas especies no s¨®lo adaptadas a resistir el incendio, como el alcornoque y su corcho protector, sino incluso que precisan del fuego. As¨ª, por ejemplo, el pinus atenuatta necesita para germinar que sus semillas pasen por las altas temperaturas del desastre; son los pirofitos, especies a las que el incendio favorece en su competencia con otras m¨¢s maduras o menos colonizadoras de espacios vac¨ªos. Todo recolector campero sabe que el mejor lugar para encontrar esp¨¢rragos trigueros es en los calveros que han ardidido.
Los 'montes butaneros'
La explosiva mezcla de estos precedentes ambientales -nuestra peculiaridad clim¨¢tica y la repoblaci¨®n masiva de resinosas- es la principal causa explicativa de los masivos incendios forestales. No es preciso invocar legiones de pir¨®manos enloquecidos trasegando el monte; ¨¦ste se quema solito. La masiva despoblaci¨®n del campo que ha tenido lugar a partir de los a?os cincuenta, como parte del proceso conocido eufem¨ªsticamente como el milagro espa?ol, propici¨® los usos absentistas del agro: los cotos de caza y las repoblaciones forestales. Nunca, desde la edad media, nuestros espacios rurales han estado m¨¢s desertizados, con la poblaci¨®n rural reconvertida en proletarios suburbanos. Otros factores secundarios han influido, como, por ejemplo, la p¨¦rdida de importancia de la le?a como combustible, con la llegada de los gases embotellados para usos dom¨¦sticos. Los montes sin carbonear y le?ear han visto aumentar la proporci¨®n de materia le?osa inflamable, y estas pseudoselvas del abandono han recibido el expresivo nombre de montes butaneros.
Adem¨¢s, el espa?ol ha perdido el sentido de su propio h¨¢bitat. Agobiado por el opresivo ambiente de sus ciudades, ha emprendido un ¨¦xodo indiscriminado a las zonas naturales, guiado tan s¨®lo por la esquilmante oferta de las inmobiliarias y las urbanizadoras. Del pa¨ªs del latifundio hemos pasado a la naci¨®n de las parcelitas. Y no es extra?o contemplar una aglomeraci¨®n de chal¨¦s en mitad de un inflamable pinar o de un denso jaral. Por si esto fuera poco -dedicaci¨®n intensiva al cultivo de pinos y urbanizaciones aberrantes y arriesgadas-, el Icona tiene una patol¨®gica e innecesaria afici¨®n a abrir pistas y caminos forestales hasta los m¨¢s rec¨®nditos lugares de nuestros montes: chispas del tubo de escape, campistas analfabetos en zonas a las que de otro modo jam¨¢s hubieran accedido, cigarrillos lanzados con garbo desde las ventanillas, paellas afrentadas, hogueras mal apagadas, cascos de cristal que act¨²an como lupas. Se crea la precisa infraestructura viaria para que el pir¨®mano desarrolle su voluntaria o involuntaria tarea.
Los oligopolios del papel
Las razones, desde luego estramb¨®ticas pero interesadas, por las que un pa¨ªs como el nuestro se embarc¨® un d¨ªa en la explosiva industria maderera, intentando la demencial competencia con pa¨ªses septentrionales vocacionalmente maderables, como Finlandia, no es f¨¢cilmente explicable, ya que la rec¨ªproca (que Finlandia se embarque en una despiadada competencia con nuestra industria olivarera o nuestros agrios) no es cierta. Habr¨ªa que hablar sin rubor de los ofigopolios del papel (por cierto, que siempre se invoca que somos deficitarios en pasta de papel, aunque tambi¨¦n lo somos en carne, una nac¨ª¨®n eminentemente ganadera como ¨¦sta. ?Cu¨¢nto de m¨¢s nos cuesta esa pulpa de papel producida, incluyendo los costes sociales y los siniestros, sobre el precio de importaci¨®n?), de la complicidad de una Administraci¨®n megal¨®mana que encontr¨® su coartada en t¨¦rminos como la desertizaci¨®n (a la que ella misma contribuye) o en una supuesta man¨ªa arboricida del ciudadano ib¨¦rico.
Los fumadores, la quema de rastrojos, los pir¨®manos enloquecidos o interesados, las hogueras domingueras, el rayo, el ferrocarril y las negligencias varias son causas inmediatas, pero la causa final y decisiva es de los que irresponsablemente disponen el combustible l¨ªsto para ser prendido: la propia y mism¨ªsima Administraci¨®n forestal. El aumento de excursionistas cada vez m¨¢s desvinculados del medio natural, dada su extracci¨®n urbana; el aumento, asimismo, de las superficies dedicadas a cultivos madereros (repoblaciones forestales es el eufemismo oficial); la disminuci¨®n del consumo de le?as y brozas y la disminuci¨®n de los asentamientos humanos tradicionales frente a los de nuevo cu?o, absurdamente situados -las urbanizaciones secundarias-, explican perfectamente el panorama anual de junio a septiembre. Repito: sin invocar pir¨¢manos.
Dos tipos de pir¨®manos
Pero no cabe duda de que, dadas las facilidades aludidas, existen pir¨¢manos. Me niego a hacer un caj¨®n de sastre con todos ellos y, en especial, con sus evidentes intenciones. Dig¨¢moslo ya, para simplificar: hay incendiarios de izquierdas y de derechas, pir¨®manos concienciados u oscuramente interesados. Dos tipolog¨ªas son f¨¢cilmente discernibles: el pir¨®mano catal¨¢n y el gallego. Hablemos primero del segundo tipo. En 1961 se repoblaron, y fue un triste r¨¦cord, 105.340 hect¨¢reas. De ellas, se quemaron 34.506. En 1975, los enojosos t¨¦rminos se invirtieron: se repoblaron 81.267 hect¨¢reas y ardieron 111.091, otro lamentable hito cuantitativo. La t¨®nica general persisti¨®, y as¨ª, en 1979 el n¨²mero de hect¨¢reas quemadas sobre el de repobladas fue de 119.579 y s¨®lo 95.000, respectivamente. Vestir un santo a costa de desnudar a otro. No debe olvidarse, sin embargo, que aunque el precio en subasta disminuye y aunque haya que volver a realizar un nuevo proyecto de repoblaci¨®n que tenga que firmar por el correspondiente ingeniero, la madera quemada es perfectamente utilizable para pasta de papel, previo humedecimiento, e incluso ahorra algunas fases de preparaci¨®n de la madera. ?Curioso, no?
En 1900 la poblaci¨®n rural era m¨¢s del 60% del total espa?ol. En 1950 era ya s¨®lo del 49%, y en 1978, tan s¨®lo del 19%. Sabido, ?no? La producci¨®n de le?a en 1961 era por un valor de 1.895 millones de pesetas de entonces; la de 1978, a pesar de los chal¨¦s con estufa belga o chimenea francesa, fue de 665 millones de pesetas casi de las de ahora. Y ya llegamos a los incendiarios gallegos. Aunque la superficie de los montes de los ayuntamientos es del 68%, en tanto que los consorciados del Icona s¨®lo alcanzan el 9%, las superficies quemadas en los primeros no guarda proporci¨®n azarosa, son el 0,8%, mientras que las gestionadas por la guarder¨ªa del cort¨¦s conejito son m¨¢s del 2,5%. ?No es interesante? No todo el territorio del Estado tiene la misma probabilidad. de arder; en la anta?o umbr¨ªa y h¨²meda Galicia es donde el riesgo es mayor; 10 veces superior a los boscosos Pirineos o a la cordillera Ib¨¦rica; cinco veces m¨¢s que en la seca meseta. La segunda de este ranking es el Mediterr¨¢neo, Levante y Catalu?a, siete veces m¨¢s inflamable que los Pirineos y m¨¢s del doble que Andaluc¨ªa. Resulta igualmente curioso comparar c¨®mo arden los distintos ¨¢rboles, siendo todos bastante inflamables. Las especies ex¨®ticas de crecimiento r¨¢pido, como el pino de Monterrey, arden siete veces m¨¢s que nuestro aut¨®ctono pino negro y m¨¢s del doble que nuestro bello pino silvestre. ?Por qu¨¦? Los gallegos, algunos gallegos, por supuesto equivocados, no legitimados pero comprensibles, queman sus montes porque han sido brutalmente despose¨ªdos de su propiedad comunal; se les han arrebatado los predios vecinales para entregarlos a la voracidad de las papeleras, con la activa complicidad de la Administraci¨®n central. Pero pocas, muy pocas, fragas y carballeiras, arden en Galicia; y muchas, much¨ªsimas repoblaciones resinosas en montes anta?o vecinales.
En Catalu?a hay demanda de suelo urbanizable, pero hasta las mismas autoridades urban¨ªsticas se niegan, incomprensiblemente, a la puesta en valor de esos desaprovechados suelos no urbanizables. R¨²sticos, les dicen. Aqu¨ª no puede usted colocar su urbanizaci¨®n porque el terreno lo ocupa un hermoso bosque mediterr¨¢neo f¨¢cilmente incendiable. Lo ocupaba. Es f¨¢cil cambiar el tiempo del verbo. Y construir. Pir¨®manos re¨ªvindicativos o especuladores. ?Qu¨¦ m¨¢s da si esto est¨¢ que arde!
es profesor de Ecolog¨ªa y t¨¦cnico medioambiental de la Administraci¨®n.
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