Ocios
Como quiera que la palabra ocio da en un t¨¦rmino redondo y desvestido. Como quiera que su graf¨ªa evoca en parte un cerco abierto -como un oasis- , pero a la vez posee el relente de un aceite sospechoso. Como sea que desde una perspectiva el ocio se estima una quietud, un ojo cierto, un o¨ªdo estanco, pero desde otra perspectiva puede parecer voluptuoso (oleoso), no terminamos jam¨¢s de atribuirle un destino firme. En las confusas lindes del ocio sin pecado, acecha siempre la viciosa exuberancia de la ociosidad. "La felicidad est¨¢ en el ocio", dice Artist¨®teles. Pero, inmediatamente, "rico o pobre, fuerte o d¨¦bil, todo ciudadano ocioso es un brib¨®n", dice Rousseau. ?Qu¨¦ pensar pues? ?C¨®mo comportarse con este elemento? ?C¨®mo habitar esa parcela del ocio sin parecer desagradablemente ocioso a los vecinos del chalet de al lado?Era esperable que esta palabra, dise?ada as¨ª, provocara un equ¨ªvoco conceptual capaz de decidir una cultura o, lo que es lo mismo, condicionar la serenidad de una familia que est¨¦ pasando el mes de agosto en Gand¨ªa.
Por descontado que a esas gentes que bullen en las revistas ocupando "las fastuosas noches marbell¨ªes" no les concierne este problema. El ocio en ellas es el oc¨¦ano. Su ocio es, por exceso, su negaci¨®n (su negocio). Y traspasando el cintur¨®n, del ocio a la ociosidad, su exacerbaci¨®n hace todav¨ªa a su vicio m¨¢s saludable y enjoyado. Pero ?qu¨¦ decir de quienes no tienen esa oportunidad de combatir al ocio con su pl¨¦tora?, ?de qui¨¦nes no pueden desbordar esa dosis racionada que les da la n¨®mina? El ocio de esta especie, pariente simb¨®lico de la tableta de turr¨®n en navidades, es una oferta envenenada. Acotado entre el d¨ªa uno y el d¨ªa treinta, estrictamente medido como las pesetas del sueldo, guarda en s¨ª las marcas del trabajo, el mismo olor de sus pezu?as. Parece un obsequio, pero es un salario. Parece un don, pero es un trueque. En la playa, con el abdomen crecido, a todo empleado se le trasparenta ese ocio que porta como el encargo estival de la empresa. ?La voluptuosidad, el vicio? El ocio es aqu¨ª una p¨ªldora homologada que nos injertaron en la oficina y que, cumpliendo todos los c¨¢lculos, se diluye, d¨ªa tras d¨ªa, reglamentariamente.
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